Página/12 :: turismo

Los doce kilómetros que se sumergen en caminos hasta el corazón de El Palmar desde la Ruta Nacional 14 entrerriana son un pasaje a la prehistoria. El camino de ripio obliga a marchar lento y cuidar a la fauna. Algún carpincho desorientado de su arroyo puede cruzar por el camino, lo mismo que un zorro, gato montés o ñandú, corzuela o una yarará. Sí, porque también las hay. Todos los bichos que se refugian en este ambiente llamado “pastizal” son apenas una muestra de la biodiversidad de este lugar. Es posible, además, pararse en medio del palmar y escuchar al silencio. Y es majestuosa la imagen que devuelven las palmeras que suman entre dos y cuatro siglos de existencia y cuyos antepasados surgieron unos 60 millones de años atrás. Un dato sorprendente es que desde hace unos años se implementó un Plan de Control de Mamíferos Exóticos, según contó la guarda Fauna Elena Munich, para lo cual se conformó un listado de cazadores con los que se despliegan jornadas de caza mayor dentro del parque. Se dispone una fecha y al cierre de las visitas, hasta el otro día, durante la noche se designan apostaderos desde donde se monta guardia y se cazan jabalíes y ciervos. Las jornadas incluyen el carneo y deposte de las piezas para luego enviar a dos laboratorios. Tras comprobar que la carne está en óptimas condiciones se divide entre los cazadores y las 20 escuelas rurales de la región.

EL PALMAR