Sin palabras La masa susurrante de una lengua desconocida constituye una protecci贸n deliciosa, envuelve al extranjero (por poco que el pa铆s no le sea hostil) con una pel铆cula sonora que detiene en sus o铆dos todas las alienaciones de la lengua materna; el origen, regional y social de quien la habla, su grado de cultura, de inteligencia, de gusto, la imagen mediante la cual 茅l se constituye como persona y pide reconocimiento. Por esto 隆qu茅 descanso en el extranjero! All铆 estoy protegido contra la estupidez, la vulgaridad, la vanidad, la mundanidad, la nacionalidad, la normalidad. La lengua desconocida, de la que no obstante aprehendo la respiraci贸n, la corriente a茅rea emotiva, en una palabra, la pura significatividad, conforma en torno m铆o, a medida que me desplazo, un ligero v茅rtigo, me arrastra en su vac铆o artificial, que s贸lo se cumple para m铆: me mantengo en el intersticio, desembarazado de todo sentido pleno. 驴C贸mo se las ha arreglado all谩 con la lengua? Sobreentendido: 驴C贸mo se ha asegurado esa necesidad vital de comunicaci贸n? O m谩s exactamente, aserci贸n ideol贸gica que recubre la interrogaci贸n pr谩ctica: no hay comunicaci贸n m谩s que en la palabra.
Ahora bien, sucede que en este pa铆s (el Jap贸n), el imperio de los significantes es tan vasto, excede hasta tal punto la palabra, que el intercambio de signos sigue siendo de una riqueza, de una movilidad, de una sutileza fascinantes, a despecho de la opacidad de la lengua, a veces incluso gracias a esta opacidad. La raz贸n de esto es que all谩 el cuerpo existe, se despliega, act煤a, se entrega, sin histeria, sin narcisismo, pero seg煤n un puro proyecto er贸tico 鈥揳unque sutilmente discreto鈥. No es la voz (con la que nosotros identificamos los 鈥渄erechos鈥 de la persona) quien comunica (驴comunicar qu茅?, 驴nuestra alma 鈥揻orzosamente bella?鈥, 驴nuestra sinceridad?, 驴nuestro prestigio?), es todo el cuerpo (los ojos, la sonrisa, el mech贸n, el gesto, el vestido) el que mantiene con nosotros una especie de balbuceo al que el perfecto dominio de los c贸digos quita todo car谩cter regresivo, infantil. Fijar una cita (por gestos, dibujos, nombres propios) lleva sin duda una hora, pero durante esa hora, para un mensaje que se habr铆a resuelto en un instante si hubiera sido hablado (a la vez totalmente esencial e insignificante), lo que se conoce, se degusta, se recibe, es todo el cuerpo del otro, y es 茅l quien ha desplegado (sin un verdadero fin) su propio relato, su propio texto.
EL AGUA Y EL COPO El plato de comida parece un cuadro de los m谩s delicados: es un marco que contiene sobre fondo oscuro objetos variados (cuencos, cajas, platitos, palillos, montoncitos de alimentos, un poco de jengibre gris, algunos tallitos de verdura naranja, un acompa帽amiento de salsa parda), y como estos recipientes y estos trozos de comida son exiguos y tenues, aunque numerosos, se dir铆a que esas bandejas cumplen la definici贸n de la pintura que, en el decir de Piero della Francesca, 鈥渘o es m谩s que una demostraci贸n de superficies y de cuerpos haci茅ndose siempre m谩s peque帽os o m谩s grandes con arreglo a su fin鈥. Sin embargo, un orden as铆, delicioso cuando aparece, tiene por objeto ser deshecho y vuelto a recomponer seg煤n el ritmo mismo de la alimentaci贸n; lo que era un cuadro inamovible en un principio, se convierte en un banco artesanal o un tablero, espacio, no ya de una vista, sino de una acci贸n o de un juego; la pintura en el fondo no es m谩s que una paleta (una superficie de trabajo), con la que se va a jugar a medida que se come, cogiendo de aqu铆 una pizca de legumbres, de ah铆 arroz, de ac谩 un condimento, de all谩 un sorbo de sopa, seg煤n una libre alternancia, a la manera de un grafista (precisamente japon茅s), instalado delante de un juego de vasos y que, a la par, sabe y titubea: de este modo, sin ser negada o disminuida (no se trata de una indiferencia con respecto a la comida, actitud siempre moral), la alimentaci贸n da la impresi贸n de una especie de trabajo o de diversi贸n, que no se aplica tanto sobre la transformaci贸n de la materia prima (objeto propio de la cocina; no obstante, la comida japonesa est谩 poco guisada, los alimentos llegan naturales a la mesa), como sobre la uni贸n m贸vil y casi inspirada de elementos cuyo orden de proporci贸n no est谩 fijado por ning煤n protocolo (se puede alternar un sorbo de sopa con un bocado de arroz o una pizca de legumbres): al estar todo el hacer de la comida en la composici贸n, al componer sus elementos, decido uno mismo lo que come; el plato no es ya un producto confiado a otros, cuya preparaci贸n est谩, en nuestro caso, p煤dicamente alejada en el tiempo y en el espacio (comidas elaboradas por adelantado tras el tabique de una cocina, habitaci贸n secreta donde todo est谩 permitido, con tal de que el producto no salga de ah铆 sino compuesto, adornado, embalsamado y disfrazado). De ah铆 el car谩cter vivo (lo que no quiere decir natural) de esta comida, que en todas las 茅pocas parece realizar la exhortaci贸n del poeta: 隆Ah!, celebrar la primavera con las cocinas exquisitas.
De la pintura, la comida japonesa toma tambi茅n la cualidad menos inmediatamente visual, la cualidad m谩s profundamente metida en el cuerpo (unida al peso y al trabajo de la mano que traza o cubre) y que no es el color, sino la pincelada. El arroz cocido (cuya identidad absolutamente particular es nominada por un nombre especial, que no es el del arroz crudo), no puede definirse m谩s que por una contradicci贸n de la materia; a la vez es cohesivo y separable; su destino sustancial es el fragmento, el ligero conglomerado; es el 煤nico elemento de ponderaci贸n de la comida japonesa (antin贸mica de la comida china); es lo que cae, por oposici贸n a lo que flota; dispone en el cuadro una blancura compacta, granulosa (al contrario de la del pan) y, sin embargo, apetitosa; lo que llega a la mesa, apretado, encolado, se deshace, de un golpe de los palillos, sin que jam谩s, por el contrario, se desparrame, como si la divisi贸n no sirviera m谩s que para producir de nuevo una cohesi贸n irreductible; esta defecci贸n medida (incompleta) es lo que, m谩s all谩 (o m谩s ac谩) de la comida, se da a consumir. Asimismo 鈥損ero en el otro extremo de las sustancias鈥 la sopa japonesa (esta palabra, sopa, es indebidamente espesa, y potage recuerda a casa de hu茅spedes) distribuye en el juego alimenticio una pincelada de luz. Entre nosotros, una sopa clara es una sopa pobre; pero aqu铆, la ligereza del caldo, fluido como el agua, el polvo de soja o de alubias que en 茅l se desplaza, la rareza de dos o tres s贸lidos (tallito de hierba, filamento de verdura, trocito de pescado) que dividen al flotar esta peque帽a cantidad de agua, dan la idea de una densidad l煤cida, de una nutrici贸n sin grasa, de un abarquillar tanto m谩s reconfortante cuanto m谩s puro: cualquier cosa acu谩tica (m谩s que acuosa), de delicado toque marino, conlleva un pensamiento de manantial, de vitalidad profunda. As铆, la comida japonesa se establece dentro de un sistema reducido de la materia (de lo claro a lo divisible), en un temblor del significante; estos son los caracteres elementales de la escritura, establecida sobre una especie de vacilaci贸n del lenguaje, y de este modo se nos aparece la comida japonesa: una comida escrita, tributaria de gestos de divisi贸n y de parcelamiento que no inscriben el alimento en el plato de comida (no tiene nada que ver con la comida fotografiada, las composiciones coloreadas de nuestras revistas femeninas), sino en un espacio profundo que sit煤a en diversos planos al hombre, la mesa y el universo. Porque la escritura es precisamente ese acto que une en el mismo trabajo lo que no podr铆a aprehenderse junto en el 煤nico espacio plano de la representaci贸n.
PALILLOS (...) Los palillos tienen muchas otras funciones adem谩s de llevar la comida del plato a la boca (que es la menos pertinente, ya que es tambi茅n la funci贸n de los dedos y tenedores), y estas funciones le pertenecen de manera particular. En primer lugar, los palillos 鈥搒u forma lo dice de sobra鈥 tienen una funci贸n de铆ctica: muestran la comida, designan el fragmento, hacen que exista por el mero hecho de la elecci贸n, que es el 铆ndice; pero por eso, en lugar de que la ingesti贸n siga una especie de secuencia maquinal, en la que uno se limitar铆a a tragar poco a poco las partes de un mismo plato, los palillos, al designar lo que escogen (y por tanto al escoger al instante esto de aqu铆 y no aquello otro de all谩), introducen en el uso de la comida, no ya un orden, sino una fantas铆a y como una pereza: en todo caso, una operaci贸n inteligente y no s贸lo mec谩nica. (...) Hay en el gesto de los palillos, todav铆a m谩s suavizado por su materia, de madera o laca, cierta cosa de maternal, la moderaci贸n misma, exactamente comedida, que se pone al mover a un ni帽ito; una fuerza (en el sentido operativo del t茅rmino), no una pulsi贸n; se trata de todo un comportamiento con respecto a la comida; esto se observa bien en los largos palillos de cocina, que no sirven para comer, sino para preparar los alimentos: nunca el instrumento horada, corta, raja, hiere, tan s贸lo toma, devuelve, transporta.
* El imperio de los signos, 1970.
Crudos o cocidos: en la comida japonesa los alimentos llegan poco guisados a la mesa.© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
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