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Domingo, 18 de abril de 2004
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TANDIL Excursión a una reserva natural

En la Sierra del Tigre

A 6 kilómetros de la ciudad de Tandil, una reserva natural resguarda algunos animales autóctonos y otras especies introducidas. Además de la fauna, un paseo por los paisajes serranos más bonitos de la zona.

Por Julián Varsavsky
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Guanacos y llamas entre las rocas de los cerros de Tandil.
La Sierra del Tigre debe su nombre a la antigua presencia en la zona del injustamente temido yaguareté, que ya ha desaparecido de aquí y es una especie en extinción en la lejana Misiones. En su lugar, hoy pueden verse en la reserva tandilense seis robustos ejemplares de puma americano de terso pelaje gris, que van y vienen sin cesar tras los barrotes de una enorme jaula en una cantera de piedra de 30 metros de diámetro.
En la Reserva Natural Sierra del Tigre la mayoría de los animales andan sueltos, y por sobre todo se ven muchos guanacos y llamas que perfilan su esbelta silueta en la punta de los cerros rocosos. Pero lo extraño es que el visitante puede trepar esos cerros con facilidad y acercarse a los confiados animales, que se dejan fotografiar cara a cara con total mansedumbre.
Durante el paseo se suelen divisar a lo lejos algunos esquivos ciervos axi, y quien tenga un poco de suerte se cruzará con algún zorro gris, un gato montés o un jabalí. Pero lo realmente atractivo de esta reserva de 150 hectáreas son sus paisajes, que se observan desde varios puntos panorámicos con vista al sistema serrano de Tandilia.
Al caminar entre los arbustos un olfato atento podrá reconocer hierbas como la menta, la carqueja y el romerillo, y en la Fuente de la Vida el visitante podrá refrescarse la cara con el agua de un manantial. Allí habita el marí marí, un microscópico sapito que solo existe en Argentina y en Paraguay.
Un lugar que llama la atención a todos los visitantes es el caserío de antiguas viviendas de piedra, sin techo. Aquí habitaban los picapedreros que hacían adoquines a fines del siglo XIX. Muchos de ellos eran inmigrantes de Montenegro que, por costumbre ancestral, construían sus casas de piedra con techo de chapa. Cuando una cantera se agotaba, abandonaban la casa y construían otra con el techo de la anterior.
La reserva se puede recorrer en vehículo propio, contratando una excursión en combi, a pie, a caballo o en bicicleta. La opción del auto o la combi es la más cómoda, pero para poder avistar las especies menos comunes no es la ideal, ya que se escapan al oír el motor. De todas formas se puede dejar el vehículo y salir a caminar. Y si se decide seguir a pie, hay que tener en cuenta que el paseo completo tiene tres kilómetros y medio de extensión.

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