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Domingo, 14 de abril de 2013
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Islas volcanicas. Vulcanología, viajes y geotermia

En el reino de Hefesto

Cuando el centro de la Tierra se asoma a la superficie da origen a vistosas erupciones y hasta provoca el nacimiento de islas que transforman los volcanes en un recurso turístico. Desde el sur de Italia hasta La Reunión, sin olvidar la remota Islandia vikinga, un periplo por los archipiélagos que nacen del fuego.

Por Graciela Cutuli
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Erupción en la isla de La Reunión, que es apenas la punta de una gran formación volcánica aún sumergida.

Ya se sabe, desde que se publicó la novela de Malcom Lowry en 1947, que Bajo el volcán pueden correr los sentimientos más extremos, que arrasan a su paso los recuerdos y las vidas, como si fuesen un río de lava. En aquel best-seller de los años ‘40 el volcán era el Popocatepetl, y la trama transcurría en Cuernavaca, escondida bajo su nombre náhuatl de Cuauhnáhuac. Sin embargo hoy bajo el volcán se escriben más postales que novelas, ya que el vulcanismo se puso de moda como una de las últimas fronteras extremas de nuestro mundo post Google Earth, que ya no puede esconder secretos ni conservar rincones íntimos. Los volcanes, que antes alejaban a los turistas, hoy más bien los convocan. Y si están –o son– una isla, más aún. Para combinar geología y playa, temblores de lo prohibido con vacaciones clásicas. Ya sean lugares fríos donde el fuego de la tierra se mezcla con el hielo de las aguas, o bien las típicas postales tropicales, hay volcanes y destinos para todos los gustos.

REUNION CON EL VOLCAN Primer destino: La Reunión, con el Piton de la Fournaise. A pesar del nombre no se trata de un noble francés, sino de una primera escala en esa isla remota del Océano Indico. El Piton es uno de los volcanes más activos del mundo, y la isla misma es de hecho una suerte de iceberg mineral, la pequeña parte emergente de una enorme montaña volcánica submarina. Se estima que La Reunión en sí representa apenas el 3 por ciento del macizo total. La isla fue formada primero por un volcán hoy extinguido, el Piton des Neiges, que sobrepasa los 3000 metros de altura y tiene nieve –como su nombre lo indica– a pesar de encontrarse a latitudes tropicales. Al sur su hermano menor –el Piton de la Fournaise, cuyo nombre evoca un gigantesco horno– lo sobrepasará quizás un día, ya que sus erupciones frecuentes lo hacen crecer y agrandan también regularmente la superficie de la isla.

La Reunión es un lugar ideal para combinar vacaciones con algo de vulcanología. En pocos kilómetros se pasa de las arenas finas y blancas a pueblitos colgados por encima de las nubes en las montañas. Los volcanes formaron tres valles en altura y hasta hace unos años, cuando no existían los medios de comunicación actuales, vivía en aquellos pueblos gente que nunca había visto el mar. Lo cierto es que cuando se emprende el viaje para ir a lugares como Salazie, Mafate y Cilaos se entiende por qué tal cosa ha sido posible: los relieves formados por los volcanes son vertiginosos, con precipicios y paredes de roca. Y abundan las cascadas en medio de bosques exuberantes, como para no desmentir el nombre que los franceses dan a esa isla integrante de su territorio de ultramar: l’île à grand spectacle.

Hay para todos los gustos: parapente en las montañas, turismo volcánico cuando el estado del Piton de la Fournaise lo permite, buceo en los arrecifes de coral, trekking y cabalgatas, museos y sitios históricos de las distintas ciudades costeras. Se puede pasar de playas de arenas blanca a playas de arena negra, y conocer la Plaine des Sables, una comarca que recuerda la superficie lunar. Es un mundo mineral, donde los colores se fundieron en varios matices de gris hasta donde alcanza la vista.

DE FUEGO Y HIELO Otro lugar donde se puede estar casi seguro de presenciar actividad volcánica y geotérmica es Islandia, en las antípodas de La Reunión. Aquí conviven el fuego y el hielo, para retomar una imagen que los islandeses usan con frecuencia para hablar de su isla. Ya desde el aeropuerto de Keflavik hasta llegar al hotel en Reykjavik, la capital, se puede ver que la isla entera es de origen volcánico, con extensos campos de lava. Hay varios lugares para ver más precisamente varios fenómenos geotérmicos, algunos muy cerca de la ciudad. La visita más clásica se llama el Triángulo de Oro: pasa por el sitio histórico de Thingvellir –donde se reunía el primer parlamento del mundo, hacia el año mil en tiempo de los vikingos– y sigue hasta las cataratas de Gulfoss y el gran Geysir. Esa palabra de hecho fue una de las escasas que pasaron del islandés a los demás idiomas del mundo: pero no gracias al géiser que se ve actualmente y escupe sus chorros de agua con una precisión que podría ser suiza, sino a otro que está a pocos metros de distancia pero está agotado actualmente. De vez en cuando, se le tira jabón en polvo para despertarlo y verlo en actividad como estaba en tiempos de los vikingos. Esas ocasiones son como acontecimientos nacionales. Se anuncian por medio por la prensa y mucha gente –además de los turistas de paso– acude para verlo. Toda la zona está rodeada de fuentes de agua, algunas calientes y otras frías, siempre envueltas en un abominable olor a azufre que no llega a disipar el viento permanente de la llanura.

Durante el paseo del Triángulo de Oro, que dura un día entero, se pasa por Hveragerdi, un pueblo famoso en Islandia por sus plantaciones de ...¡bananas! Al borde mismo de la ruta unos grandes invernaderos muestran algunos plátanos, cultivados bajo techo y calefaccionados gracias a la geotermia. ¿Más sorprendente todavía? Hay una playa tropical en Islandia, casi casi bajo el Círculo Polar: es la Laguna Azul o Blue Lagoon. Laguna lo es ciertamente. Azul es más difícil decirlo, porque el agua es tan caliente y el aire tan frío que casi siempre el panorama está cubierto por una densa nube de vapor. Tan densa que es a veces imposible que dos personas se puedan ver aunque estén una al lado de la otra. Las aguas provienen de una central geotérmica que alimenta parte del sur de Islandia. En todo el país hay muchas otras fuentes y hasta canalizaciones de aguas calientes donde la gente se baña, a veces en medio del desierto.

Uno de los volcanes más cercanos a la ciudad, que está regularmente en erupción, es el Hekla. Se encuentra al norte de la ciudad de Selfoss, desde donde se puede ver su corona de nubes y sus chorros de lava cuando está en actividad. Una opción más: en las islas de Vestmann, en el sur del país, un volcán sepultó una ciudad entera y casi bloqueó el puerto natural de los isleños en 1973. Hoy todavía se puede ver una mitad de la isla sepultada bajo lava y cenizas; también se observa cómo la gente cocina cordero y pescados envueltos en aluminio, simplemente cavando un hueco en la tierra.

LA MORADA DE VULCANO Si todos los chorros de agua caliente en el mundo se llaman géiser gracias al Gran Geysir de Islandia, todos los volcanes del mundo deben su nombre a una pequeña isla del archipiélago de las Eolias, en el Tirreno: la isla de Vulcano vive bajo la sombra y la amenaza permanente del Monte Aria y del Vulcanello. La última gran erupción fue a fines del siglo XIX, pero desde entonces el volcán está en estado de vigilia y los 700 habitantes permanentes conviven con la idea de tener que abandonar en cualquier momento sus hogares para refugiarse en el continente si es necesario. Mientras tanto viven del turismo, que acude para ver los dos cráteres, sus fumarolas y sus tierras amarillas llenas de azufre. Y, por supuesto, para conocer uno de los lugares directamente vinculados con la mitología grecolatina, ya que allí mismo el dios Vulcanus tenía la forja donde fabricaba las armas de los demás dioses del Panteón. Vulcano es la más meridional de las Eolias, pero sus vecinas también fueron formadas por volcanes que brotaron desde el fondo del mar en ese cinturón de fuego que encierra todo el sur de Italia y Sicilia, con el Vesubio y el Etna como mayores exponentes.

Las islas Eolias son 17 en total, de las cuales sólo siete están habitadas y tres solamente son lo suficientemente grandes como para tener circulación de automóviles. Además de Vulcano, Stromboli tiene también un volcán activo: esta isla es famosa desde que fue la “puerta” de salida del fantástico Viaje al centro de la Tierra que realizaron Axel Lidenbrock y su tío. También inspiró a Roberto Rossellini, en 1949, una película con Ingrid Bergman. Las erupciones del volcán son permanentes y es el mayor espectáculo que el Mediterráneo ofrece de noche. En verano, Stromboli también es un lugar de vacaciones exclusivo para quien quiere un destino tranquilo de playa apartado de los grandes centros y de las multitudes. Durante las excursiones al cráter, que llevan unas tres horas de caminata, se divisan restos de erupciones recientes y mucho material científico, ya que Stromboli es el volcán más estudiado y vigilado de Europa.

Además de Stromboli y Vulcano, hay turismo también en Lipari, la mayor y la más poblada de las Eolias. Después de sus espléndidas playas se pueden conocer las canteras de piedra pómez que forman la principal actividad junto con el turismo y la pesca. Y durante un viaje al archipiélago no hay que perderse los baños de barro de Vulcano, ya que la isla tiene fuentes termales con azufre y lagunas de barro con propiedades terapéuticas. Sin olvidarse de seguir a los guías para ir hasta el lugar donde, según la mitología, se encuentra la puerta del mundo subterráneo donde se escondió Vulcanus cuando fue arrojado del Olimpo por su propia madre.

Sin embargo el Etna, en Sicilia, reivindica el mismo pasado mitológico. Quizás esta confusión se deba a que los griegos habían colocado las forjas de Hefesto bajo aquella montaña. Romano o griego, Vulcanus o Hefesto, lo cierto es que el impresionante tamaño del volcán con más de 3300 metros de altura, y una cumbre totalmente nevada en invierno, no podía ser sino obra –o morada– de un dios. El poeta griego Píndaro llamaba al Etna la “columna del cielo”, pero más bien podría haberlo llamado la “columna de fuego”, ya que el Etna tuvo un centenar de erupciones a lo largo del siglo XX y es uno de los más activos del mundo. Se llega fácilmente a su cumbre por la ruta, si el acceso está autorizado por los científicos que lo estudian de manera permanente.

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