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Domingo, 31 de octubre de 2004
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San Juan: Barreal y el complejo astronómico

Estrellas del Valle de Calingasta

Custodiado por el Aconcagua y el Cerro Mercedario, el Valle de Calingasta encierra sorprendentes lugares como Barreal, una extraña, extensa y reseca planicie de la Reserva El Leoncito, cuya imagen evoca un paisaje lunar. Y si de lunas se trata, también hay que visitar allí el famoso complejo astronómico para espiar desde sus potentes telescopios el universo y sus estrellas.

Por Julián Varsavsky
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Picos nevados y rocas talladas por los vientos en los impactantes paisajes cordilleranos del sudoeste sanjuanino.
En el vértice sudoeste del mapa de San Juan existe un gran valle surcado por ríos y acequias, y rodeado por picos nevados que encierran algunos de los paisajes más tranquilos y hermosos de la región del Cuyo. El Valle de Calingasta queda a 180 kilómetros de la ciudad de San Juan y está custodiado desde siempre por dos guardianes de piedra que parecen estar al acecho del visitante durante cada jornada de viaje: el Cerro Mercedario (6770 metros) y el descomunal Aconcagua (6960 metros).
El centro turístico del valle está en la zona sur, en la apacible localidad de Barreal, un pueblo con calles de tierra que tienen una fila de rectos álamos a cada costado y una refrescante acequia con agua de deshielos. Situado al pie del cordón precordillerano de Ansilta, Barreal dispone de varios complejos de cabañas, hosterías y camping, además de prestadores de servicios turísticos de aventuras (cabalgatas, carrovelismo, rafting y trekkings, entre otras).

Suelo lunar

A 40 kilómetros del pueblo está la reserva natural El Leoncito –a cargo de la Administración de Parques Nacionales–, el principal atractivo turístico principal que se visita desde Barreal. Allí está, justamente, el “Barreal” –que le da nombre al pueblo–, una reseca planicie de catorce kilómetros de largo por cinco de ancho. En realidad fue el lecho de un lago que se secó hace varios millones de años. El paisaje es extrañísimo, de color blanco radiante, con algo de paisaje lunar. No hay ni un arbusto ni una rama seca; sólo un suelo liso con resquebrajamientos en forma de pentágono que se reproducen con la exactitud matemática de una telaraña.
El Barreal es también una de las mejores pistas de carrovelismo. Un carrovela es un vehículo con dos ruedas traseras de auto, una delantera de motoneta, dos bastidores de acero con fuselaje y un mástil de aluminio, que se mueve por la acción del viento. Los prestadores turísticos de este deporte tienen un carro especial para dos personas. La sensación de ir a toda velocidad por un terreno reseco es como si se navegara con las velas desplegadas por un inverosímil mar de arena, avanzando en largos zigzags con curvas de hasta 200 metros. Si el acompañante no tiene miedo, el conductor puede realizar algunas piruetas como inclinar el carro hacia un lado y levantarlo para que ande en dos ruedas.

Un centro astronómico

Dentro de la reserva El Leoncito existe un complejo astronómico con dos observatorios telescópicos ubicados estratégicamente –a 2552 metros sobre el nivel del mar–, en una zona que se distingue por tener un cielo diáfano y sin polución durante casi 300 días al año. En la visita a los observatorios, un técnico operador de telescopios explica los trabajos usuales del centro donde en 1984 concluyó un largo proceso de estudio de 970 estrellas. Ahora se está repitiendo el mismo trabajo para comparar –con un margen de 24 años– los cambios y los movimientos de esas estrellas, lo cual permite descubrir estrellas nuevas cuya luz llega a la tierra muchos millones de años después de haber sido emitida. Así, a veces se capta la luz de una estrella que ya se ha apagado.
Un aspecto muy llamativo de la visita es conocer el Programa Asteroide, dedicado a seguir la órbita de estas moles de piedra que flotan por el espacio y poder prever así un choque con la Tierra. Según nos explican, los asteroides más peligrosos son los que miden más de dos kilómetros de largo. Por ejemplo, en el año 2140 un gran asteroide va a pasar muy cerca de la Tierra y ya se prevé que será necesario lanzarle un misil. Pero mucho más “preocupante” resulta ver la secuencia de fotos que demuestra cómo la Vía Láctea y la galaxia Andrómeda se van acercando entre sí de manera peligrosa. Las dos galaxias están irremediablemente condenadas a colisionar dentro de millones de años, provocando un choque infernal de estrellas que iluminará por mucho tiempo el universo. Y también arrasará con todo el sistema solar de un plumazo.Durante la visita al complejo, todo el mundo está ansioso por llegar a la sala del gran telescopio de 40 toneladas cubierto por una cúpula gigante que se abre por las noches para espiar el universo. De todas formas, esto ya no se hace más por una mirilla sino a través de una pantalla de computadora. Los astrónomos son personas noctámbulas por obligación (o quizá por elección), así que durante la visita diurna uno nunca se los cruza porque están durmiendo. Para verlos a ellos, y sobre todo para observar las estrellas, hay que convenir por teléfono una visita nocturna. Al visitante se le ofrece un telescopio Meade de 20 cm, mientras un técnico lo asiste para ubicar en el espacio los astros más interesantes que están en “exposición” en el firmamento esa noche. Además se pueden guardar imágenes para llevar en un disquete. El servicio que se ofrece al turista es sólo para dos personas por noche, con alojamiento y una comida.

Excursión a Los Morillos

A pocos kilómetros de Barreal hay un refugio de altura llamado Los Morrillos, donde se pueden ver vestigios de las diferentes culturas que habitaron el Valle de Calingasta durante 8 mil años. En ese lugar –un área protegida de carácter privado que depende de la Fundación Vida Silvestre– se descubrieron pinturas rupestres, petroglifos, restos de fogones y los restos de 17 momias y párvulos enterrados. Las culturas que habitaron esta zona fueron La Fortuna (6500 a 6000 años a.C.), Los Morrillos (5900 a 2000 a.C.) y Ansilta (1800 a 500 a.C.).
El trayecto hasta el refugio en camioneta 4x4 depara sorpresas como la aparición repentina de grandes manadas de guanacos con su macho centinela al frente. Además suelen verse pequeños grupos de suris, una especie local de ñandú muy pequeño. El recorrido incluye la visita a tres grutas con pinturas rupestres de forma abstracta. Muchos viajeros deciden alojarse en la rústica cabaña de Los Morrillos para dedicarse a explorar la zona a fondo, a lomo de caballo.

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