“No me siento un ladrón”, dijo Gabriele durante su alegato final, en el que manifestó su “profundo amor por la Iglesia y el papa”. Según el presidente del tribunal, Giuseppe Dalla Torre, la condena fue reducida debido a que el imputado no tiene antecedentes penales y actuó por convicciones subjetivas, aunque éstas fueran erróneas, puesto que también era consciente de que estaba traicionando la confianza del papa.
El fiscal vaticano, Nicola Picardi, había pedido tres años de cárcel por el robo de documentos confidenciales, en el marco del escándalo de filtraciones "Vatileaks", y la prohibición de volver a trabajar en el Vaticano. Picardi describió a Gabriele, de 46 años, como alguien fácilmente manipulable aunque aseguró que eso no significa que tuviera cómplices.
La abogada del exmayordomo, Cristina Arru, había asegurado que su cliente no robó los documentos, sino que únicamente se apropió de ellos por equivocación. Por ello, había pedido que fuese declarado culpable de apropiación indebida, lo que supondría que no podría ser enviado a prisión por motivos procesales.
"Actuó con una motivación moral que espero que sea reconocida y valorada", apuntó Arru, para quien el comportamiento de su cl iente no fue legítimo pero “se vio empujado por las situaciones que presenció”.
El exmayordomo papal pudo regresar a casa con su mujer y sus tres hijos. No obstante, sigue bajo arresto domiciliario hasta que se decida sobre una posible apelación, declaró el portavoz vaticano Lombardi. Para ello, la defensa dispone de tres días. "No se ha dicho que no vaya a haber apelación", añadió, aunque sería probable que finalmente el papa lo indulte.
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