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Domingo, 17 de abril de 2005
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La casa de Horacio Quiroga

Muy cerca de las ruinas, siguiendo un sinuoso camino de ripio rodeado por una vegetación exuberante, se encuentra el lugar que Horacio Quiroga eligió para vivir y para escribir, en una barranca sobre el Paraná, frente a un paisaje que parece la síntesis de la furia y la belleza de la selva que supo traducir en sus cuentos. El escritor se había fascinado con el lugar en 1903, cuando viajó como fotógrafo de una expedición dirigida por Leopoldo Lugones a las ruinas jesuíticas. Seis años más tarde, Quiroga seradicó en San Ignacio, entre el Paraná y la selva, en medio de una naturaleza tan bella como amenazante, junto a su primera mujer. Desde allí escribió a todos sus amigos tratando de convencerlos de que debían ir a vivir a ese lugar, su versión personal del Paraíso. Allí tuvo también a sus dos hijos, y allí se suicidó su primera esposa. Quiroga se quedó en San Ignacio hasta 1916, y volvió en 1931, hasta que en 1937 se alejó definitivamente de este paisaje que amaba, y se suicidó con cianuro.

Actualmente las paredes de la casa que levantó Quiroga permanecen intactas, con algunos muebles originales, y también se exhiben las variadas herramientas que utilizó. En el lugar hay otra casa, construida para el rodaje de la película y la miniserie sobre el escritor (en el que Víctor Laplace se puso en la piel de Quiroga), y está marcado lo que, aseguran, fue su “lugar de inspiración”. La visita a la que fue su casa permite acercarse a aquel mundo fascinante de Quiroga, el mismo que retrató en libros como Cuentos de amor, de locura y de muerte, escritos desde adentro de aquel paisaje.

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