Francisco primero llegó a Cala Pisana, de donde se embarcó para recorrer escoltado por barcos de pescadores y de la marina italiana parte del trayecto que suelen realizar a su llegada los inmigrantes. Mar adentro lanzó una corona de crisantemos blancos y amarillos para recordar a todos aquellos que se encuentran en el fondo del mar sin sepultura y denunciar la severa política de Europa hacia los inmigrantes.
Tras regresar al muelle, Francisco saludó a numerosos inmigrantes, la mayoría de ellos africanos, provenientes de Somalia y Etiopía así como de Siria, Irak, Libia, Afganistán. "Oremos por aquellos que no están más aquí", le dijo el Papa a uno de ellos.
Luego, en un altar instalado sobre una barca, ante cientos de inmigrantes e isleños, el Papa condenó "el tráfico de personas que explotan la pobreza" y aseguró: "Sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía y para que lo que ha sucedido no se repita, no se repita por favor".
La oleada anual de inmigrantes clandestinos a la isla italiana, convirtió a Lampedusa en la puerta de entrada a Europa. El éxodo de inmigrantes se ha agudizado tras las protestas en 2011 en el mundo árabe, por lo que la alcadesa, Giusi Nicolini, pidió oficialmente ayuda a la Unión Europea.
El párroco de Lampedusa, Stefano Nastasi, escribió a Francisco, hijo de inmigrantes italianos, cuando fue elegido en marzo pasado pontífice, para que conociera de cerca el drama. "Que Lampedusa sea faro del mundo, para que tenga el coraje de recibir a los que buscan una vida mejor", pidió el Papa.
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