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Sábado, 20 de julio de 2002
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SAN LUIS Circuitos por el norte de la provincia

Destinos puntanos

Entre relieves dignos de un parque jurásico, sierras atravesadas por rápidos arroyos, un microclima ya famoso por sus propiedades benéficas, y una
excelente infraestructura turística, San Luis se convirtió en un referente
obligado de vacaciones en cualquier época del año.

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Legendarios microclimas, aventuras y excursiones paleontológicas por el paisaje puntano.
Por Graciela Cutuli

No parece fácil hacerse una identidad e imponerse como destino turístico cuando se está entre los majestuosos Andes de Mendoza, las históricas sierras de Córdoba, las místicas inmensidades de la Patagonia y de la Pampa. Sin embargo, es lo que logró la provincia de San Luis, ayudada por escenarios naturales de gran belleza y una excelente infraestructura que abarca alternativas turísticas para todos los gustos. No sólo como destino de miniturismo, gracias a la villa de Merlo y su ya legendario microclima, sino también como destino de turismo activo, de exploración, de turismo cultural y hasta de turismo paleontológico.
Sin embargo, hay que aclarar que lo esencial de los atractivos turísticos de la provincia se encuentra en el norte, en una región que va desde San Luis capital como punto más sureño hasta los límites de la provincia con Mendoza, San Juan y Córdoba. El sur es una especie de inmenso desierto, muy poco poblado, situado fuera de los dos ejes principales que lo cruzan, la RP
Nº 3 y la RN Nº 148. La provincia misma se organizó en circuitos, todos ellos con la capital provincial como punto de partida, para mostrar lo esencial de sus referencias turísticas. Los recorridos entre un extremo turístico y otro se pueden facilitar armando un circuito que va hacia el norte de la provincia, hasta el pueblo minero La Carolina; otro hacia el nordeste y la villa de Merlo; y un tercero hacia el noroeste, hasta la Sierra de las Quijadas y La Tranca, sobre la ruta hacia San Juan.

Desde la punta de la sierra La capital provincial, San Luis de la Punta de la Sierra de los Venados (según su estado civil completo, aunque se la conoció en el pasado también como San Luis de Loyola Nueva Medina de Rioseco) es tan simple y tranquila como su nombre es largo, y sugiere un emplazamiento aventurero. Sus nombres delatan una historia mucho más agitada que su vivir actual. Fue fundada tres veces, o mejor dicho, desplazada dos veces del lugar donde la había creado Luis Jufré de Loaysa y Meneses (¿le vendrán de su fundador los nombres largos y alambicados?) en 1594. Su emplazamiento actual le fue dado en 1684: sin embargo, no le evitó sufrir malones y un saqueo general en 1712, y no pasó de ser un pueblito perdido frente a los territorios indómitos hasta las Campañas del Desierto a fines del siglo XIX. Su monumento más antiguo se remonta a principios del siglo XVIII. Es un convento, al lado del cual se levantó en los años 30 una curiosa iglesia de estilo mozárabe. El otro centro de interés es una pequeña fábrica de tapices, abierta al público, frente a la plaza central.
La Carolina es sin duda el principal punto de atracción de este recorrido hacia el norte de la provincia. Se trata de un pueblo minero que tiene aires de pueblo fantasma, con casitas de piedra como recién salidas del siglo XIX. La mina de oro, que forma un laberinto dentro del mismo cerro Tomolasta, se visita con guías, a través de algunas de sus galerías ya sin explotar. A orillas de los arroyos de la región, es posible cruzarse con pirquineros que lavan los sedimentos para sacarles fragmentos chiquitos de oro: son gestos repetidos hasta el infinito, para conseguir las últimas migas de la riqueza extinta de La Carolina. El turismo ahora reemplazó el oro: tal vez no valdrá tanto, pero permite al pueblo vivir una segunda juventud. Desde hace un par de años, además de las visitas de la mina, se organizan muchas actividades de turismo aventura en la zona, y se proponen visitas al sitio de Intihuasi, una gruta que albergó uno de los asentamientos humanos más antiguos del país.
Al sur de La Carolina, la reserva de La Florida, a orillas del embalse homónimo, permite acercarse a la fauna y la flora de la provincia. Sobre sus 340 hectáreas se acomodaron grandes espacios donde viven en semicautiverio pumas, cóndores, águilas y lagartos overos, entre otros animales. Siempre en la misma región, cerca de la ciudad de San Luis, se encuentra otro embalse, el del Potrero de Funes, uno de los lugares preferidos por los puntanos los fines de semana por su infraestructura recreativa y la cercanía con el centro urbano.
Algarrobos y quijadas En camino hacia el noreste, la primera parada de importancia se hace en La Toma. En este pueblo está la principal cantera de piedra ónix del país, un auténtico símbolo de San Luis. Más al norte, la región de Merlo y Santa Rosa del Conlara es el principal centro turístico de San Luis, potenciado desde hace un par de meses por la creación de un aeropuerto internacional, en las afueras de Santa Rosa. Merlo fue fundada en 1797 por el Virrey Sobremonte. En sus calles, las construcciones coloniales alternan con edificios más modernos, talleres de artesanías con hoteles confortables, sin perder nunca esa atmósfera de pueblo tranquilo y afable que va a la par con el omnipresente “microclima”. Entre otros paseos, la visita se completa pasando por el Monasterio de la Santísima Trinidad, donde las monjas venden artesanías de marfilina y dolomita talladas, y con una foto delante del famoso Algarrobo Viejo, un árbol que se dice tiene más de 800 años, y cuya presencia recuerda los extensos bosques que cubrían los valles de la región en tiempos prehispánicos. Más lejos en el tiempo, en Bajo de Véliz, hay restos de vida de más de 300 millones de años, con fósiles de paleoflores. Allí se encontró el fósil de una araña que se ganó sin discusión el título de “Araña fósil más grande del mundo”, por su impresionante tamaño.
Igualmente lejos en el tiempo propone viajar el circuito que explora el noroeste de la provincia, hacia el Parque Nacional Sierra de las Quijadas. Combina impresionantes paisajes minerales con restos fósiles muy importantes. Sus formaciones rocosas, paredones de piedras rojizas donde el eco parece tener matices infinitos, prefiguran los paisajes del norte del Cuyo, Catamarca y La Rioja. Este año, a partir del 21 de julio, se realizará en el parque una nueva edición de la carrera de aventura que reúne habitualmente a los amantes de los deportes extremos y de la naturaleza en su estado más puro.
Al sur del Parque, hay dos sitios termales, en San Gerónimo y Chosmes, además de salinas, como las del Bebedero, una extensa acumulación mineral que se parece a un desierto blanco de unas 7000 hectáreas, y cuya sal es procesada para el consumo. ¿Será la sal que se pone en los asados de las cada vez más numerosas estancias puntanas que se abren al turismo? Es una tarea de investigación que no debe de ser desagradable. Son ya catorce estancias y establecimientos rurales que ofrecen sus servicios, y una manera diferente de apreciar la provincia, todos en el este puntano.

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