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Domingo, 11 de mayo de 2014
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Chubut. Comarca de Los Alerces

Entre bosques y estepa

El noroeste chubutense, con base en Esquel, alberga idílicos paisajes en los bosques y lagos del Parque Nacional Los Alerces, impresionantes panoramas en la estepa como Piedra Parada y un rico legado cultural galés en la pequeña Trevelin.

Por Mariana Lafont
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La impresionante Piedra Parada, solitaria en medio de la estepa patagónica.

Fotos de Mariana Lafont

El corazón de la Comarca de Los Alerces es el parque nacional homónimo, donde árboles milenarios y lagos de ensueño reciben al visitante para recorrer todos sus senderos y puntos panorámicos. Ubicado a sólo 38 kilómetros de Esquel, se creó para resguardar el alerce patagónico o lahuán, un exponente típico de la flora andino-patagónica de madera dura y resistente, uno de los más antiguos del planeta y que crece apenas un milímetro por año. Al mismo tiempo, el parque resguarda el sistema lacustre en el que se destacan los lagos Menéndez, Rivadavia, Futalaufquen, Verde y Krüger, además de buenos pesqueros como la famosa boca del río Rivadavia. También está el río Frey, que desagua en la represa hidroeléctrica Futaleufú, construida entre 1971 y 1976 para abastecer de energía eléctrica a la empresa de aluminio Aluar, en Puerto Madryn. Su construcción modificó el paisaje y donde antes estaban los lagos Situación, 1, 2, y 3, hoy se ve el lago Amutuy Quimey, más que apropiado nombre nativo que significa “belleza perdida”.

Para acceder al parque se va a Villa Futalaufquen, donde están la intendencia, un centro de informes y un museo para obtener información y permisos de pesca. Entre los grandes bosques de coihues hay más de veinte senderos peatonales y numerosos caminos vehiculares para explorar. También hay circuitos que requieren preparación y más horas de marcha, como el que va al cerro Alto El Dedal, que comienza a 200 metros del centro de informes y culmina en un mirador de la cumbre. Desde allí se contemplan parte del lago Futalaufquen, el Cordón Situación y el valle del río Desaguadero. Otra opción es subir al cerro Alto El Petiso desde Puerto Mermoud, a orillas del lago Verde, y llegar a la cumbre de la montaña con una excelente vista de la geografía circundante. Otro sendero más sencillo sale de la seccional de guardaparques Arrayanes –en el río turquesa que une los lagos Futalaufquen y Verde– y finaliza en la laguna Escondida.

Además de caminar, la excursión más típica del parque es la lacustre que va al Alerzal. Se sale de Puerto Limonao a Puerto Mermoud, allí se desciende y se camina un corto trecho hasta Puerto Chucao, donde se toma otra embarcación que recorre el lago Menéndez, con una vista increíble del glaciar Torrecillas. Luego se desembarca en Puerto Sagrario, en el brazo norte del mismo lago, y por un circuito de dificultad media-baja de una hora y media se llega al bosque milenario donde se yergue “El Abuelo”, gran ejemplar de más de 2700 años y 57 metros de altura, que requiere el abrazo de ocho personas para rodear su enorme tronco.

Caminando hacia Puerto Chucao, de donde parten las excursiones lacustres en Los Alerces.

HERENCIA GALESA En 1670 comenzaron a recorrer la zona los jesuitas procedentes de Chile, pero sólo hacia 1880 comenzó a avanzar la colonización de la cordillera chubutense con el asentamiento en el Valle 16 de Octubre, donde hoy están Esquel y Trevelin. Ambas ciudades tienen orígenes galeses: aquellos inmigrantes llegaron a la actual Puerto Madryn en 1865, en busca de un lugar donde preservar su lengua, costumbres y el ejercicio de su religión. Como el clima y el suelo no eran muy favorables, los recién llegados se adentraron en el desierto patagónico y llegaron, a fines del siglo XIX, a ese valle donde –más de un siglo después– la cultura galesa perdura no sólo en los descendientes de los colonos sino también en habitantes locales, que tomaron tales costumbres como propias.

“Pueblo del Molino” es el significado de Trevelin en galés, ya que allí había un molino harinero. Pero hoy uno de sus principales distintivos son las típicas casas de té, con muchas tortas, scones, pan casero y la tradicional torta negra galesa. Un buen lugar para descubrir que, contrariamente a lo que se cree, esta especialidad no es de Gales sino que nació en Chubut, y evoca los períodos más duros de la colonia. Debido a la escasez de alimentos las mujeres se las ingeniaban para preparar platos con pocos ingredientes y larga conservación, como esta torta a base de harina, azúcar negra y nueces, que permanece como recuerdo de los malos momentos pasados y como símbolo del tesón y la supervivencia galesa. Alrededor del té se desarrollaba la actividad social y, luego de los oficios religiosos, las familias pasaban al salón contiguo a la capilla (el vestry) donde compartían panes, tortas y dulces caseros, tomando té, a la vez que intercambiaban las últimas novedades sobre nacimientos, fallecimientos, noviazgos y bodas.

El Viejo Expreso Patagónico, la entrañable “Trochita” que cautivó a Bruce Chatwin.

DE ESQUEL A LA ESTEPA Saliendo de Esquel es posible adentrarse en la estepa de dos maneras: la clásica en la Trochita y otra menos típica a Piedra Parada. La sensación al viajar en la mítica Trochita es la de haberse subido a un tren de juguete, el mismo tren que atrajo a viajeros y escritores como Paul Theroux y Bruce Chatwin. ¿Por qué? Porque no es fácil hallar un tren de vapor tan simpático y de tan reducidas dimensiones. Si bien originalmente iba de Esquel a Ingeniero Jacobacci, hoy la excursión clásica va hasta Nahuel Pan –a 20 kilómetros de Esquel– donde hay artesanías y se visita el Museo de Culturas Originarias Mapuche y Tehuelche. Y cada febrero llega a El Maitén, donde se hace la Fiesta Nacional del Tren de Vapor.

Su nombre se debe a lo angosto de su trocha, de 75 centímetros, y sus orígenes datan de comienzos del siglo XX, cuando eran pocos los trenes que circulaban en la Patagonia. En 1908 se sancionó una ley para desarrollar las comunicaciones en la región. Con algunas pausas se construyó el ramal a Esquel usando una trocha económica de 0,75 metro, y en 1921 se hizo el tendido. Al año siguiente se compraron los bellos vagones de madera de la firma belga Famillereux. Hacia 1935 comenzaron a funcionar los primeros tramos de la línea y en 1941 el ferrocarril llegó a El Maitén, donde hoy siguen funcionando los talleres. Finalmente, el 25 de mayo de 1945 el trencito entró a Esquel y, desde entonces y hasta principios de los ‘70, cumplió un rol fundamental en el desarrollo patagónico. Con el tiempo el transporte automotor desplazó al ferrocarril. El declive fue inevitable y en 1992 se anunció el cierre del ramal, pero La Trochita era muy querida por todos y muchos exigieron su reapertura: finalmente en 1999 fue declarada Monumento Histórico Nacional.

Un poco más lejos pero un buen lugar para conocer estando de visita en la Comarca de Los Alerces es Piedra Parada. Esta gigantesca roca –impresionante desde el ángulo desde el que se la mire– se halla en un área natural protegida en una extensa pampa a orillas del río Chubut. Tan rectas son sus paredes que parece increíble que su origen sea natural. Para llegar hay que ir a la localidad de Gualjaina, a 85 kilómetros de Esquel, y luego hacer 42 kilómetros más por la RP12 hasta Piedra Parada. Esta gran mole rocosa mide 260 metros, tiene una base de 100 metros de diámetro y es meca de aficionados a la escalada y el rappel. Hace millones de años, Piedra Parada fue el centro de la caldera de un volcán que un día se extinguió y cuyos últimos fluidos de lava se solidificaron, dando origen a semejante formación. Si hay tiempo, no dejar de visitar el cañadón de La Buitrera, un angosto sendero peatonal entre dos paredones de 50 metros con llamativas formaciones geológicas. El cañadón está a 500 metros de la piedra y para llegar hay que cruzar el puente sobre el río Chubut. Tiene tres kilómetros de largo y las paredes, que primero sobrepasan los 150 metros, disminuyen gradualmente hasta desaparecer completamente. Una linda aventura en la estepa patagónica.

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