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Domingo, 16 de febrero de 2014
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Ituzaingó, limítrofe y natural

En el norte de Corrientes, al borde del límite con Paraguay, la ciudad ofrece el encanto de sus callecitas “a lo brasileño”, bajando desde las barrancas hacia las playas doradas del Paraná. La historia de Yacyretá y el ingreso a los Esteros del Iberá por el novedoso portal de Cambyretá.

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Las playas amplias y doradas del Paraná vuelven a la ciudad un balneario que imanta turistas.
Texto de Pablo Donadio y fotos de María Clara Martínez HSabíamos ya de la sencillez del correntino, de su amor al pago y su estirpe de tereré, chipá y chamamé. Lo que no imaginábamos era que Ituzaingó, en apariencia apenas el “balneario de los posadeños”, resultara un lugar tan interesante. Casi una mini Río de Janeiro, con una vegetación verde y profusa que se conjuga con el marrón del imponente del Paraná y el dorado de las arenas donde se enciende el verano. Son los chivatos verdes y rojos y los “orejas de elefante” presentes por doquier, los encargados de afirmar el encanto del pueblo en la zigzagueante y empedrada costanera, por donde bicis y autos pasean con calma. Barranca abajo, la ciudad presenta sus balnearios como escenario de deportes náuticos y pesca del dorado, el pacú, la boga y el surubí, una de las razones por las cuales se concentra turismo todo el año. Ituzaingó también es el punto de partida para conocer la historia de Yacyretá, la represa que envía energía al país desde el límite argentino-paraguayo, donde hay visitas gratuitas todos los días. Y –no por último menos importante– desde aquí se accede al portal de Cambyretá, la gran novedad de la región norte para conocer los esteros de la Reserva Natural Iberá. HISTORIA Y NATURALEZA “¡Vamos amigo! ¿Cómo va a pedir una ensalada? Si es macho anímese a este bife a la correntina”, me reta el Tío Bigotes, hombre de porte y mostachos amenazantes, con un plato que parece digno de un batallón, cargado con verduras, carne, papas fritas, huevo y vaya a saber qué más. Por suerte hay otro macho de veras por el fondo, que sí lo acepta. El restaurante del Tío es un clásico de la zona, y un punto de encuentro habitual donde nos reuniremos por la tarde con Mariela Pedelhez, correntina de ley y guía experta en los Esteros. Terminamos el almuerzo temprano, así que antes de salir hacia Yacyretá recorremos la plaza y vamos al encuentro de algunas historias que enriquecen la zona. Una de ellas es la del “Gato Moro”, un personaje histórico que hoy es motivo de un nuevo museo en Ituzaingó. Por estos días están concluyendo los trabajos para inaugurar el casco de su campo. “Cada día nos enteramos de una anécdota más: era un hombre tan liberal que no comía sandía por ser roja. Entre otras cosas, dicen que rescató a caballo a su novia antes de que se casara con un lugareño que era autonomista, La llevó al campo y la convenció de que él era mejor”, asegura Viviana Metifogo, una de las responsables de Cultura. Hay otro circuito que comprende las casas antiguas de la región, y un incipiente desafío para trazar el Camino de Belgrano (hacia Paraguay), sumando hechos relevantes donde Ituzaingó se afirma como un hito en la historia nacional. Pero la ciudad ofrece mucho más al visitante: ubicada a 230 kilómetros de la capital correntina y a 90 de Posadas, ya en Misiones, su clima subtropical y una temperatura agradable y estable hicieron del lugar uno de los balnearios predilectos de los más de 20.000 pobladores permanentes. A los que se suman los otros correntinos, y vecinos misioneros y chaqueños que vienen a disfrutar de las playas. Sobre sus márgenes, que el propio Paraná dibuja a su antojo, nace la exuberante costanera por la que caminamos entre palmeras, árboles y arbustos. Barrancas abajo, las arenas finas y naturales se extienden por 15 kilómetros, configurando playas amplias y doradas donde se pone en marcha el mundo de las sombrillas, el desafío del voley y la onda caribeña-chamamecera de los paradores. No faltan buenos tragos, ni grupos con termos achanchados de tereré, infalible para combatir el sol y siempre acompañado de chipá, chipá guazú y mbeyú, distintas exquisiteces que combinan el almidón de mandioca con queso. Playas con leve inclinación permiten entrar de a poco al agua, algo ideal para las familias con niños, y casi todos los balnearios cuentan con baños, bajadas de lanchas y guardavidas. Desde la costa surgen los paseos en la clásica banana playera, las salidas en motos de agua, el remo y el wakeboard. La oferta del camping con balneario propio es otro punto fuerte, y en ese entorno, todos los meses de julio la ciudad celebra la Fiesta del Surubí, uno de los manjares que es posible degustar ahí mismo, en las parrillas-comedor sobre la arena. BRILLANTE Y PODEROSA En el Centro de Visitantes, cerca de la zona céntrica, entregamos los documentos y subimos a la camioneta para conocer la represa hidroeléctrica Yacyretá. El viaje dura apenas 15 minutos y sólo se demora en la salida del país, ya que la frontera no es oficial y debe registrar a cada visitante que no sea trabajador de la represa. Flamean a ambos lados las banderas argentinas y paraguayas, y la mole de cemento va cortando el Paraná hasta embalsarlo por completo, dejando pasar sus aguas por vertederos y turbinas que generan la tan preciada energía. El complejo es faraónico, y tanto las compuertas como los túneles que alojan las máquinas y esclusas de contracorriente para peces se muestran como parte de una obra de ingeniería colosal. Cuentan que en el año 1977 Ituzaingó tenía 9000 habitantes, y con la noticia de la represa llegaron otros tantos más con sus familias. De ellos, por lo menos la mitad se quedó. Aún están las casas internas del complejo y el barrio “Las mil viviendas”, construido para los empleados de jerarquía. Al principio esa “invasión” no fue bien recibida por los lugareños, y el cerco perimetral colocado para separarse del pueblo ayudó poco. Si bien hoy persisten algunos recelos, la cosa está superada, según dicen aquí. Pese a que la obra abastece en gran porcentaje la demanda de electricidad argentina, el proyecto fue objeto constante de críticas, tanto por las consecuencias ecológicas (la inundación de varios sectores y la desaparición de numerosas especies endémicas, algunas recuperadas) como por la gestión del emprendimiento, cuyo presupuesto original se excedió varias veces. Quizá por eso no llame tanto la atención el recelo con que los trabajadores de la propia entidad binacional manejan la información. “No sabríamos informarle”, es su frase de cabecera para concluir las repreguntas. “Nadie duda de la necesidad de energía que el país tiene, pero el impacto ambiental que ha ocasionado la represa, y el relativo beneficio que regresa a la ciudad, es un tema que todavía molesta a muchos”, dice por lo bajo una de las guías. La central está construida dos kilómetros aguas debajo de los rápidos de Apipé, frente a las localidades de Ituzaingó y Ayolas (Paraguay), y desde que hace un par de años se logró el alcance de la cota 83 msnm en el eje Posadas-Encarnación, se cumplió el objetivo de generar el ciento por ciento de su capacidad: unos 20.000 gigavatios por hora. LA PUERTA NORTE Los Esteros del Iberá son un tesoro inigualable, el correntino lo sabe. Y Cambyretá, su joya más reciente. Allí partimos con Mariela Pedelhez, apasionada por esos ambientes naturales y avezada cebadora de tereré. Vamos por la RN12 unos 15 kilómetros, y entramos a un camino consolidado de tierra, a cuyos lados brillan los bañados azules y verdes. Pasamos algunas tranqueras y damos con las primeras plantas y animales característicos de este extenso territorio, del que The Conservation Land Trust (CLT), la ONG creada por Douglas Tompkins, posee 22.000 hectáreas. Los bañados y los montes son, a diferencia de otros paisajes de laguna, la particularidad de esta ecorregión, y la espátula rosada una de sus aves más hermosas: ella, como la garza blanca, nos permite algo de cercanía hasta despegar sobre los camalotes, mostrando su plumaje elegante en el vuelo. Carpinchos, yacarés y ciervos; armadillos, zorros y monos carayá; patos, garzas y otras tantas aves pueblan cada tramo del camino. Kilómetros más arriba una casita se deja ver entre el follaje. “Yo también tenía mis prejuicios, pero estando aquí adentro puedo asegurar que se hacen muchas cosas bien de parte de la gente de Tompkins. Es muy bueno que un privado, y no sólo éste, quiera conservar el patrimonio correntino en vez de poner la tierra a producir pinos o ganadería, alejando esta fauna única”, cree Marcelo, guardaparque provincial. Asignado a la seccional San Ignacio, controla y vigila la reserva especialmente de los cazadores, un mal que aún sigue –aunque en decadencia– asechando toda la región. También está dentro de sus funciones la educación ambiental, que suele practicar con los chicos de los colegios que visitan Cambyretá. Por su reciente apertura –menos de tres años– recién se están realizando relevamientos de fauna, y aún no se tiene certeza sobre la cantidad de población animal. Sí se sabe que de las 350 especies de aves del Iberá aquí se encuentran unas 150. Algo interesante de este portal todavía en construcción (los quinchos y áreas de servicio están en plena obra) es la posibilidad de recorrerlo en vehículo, a caballo o a pie casi en su totalidad, realizando el famoso safari fotográfico sin más restricción que la de respetar la flora y la fauna. Y es que disfrutar e interactuar con los animales a la vera del camino y en sus cordones arenosos es todo un plan en sí mismo. Estancias ganaderas, pastizales, cañadas y lagunitas se pueblan de colores y pájaros, flores acuáticas y la estirpe del gaucho correntino, infaltable en los paisajes de Ituzaingó, y de este tesoro vasto llamado Iberáz

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