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Domingo, 25 de septiembre de 2016
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ALEMANIA > Escenarios cinematográficos

El Gran Hotel de Zubrowka

Un paseo por las locaciones de la película Gran Hotel Budapest. ¿En Hungría? No, sobre todo en Alemania, un fenómeno posible gracias a la tan mentada magia del cine, pero también con reminiscencias de Viena y Praga, que confluyen en un lugar indefinido e imaginario pero con un ADN inconfundible del este europeo.

Por Graciela Cutuli
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Fachada rosa y reminiscencias de Europa oriental para la fachada del Gran Hotel del film de Wes Anderson.

Prototipo del intelectual europeo de una época que se diría casi en el olvido –las primeras décadas del siglo XX, con sus ecos de gran guerra pero también su floreciente riqueza intelectual y artística, su spleen y al mismo tiempo su imparable progreso–, el escritor Stefan Zweig fue la inspiración intangible de un film singular que hace un par de años se convirtió rápidamente en un nuevo clásico. Gracias a un guion impecable, una fotografía de matices tan melancólicos como una vieja cinta de celuloide, actores magistralmente sumergidos en su papel y escenarios que reflejaron con fidelidad pasados esplendores de ribetes imperiales, el Gran Hotel Budapest –ficticio nombre de un libro que lleva una joven en la igualmente ficticia República de Zubrowka al comenzar el film– recreó un universo tan sugestivo como el del propio Zweig. Y hoy inspira nuevos viajes “de carne y hueso”, casi peregrinaciones para saber si y dónde existe realmente este hotel salido de la pantalla grande.

EL CORINTHIA Valga aclarar entonces que el Gran Hotel Budapest no existe como tal. Y que lo que más se le parece no queda tampoco en Budapest. Pero la capital húngara de estirpe imperial tiene su as bajo la manga: se llama Corinthia Hotel Budapest y es un espléndido edificio que abrió –ya entonces como hospedaje– en 1896, con el nombre de Grand Hotel Royal.

Ni lerdos ni perezosos, los actuales responsables del lugar advirtieron las semejanzas y las proclaman en su web: “¿Qué hotel inspiró la película? El film relata las aventuras de Gustave H., el legendario conserje de un famoso hotel europeo entre ambas guerras. Si se recorre la historia del Corinthia Hotel Budapest, antiguamente Grand Hotel Royal, no se podrán dejar de notar los puntos en común”. El Gustav H. húngaro –apuntan– tiene también nombre y apellido: se llama Tibor Meskal y trabajó en el establecimiento desde los años 60. No hacía falta más para armar un paquete especial que reúna realidad y ficción: a los huéspedes cinéfilos se les ofrece una habitación doble con desayuno buffet, traslados en limusina desde y hacia el aeropuerto, mobile check-in, un DVD para ver la película en la habitación, un set especial de amenities para la particular noche de cine, una visita guiada que se enfoca en la historia del hotel y de las películas, un libro de recuerdos y el acceso al Royal Spa. Una “oportunidad única de vivir la vida de la élite de los años ‘30 en uno de los primeros hoteles europeos en contar con habitaciones en suite y ascensores eléctricos”. Mientras tanto en el film Gustave H. alude a otra cara de aquellos años no tan dorados que se cuelan en la historia: “Aún hay vagos destellos de civilización en este matadero salvaje que alguna vez fue la humanidad”. Si se recuerda que fue la década de ascenso del nazismo, se comprende cabalmente la declaración.

EN ALEMANIA Aunque gran parte de la película se filmó en Alemania, la elección de Budapest para el nombre del hotel refleja mucho mejor el espíritu de Zweig y ese aire nostálgico de antiguo imperio que tenía la capital magiar de los Habsburgo. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de las locaciones son en Görlitz y otras zonas de Sajonia, en el este de Alemania. Görlitz es incluso la ciudad más oriental del territorio germánico y uno de sus distritos pasó a pertenecer a Polonia cuando se redefinieron las fronteras como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, fue afortunada durante el conflicto: salvada de las destrucciones masivas que padecieron muchas otras ciudades alemanas, hoy se la considera como una de las más bellas del país, una encrucijada de arte e historia donde cientos de edificios quedaron intactos y están clasificados como monumento histórico.

Gracias a la película, ahora el más conocido es el Görlitzer Warenhaus, un antiguo centro comercial de 10.000 metros cuadrados construido en 1912 en estilo art-nouveau. La rosada fachada exterior del Gran Hotel Budapest es en verdad una maqueta, pero sus interiores fueron ambientados justamente en el el Görlitzer Warenhaus, que tuvo una larga, agitada y no siempre afortunada historia comercial, atravesando indemne la época de la Alemania Oriental –cuando era destino frecuente de polacos y alemanes– pero sin conseguir un destino duradero después de la reunificación alemana.

Lo curioso es que antes de las tiendas, a fines del siglo XVIII, existía aquí el albergue Goldener Strauss, que luego sería convertido en hotel. Sólo más tarde el consejo municipal decidiría levantar el centro comercial, inaugurado el 30 de septiembre de 1913: es el mismo que ahora podría reabrir sus puertas, según las últimas noticias este mismo año…

AIRES ORIENTALES Quien quiera hacer un recorrido fílmico más exhaustivo por Görlitz –ciudad que de una manera u otra tiene múltiples vinculaciones con el cine– tendría que visitar también otro hotel, esta vez real: el Börse, donde se alojaron Ralph Fiennes, Tilda Swinton, Willem Dafoe y gran parte del elenco durante la filmación.

Y sin duda varios más, como detalló el Guardian cuando rastreó la discreta celebridad de Görlitz como locación cinematográfica: por aquí anduvieron, entre muchos otros, Daniel Brühl en Bastardos sin gloria, y Jackie Chan en La vuelta al mundo en ochenta días (con Görlitz haciendo de París). En cuanto al restaurante del hotel, fue ambientado en el Stadhalle de Görlitz, una antigua sala de conciertos de la ciudad.

Por otra parte, para otros momentos de la filmación se utilizaron los estudios Babelsberg, cerca de Berlín, y también una maqueta de tres metros de altura hecha a mano, con reminiscencias del elegante y refinado Hotel Gellért de Budapest y otros dos establecimientos de Karlovy-Vary, la conocida ciudad termal de la República Checa que aloja uno de los festivales internacionales de cine más antiguos del mundo: el Grandhotel Pupp y el Bristol Hotel, de inconfundible fachada rosa. En cuanto al Gellért, merecería sin duda el apodo de “gran hotel de Budapest”: levantado a orillas del Danubio entre 1916 y 1918, en estilo art-nouveau, es uno de los establecimientos históricos más conocidos de Europa, se lo suele llamar “la primera dama del turismo húngaro” y es particularmente célebre por su spa y los baños termales.

Y si el Gran Hotel Budapest del film es en sí el logrado resultado de la cruza de varios semejantes que existen realmente en el este de Europa, lo mismo ocurre con la imaginaria ciudad de Lutz, donde confluyen Görlitz pero también Praga, Budapest (el funicular que lleva al establecimiento es como el que se toma para subir al castillo de la capital húngara), Karlovy-Vary y Dresde (allí la centenaria lechería Pfunds Molkerei recreó la pastelería Mendl’s y el palacio Zwinger representa el Museo de Arte de Lutz). Precisamente por eso estos lugares que no existen fuera de la pantalla grande al mismo tiempo tienen un aire familiar, de cierto déjà-vu, como si el espectador ya los hubiera visto y caminado. Y valga recordar que Lutz queda a su vez en la inexistente República de Zubrowka… nombre que por cierto pertenece a una conocida marca de vodka con hierbas de origen polaco, uno más de los numerosos guiños de la película.

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