Durante el tradicional mensaje transmitido por televisión y radio en más de 60 países, el Papa se mostró especialmente preocupado por las inundaciones en Tailandia y Filipinas y envió su consuelo a los perjudicados.
Además, condenó la violencia en Siria, "donde ya se derramó tanta sangre", por lo que llamó al “fin de la violencia” en el país, tras semanas de represión ante el levantamiento contra el régimen de Bashar Al Assad. En este sentido, pidió a “todos los integrantes” de las sociedades inmersas en la llamada primavera árabe a que trabajen con “renovado vigor” por el “bien común”.
Además, rezó a Dios por "la plena reconciliación y estabilidad en Irak y Afganistán". También pidió "ayuda divina" para los pueblos de África, "que sufren hambre y escasez de alimentos, muchas veces agravada por una situación de permanente inseguridad".
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