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Domingo, 24 de diciembre de 2006
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SAN LUIS > Circuitos veraniegos

Aires de las sierras

Desde San Luis hacia el norte, un circuito que se adentra en las sierras lleva hacia un paisaje rico en minerales, surcado de arroyos y hábitat de una fauna que encuentra aquí un refugio seguro. Una opción refrescante y tranquila para el recién comenzado verano.

Por Graciela Cutuli

Con enero asomándose definitivamente en el horizonte, son los últimos días para sacar el mapa de rutas y elegir cuál será el destino veraniego, si es que existe la posibilidad de escapar al anunciado horno porteño. Y si el timón de las vacaciones pone rumbo al oeste, se empieza a perfilar a lo lejos un tentador relieve de sierras que prometen frescura y noches acunadas por el canto de los grillos: las ondulaciones puntanas, cuya ubicación geográficamente central las hace fácilmente accesibles, son una invitación al descanso y a los recorridos ecológico-históricos por los senderos de la provincia, al norte de la capital.

Verano, pesca y sol en las tranquilas aguas de los embalses.

Ahicito nomas

El primer escape de los puntanos está muy cerca de la ciudad, en las aguas tranquilas del embalse del Potrero de los Funes, al que se accede atravesando la sinuosa Quebrada de los Cóndores. El granito abierto con dinamita da paso a un valle rodeado de serranías y arroyos, circundados< de un circuito que permite ir deteniéndose en las distintas áreas forestadas y en la pequeña villa serrana junto al embalse, que provee agua potable a la capital provincial. Pesca de pejerreyes y deportes náuticos son las principales invitaciones del agua, pero el embalse también es el punto de partida para excursiones a caballo hasta la Quebrada del León Colgado, pintoresca tanto en el paisaje como en el nombre.

Se puede dejar atrás el sendero que rodea el embalse para seguir rumbo hacia El Volcán, un pequeño poblado atravesado por un río: allí el balneario La Hoya dispone de piletas naturales alimentadas por saltos de agua. El caserío es pequeño pero cuenta con restaurantes, bares y hosterías entre las numerosas quintas dedicadas a la producción de nueces y frutas. El Volcán también es buen punto de partida para visitar Estancia Grande y El Durazno, dos antiguas localidades coloniales rodeadas de arroyos y enclavadas entre el relieve serrano, que a su vez se pierden en otros circuitos agrestes que se recorren en la sola compañía del silencio y las aves. Y al volver hacia San Luis, un corto desvío permite visitar el Dique Cruz de Piedra y La Aguada de Pueyrredón, escenario de los encuentros de Juan Martín de Pueyrredón con José de San Martín, que tenía su campamento algo más al norte.

Desde una ladera, un amplio panorama del Potrero de los Funes, muy cerca de la capital puntana.

Aguas de El Trapiche

En lugar de volver hacia la capital, desde El Volcán también se puede seguir hacia El Trapiche por la RP 9. Esta localidad turística nació a partir de una pequeña población colonial cuyos habitantes construyeron un trapiche para pulverizar el mineral aurífero extraído en La Carolina. Entre la abundante vegetación, la principal atracción es el río, embalsado por diques de piedra en piletones de distinta profundidad. En los alrededores, se visitan los Baños de Santa Clara, con playas de arena, el río Virorco y Siete Cajones, con siete piletas naturales de roca que invitan al baño y al descanso (sólo conviene tener en cuenta que en época de crecientes, durante el verano, no se debe acampar cerca de las orillas). A ocho kilómetros de El Trapiche, el embalse La Florida tiene interés no sólo para los aficionados a la pesca (pejerreyes, truchas y carpas) o la náutica, sino también por la reserva de fauna y flora que representa lo principal de las especies vegetales y animales de la región. Agrestes y tranquilos, estos pueblitos serranos invitan a descubrir vacaciones distintas, donde el ruido queda realmente lejos, y sólo el agua y la piedra son espectadores y compañeros del descanso.

Excursiones en mountain bike por las verdes serranías.

“Fiebre del oro” puntana

Si desde Trapiche se sigue hacia el norte, atravesando un camino sinuoso que desemboca en una pampa en la alta serranía, para luego bajar al valle de Pancanta, se estará en camino rumbo a Carolina, una villa minera fundada en 1792 por el marqués de Sobremonte. Carolina no es más que un caserío de una sola calle, subiendo el cerro Tomolasta, pero merece la visita –sobre todo de los esperanzados buscadores de oro– gracias a las antiguas minas, con sus túneles y galerías, que hacen visitar algunos lugareños.

La “fiebre del oro” puntana se produjo a fines del siglo XVIII y principios del XIX, cuando había numerosas bocaminas en funcionamiento. Las vetas se agotaron, después de una intensa explotación, a mediados del siglo XIX, aunque la actividad subsistió hasta décadas más tarde. El cerro mismo, de más de 2000 metros de altura, teñido de los colores dorados –¿o será la imaginación la que lo tiñe de vetas auríferas?– ofrece un excelente mirador sobre la región, surcada por el arroyo Carolina. Aquí hay quien emprende su propia aventura del lavado del oro, en solitario, y hay también quienes aseguran que no ha sido en vano... sobre todo en los meses de verano, cuando el río crece y aumenta su potencial de arrastre. Habrá que probar, como los pirquineros que conocen los secretos del oro y cómo se depositan las pepitas en el fondo de los recipientes donde lavan al agua del río.

Deportes náuticos y pesca de pejerreyes en el lago del Potrero de los Funes.

Hacia la Casa del Sol

Dejando atrás Carolina, con rumbo norte y siempre hacia la alta serranía, un desvío en Cerros Bayos lleva a la gruta de Inti Huasi (“Casa del Sol”, en lengua quechua). Hace ocho mil años, este lugar fue asentamiento de una cultura indígena cazadora-recolectora, que se desplazaba entre las sierras altas y los valles según la temporada, siguiendo a los animales que les servían de alimento. En sus traslados, se refugiaban en esta enorme cueva, donde todavía quedan testimonios de algunas pictografías. Vale recordar que en los restos encontrados en Inti Huasi el arqueólogo Alberto Rex González utilizó por primera vez en Sudamérica la datación con carbono 14. A pocos kilómetros, se encuentran también las antiguas cavernas de Casa Pintada y Las Galerías.

Una ruta consolidada que sale hacia el sur sigue los parajes de los arroyos Sololosta y Cañada Honda, que abren paso hacia el este a una amplia zona minera donde se extra el mármol ónix, la característica piedra verde con vetas marrones que identifica a la provincia de San Luis. Algo más lejos, en Paso del Rey (por donde se cree que pasó el virrey Sobremonte en su viaje a Cuyo) se visita una capilla declarada monumento histórico nacional, una reliquia de la época colonial. Finalmente, en los alrededores se encuentra La Angostura, que ofrece buenas vistas panorámicas sobre toda la región. Desde aquí se puede retomar el camino hacia La Florida, Trapiche y San Luis, cerrando un circuito que también tiene puntos de interés en la capital provincial, donde hay que visitar la iglesia del Rosario del Trono, la Catedral y el Centro Artesanal San Martín de Porres.

Los nuevos pioneros

En el otro extremo de este circuito, hacia el sur de la provincia, en una región semiárida de poca población, el gobierno puntano está implementando el programa Pioneros del siglo XXI, que busca atraer a pobladores de espíritu emprendedor para vivir en un área rural orientada a la producción agropecuaria y agroindustrial. El programa, que contará con medios tecnológicos y un centro de servicios urbanos, tiene como objetivo generar empleo a partir del desarrollo agropecuario y agroindustrial y se realizará en un territorio de más de 68.000 hectáreas, 27 kilómetros al norte de la localidad de Batavia, por la RP 27. El acceso a la zona es por las RP 3, 27 o 148 desde el norte, y por las RP 148 y 27 desde el sur.

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