Fotos de Graciela Cutuli
Cuando aparecen sobre la ruta las primeras ondulaciones que interrumpen la larga lÃnea plana del horizonte, la promesa de las sierras por fin se hace realidad en la clásica comarca de Sierra de la Ventana. Es una promesa que encierra frescura, sobre todo a partir del atardecer, con paisajes que rechazan la monotonÃa de la pampa para invitar a subir, bajar y cruzar el relieve en todos los sentidos. Destino clásico como pocos, Sierra de la Ventana es la cara visible de una región que abarca una constelación de pequeñas localidades y pueblos del sur bonaerense, y precisamente por eso su propuesta turÃstica parece siempre nueva. Aunque sus sierras sean bien antiguas: el cordón montañoso, que tiene casi 200 kilómetros de extensión de noroeste a sudoeste, data del perÃodo Terciario y culmina en la cumbre más alta de la provincia de Buenos Aires, la del cerro Tres Picos, que toca los 1239 metros. Algunos más que el más famoso de la región, el ineludible cerro Ventana, que llega a 1184 metros de altura.
SIERRA Y CAMPO Para el primer dÃa en la comarca elegimos una propuesta de aclimatación a la vida de campo y sierras en la estancia Mahuida-Co, que organiza un recorrido guiado de dos horas y media pero permite luego quedarse a pasar el resto del dÃa para disfrutar del lugar, sus paisajes y su clima agreste. El timón turÃstico de la estancia, que realiza variadas actividades productivas, está a cargo de Teresa Wendorff, miembro de la familia propietaria y encargada de organizar un itinerario que conquista a grandes y chicos por igual. No es que haya cosas extraordinarias, porque al fin y al cabo no es lo extraordinario lo que se viene a buscar a Sierra de la Ventana, pero sà hay varias curiosidades y, sobre todo, un amor genuino por la tierra y la historia del lugar que se transmite en cada paso del recorrido. Por un lado está la historia de la familia, que comenzó con un alemán establecido en la Argentina antes de la Segunda Guerra Mundial, y siguió con sus hijos y nietos afincados en estos relieves bonaerenses. Por otro, la actividad productiva: el cultivo de trigo y sorgo sobre 90 hectáreas, la crÃa de ovejas karakul y corriedale, la manada de vacas West Highland de origen escocés que miran, impasibles y curiosas, el paso del trencito donde se realiza el paseo. Que resulta, por cierto, bien interactivo: sobre todo cuando se llega a los dominios de un grupo de burros, ávidos de recibir algún presente comestible de los visitantes, o frente a los saltarines antÃlopes que moran en los campos de la estancia. Con paciencia y cuidado, algunos de ellos vencen la timidez y permiten que la gente se acerque y hasta pueda a veces acariciarlos. La visita termina en un refugio de piedra levantado en pleno monte, que tiene vista al cerro Ventana y todavÃa conserva los muebles rústicos donde dormÃa la familia en sus salidas agrestes por la serranÃa.
VILLA VENTANA A pocos kilómetros de Sierra de la Ventana, Villa Ventana es un pueblito boscoso y tranquilo que se dirÃa salido de un cuento. Verde y sombreado, es el escenario ideal para una caminata al borde del arroyo Belisario (se puede hacer un alto en el recreo El Dique), o bien para internarse a caballo por las primeras ondulaciones de las sierras. Poblada de casitas dispersas entre los pinos y de numerosos complejos de cabañas, Villa Ventana también es el punto de partida para conocer las ruinas del Club Hotel, un establecimiento lujoso que floreció hace un siglo gracias a las benéficas propiedades del aire serrano y la opulenta clientela que aportaban los hacendados de la provincia. Hay que imaginárselo como una suerte de Llao Llao enclavado en las sierras, extendido sobre 6400 metros cuadrados y con una vistosa torre central que sobresalÃa sobre las tres salas de casino, el jardÃn de invierno, la galerÃa, el restaurante estilo francés, las peluquerÃas y las canchas de golf. La flor y nata del naciente turismo local se dio cita en sus salones, pero fue por poco tiempo: el hotel, que supo tener incluso su tren propio de trocha angosta para acercar hasta la puerta a los huéspedes que llegaban a la estación Sierra de la Ventana, cerró sus puertas apenas nueve años después de su apertura, sacudido por la Primera Guerra Mundial y el cierre de los casinos en la provincia de Buenos Aires.
La visita guiada que sale de la oficina de turismo de Villa Ventana reconstruye ese pasado y cuenta las vicisitudes posteriores del edificio: su destino como hogar de los marineros del Graf Spee hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, sus años como cuartel, el incendio que hace treinta años lo destruyó para siempre. Hoy sólo quedan ruinas de tanta magnificencia: lo que no se llevó el fuego se lo fueron llevando, pieza a pieza, los vecinos de la zona y los curiosos de paso. Lo que hoy queda es un fantasma, un esqueleto de ladrillo y escombros de lo que fueron comedores, salas de baile, ventanales hoy abiertos hacia la nada. En los huecos anidan los vistosos –y ruidosos– loros barranqueros que proliferan en el sur de la provincia. Para reconstruir un poco mejor el pasado que ya no está hay que visitar un pequeño museo privado en Villa Ventana, a cargo de Mercedes Willich: con gran esfuerzo, aquà se fueron recuperando y restaurando varias piezas de la decoración y el mobiliario del Club Hotel. El vÃvido relato de la guÃa le pone un plus a la visita, que también evoca la historia de Villa Ventana y las golondrinas, las aves que cada primavera la visitan procedentes de la lejana California.
CIRCUITOS DE MONTAÑA El Parque Provincial Ernesto Tornquist, cuya superficie protege el pastizal serrano pampeano –amenazado por el avance de especies exóticas como los pinos– ofrece algunos de los circuitos más interesantes para internarse en la geografÃa de las sierras en trekkings de diferente nivel de dificultad. El ingreso al parque provincial se encuentra a sólo cuatro kilómetros de Villa Ventana, sobre la RP 76, donde un mapa de la región y algunas mesas invitan a detenerse incluso a quienes están de paso. Además porque desde aquà se ve el famoso hueco del cerro Ventana, el mismo que da nombre a todo el sistema. Pequeño desde abajo, quienes completen la subida descubrirán que tiene ocho metros de alto por cinco de ancho y diez de profundidad: sólo hay que tener en cuenta que, si bien no es demasiado dificultoso, el trekking para llegar está permitido solamente a partir de los nueve años, y el horario lÃmite para la subida –que lleva aproximadamente cinco horas– son las 11.00 de la mañana. Desde el sector base del cerro Ventana sale también el trekking a la Garganta del Diablo, una caminata de seis kilómetros que lleva unas cinco horas y debe realizarse en compañÃa de un guÃa. Otra opción, más accesible, es la caminata autoguiada de una hora hacia la caÃda de agua de Garganta Olvidada, en la ladera este del cerro: ésta se puede hacer desde los cuatro años y el horario lÃmite son las 16.00. Finalmente, se puede ir hasta los Piletones Naturales en una caminata moderada de dos horas, autoguiada.
Otra alternativa son las caminatas que parten del sector base del cerro BahÃa Blanca: en el centro de visitantes se informa sobre cada trekking, además de brindar datos sobre la fauna y flora de la región, para apreciarlas mejor durante las excursiones. El cerro BahÃa Blanca invita a un ascenso autoguiado de dos horas, con el aliciente de una hermosa vista hacia los territorios del Parque y el Abra de la Ventana. Otra opción es valerse del propio vehÃculo para iniciar un circuito de ocho kilómetros que termina con una caminata de dos kilómetros hasta la Cueva del Toro y las Pinturas Rupestres. Finalmente, en una caminata autoguiada de sólo media hora por el llamado Sendero Claro Oscuro es posible apreciar los ambientes de bosque y pastizal propios de esta región.
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