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Domingo, 12 de septiembre de 2004
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De la depredación a la conservación

A pesar de su aislamiento, antes de ser declarado parque nacional en 1972, el archipiélago de Los Roques no estuvo a salvo de la depredación humana. La más perjudicada fue la isla Gran Roque, donde se explotó sin límites el fosfato y el carbón vegetal que se extraía de los manglares. Además se explotaba el guano (excremento de aves marinas) como abono para la tierra. Las salinas de cayo Sal fueron agotadas en su totalidad y los corales eran destrozados para producir una especie de cal. Por último hubo una pesca desmedida de langostas y se depredó casi hasta su extinción a la tortuga verde. Pero la riqueza de este oasis marino es tan grande que hubieran hecho falta muchos años más para agotarla definitivamente. Y con la creación del parque nacional este proceso se detuvo bastante. Por fortuna los arrecifes de coral que rodean el archipiélago continúan albergando una variedad de fauna y vegetación casi infinita. Esta biodiversidad convierte a Los Roques en un gran laboratorio natural para el estudio de las especies marinas, y por esa razón en el islote Dosmosquises existe desde 1963 una estación biológica encargada del estudio y la preservación de este gran ecosistema caribeño.

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