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El rey, de 47 años, encargó a expertos la elaboración de la nueva Constitución con el propósito de correr la misma suerte que tuvieron los derrocados líderes de Túnez y Egipto, Zine el Abidine Ben Alí y Hosni Mubarak.
Todos los partidos representados en el Parlamento, desde los socialistas hasta los nacionalistas, pasando por los islámicos moderados, están a favor de la reforma y llamaron a la población a votar con un "sí" en el referendo, por lo que se estima que la reforma será aprobada por gran mayoría.
El Movimiento 20 de febrero, que con sus manifestaciones contribuyó decisivamente a que la reforma se ponga en marcha, se opone a la nueva carta magna y pide boicotear el referendo por considerar que no va lo suficientemente lejos. "Esta pseudo reforma es puro maquillaje, no cambiará absolutamente nada", sentenció Fathallah Arsalane, de Justicia y Espiritualidad, una alianza islamista prohibida pero tolerada.
Además de los islamistas, forman parte del movimiento de protesta los radicales de izquierda y jóvenes sin afiliación política. Todos ellos exigen que el rey entregue prácticamente todos sus poderes y Marruecos se convierta en una monarquía parlamentaria.
La reforma traerá una serie de cambios, el rey ya no podrá elegir al jefe de gobierno según su criterio, sino que deberá ser electo de entre las filas del partido más votado. La figura del monarca ya no será considerada "sagrada", sino sólo "inviolable"; el primer ministro recibirá el derecho a nombrar y destituir ministros; el idioma bereber y el tamazigh (una variante del bereber hablada en Marruecos y Argelia), se convertirá junto al árabe en lengua oficial.
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