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Domingo, 5 de febrero de 2006
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NUEVA YORK El barrio del Bronx

Un distrito hip hop

Es el único distrito, de los cinco que tiene Nueva York, que no es una isla. Como carga con una cierta mala fama, las agencias de viajes no suelen incluirlo en los tours por la ciudad. Sin embargo, este barrio es una de las facetas esenciales del caleidoscopio neoyorquino: escaleras de incendio, fulgurantes graffiti, edificios art-déco, un histórico cementerio y todo el ritmo del hip hop.

Por Leonardo Larini
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Las paredes cubiertas de fulgurantes graffiti del Bronx.

Desde el George Washington Bridge se tiene una extraña y muy original –y oblicua– panorámica de Manhattan. Los lejanos rascacielos aparecen más separados y no sorprenden por su altura. Ese relieve tan particular produce una sensación que oscila entre el desencanto y la euforia de la novedad. Uno se percata, entonces, de las mil caras de Nueva York, esa ciudad infinita. El trayecto por ese puente –tan imponente como su colega de Brooklyn, y el único que une a Nueva Jersey con Nueva York sobre el río Hudson– ofrece una atractiva vista del norte de Harlem. Finalizado el recorrido, a la altura de la calle 178, la enorme mole de cemento cuenta con un segundo tramo que cruza el río Harlem y desemboca en el Bronx.

EN TIERRA FIRME La falta de avidez por conocer verdaderamente una ciudad, y la mala fama que se ha ganado a lo largo de los años, han hecho que el Bronx haya quedado marginado de los programas de las agencias de viajes.

Porque si bien tiene zonas un tanto peligrosas, sobre todo en el sur, lejos está este distrito de ser un área impenetrable. Tierra natal de famosos como Calvin Klein, Al Pacino, Willie Colón, el escritor Don DeLillo, Stanley Kubrick, Jennifer Lopez y el cineasta Abel Ferrara, el Bronx está conectado con Manhattan por varias líneas de subterráneo –gracias a las cuales el turista puede llegar fácil y rápidamente–, y a Queens por tres puentes: Triborough Bridge, Whitestone Bridge y Throgs Neck Bridge.

Con casi un millón y medio de habitantes –la mayoría de ellos pertenecientes a las comunidades negra y latina–, fue bautizado así en homenaje a Jonas Bronck, un inmigrante sueco que en 1639 estableció la primera colonia a orillas del Harlem River junto a un grupo de trabajadores daneses, holandeses y alemanes. Después, el pequeño territorio pasó a formar parte del condado de Westchester y, cuando éste se anexó a Nueva York en 1895, comenzó su lenta independencia hasta que en 1914 pasó a ser uno de los cinco distritos de la ciudad y el único que no es una isla (Manhattan y Staten Island lo son y Brooklyn y Queens forman parte de Long Island).

El primer paneo general muestra un variado paisaje que incluye tranquilas calles barriales, avenidas de intenso movimiento, los típicos edificios con escaleras de incendio, muchos autos viejos, fábricas, paredes cubiertas de fulgurantes graffiti, talleres mecánicos y la convivencia de construcciones quemadas y en pleno abandono con casas de estilo holandés y mansiones de un lujo desmesurado.

Lo ideal es comenzar el recorrido por la Grand Concourse, cuyo diseño fue inspirado en Les Champs Elysées. A medida que se avanza por sus cuadras, el visitante quedará asombrado por la gran cantidad de edificios de estilo art-déco. Uno de ellos es el Loew’s Paradise Theater, conocido como “La Joya del Bronx”. Y no es para menos: este magnífico teatro, inaugurado en 1929 y con capacidad para 4 mil personas, fue durante muchos años el lugar de reunión de los habitantes del barrio. Durante la década del ’70 fue dividido en varias salas pequeñas y en los ’80 cerró sus puertas. Pero el 29 de octubre del año pasado –después de una gran inversión para renovarlo–, el Paradise volvió a brillar como en sus mejores épocas.

NATURALEZA Y POESIA El dirigible amarillo sobrevolaba el Bronx ante la sorpresa de cientos de neoyorquinos. Minutos después el antiguo aparato aterrizó y bajaron de él los mismísimos Rolling Stones. Fue en mayo de 2002, momento en el que la banda inglesa –a exactos 40 años de su debut– se disponía a anunciar ante la prensa el inicio de una nueva gira mundial. El lugar elegido fue el Van Cortland Park, uno de los tantos espacios verdes que ocupan el 24 por ciento de la superficie del Bronx. El resto lo completan los parques Pelham Bastidor Bay, Crotona, Claremont, St. Mary’s, Mosholu, Jerome Park Reservoir y la Bronx River Parkway Reservation, además de la zona de Wave Hill, parque público en el que está ubicada la espectacular mansión de 1843 que fue hogar de Mark Twain, Theodore Roosevelt y Arturo Toscanini.

Lejos de estas opulencias, también guarda suma importancia la Edgar Allan Poe Cottage, cabaña de madera donde vivió el gran poeta y escritor y que fue su último hogar. Poe se mudó allí en 1846 junto con su esposa Virginia, enferma de tuberculosis, para alejarse del ruido y la contaminación de Manhattan, ya que en el Bronx aún reinaba aire puro y fresco. En esta casa, el autor de La casa Usher y El Cuervo escribió dos de sus grandes poemas: Annabel Lee y Las Campanas. Administrado por la Sociedad Histórica del Bronx, y situado en un pequeño parque sobre la Grand Concourse, éste es uno de los cuatro museos dedicados a Edgar Allan Poe (los restantes están en Richmond, Filadelfia y Baltimore).

MUSICA EN LAS PAREDES Es un momento conmovedor y trascendental, aunque se esté contemplando un epitafio: “In Memory of Sir Miles Davis, 1926-1991”. Un eufórico escalofrío recorre la espalda al estar tan cerca de la eternidad del genial trompetista. La elegante lápida, colocada sobre la tierra –como es costumbre aquí–, se encuentra en el Woodlawn Cemetery, uno de los cementerios más grandes de Nueva York. Ubicado en la apacible zona de Rollins Hills, cuenta con extensos caminos arbolados entre las tumbas. Y Miles Davis no podía estar mejor acompañado: en las cercanías descansan en armónico silencio otros grandes del jazz como Duke Ellington, Lionel Hampton, Coleman Hawkins y el compositor de blues W.C. Handy, además de Celia Cruz. Pero hay también un segundo momento emotivo e importante, y es cuando el visitante tiene la posibilidad de pararse delante de la piedra de color rosado, sobre la cual hay esculpido un cuaderno que reza: “Herman Melville”.

A diferencia de su vecino Harlem, que fue y es tierra de jazz, el Bronx es el territorio natural del hip hop, hoy por hoy el género musical más popular de la tierra. Nació en estas calles, sobre todo al sur, a mediados de la década del ’70, con la realización de fiestas en las que surgieron los primeros dj’s callejeros cuyos ritmos entrecortados eran acompañados por improvisaciones vocales a pura rima que dieron origen al rap.

Unos pocos años antes había nacido en el barrio el arte del graffiti, actividad muy apegada al hip hop que todavía hoy es visible en paredes y vagones de tren. El primer miércoles de cada mes, el visitante puede subirse al Free Bronx Tour Trolley, un ómnibus gratuito que recorre las principales áreas en las que se experimentan estas dos manifestaciones artísticas.

EL CIRCUITO TRADICIONAL Claro que el Bronx dispone también de atracciones tradicionales y para toda la familia. Entre ellas sobresalen el Zoológico y el New York Botanical Garden. El Zoo, inaugurado en 1899 con 850 animales, es uno de los más grandes de los Estados Unidos y actualmente cuenta con más de 6 mil mamíferos, peces y aves de 700 especies distribuidos en enormes áreas verdes que pueden ser recorridas a pie, en tren, en mono-rail o en un teleférico. Otro tradicional atractivo, pero que a la vez es otra gran sorpresa para el visitante, es la Orchard Beach. Sí, hay una playa en pleno Bronx y está ubicada en el Pelham Bay Park desde 1930.

De esta manera, yendo de un lugar a otro de manera desordenada, pero disfrutando de cada hallazgo, se llega al famoso Yankee Stadium, uno de los estadios más tradicionales del béisbol. Inaugurado en 1923, este impresionante recinto –que también se usa para recitales y peleas de boxeo– tiene capacidad para 60 mil espectadores y fue por muchos años la casa del legendario Joe Di Maggio, quien vistió la casaca de los New York Yankees durante más de una década.

Finalmente, y para comer, nada mejor que acercarse a la avenida Arthur, punto neurálgico del Little Italy del Bronx. Tan característico como su par de Manhattan, esta zona fue ocupada por gran parte de los italianos que habían llegado a principios del siglo XX a Ellis Island, el refugio neoyorquino de los inmigrantes.

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