Más de la mitad de los valores que cotizan en Shanghai y Shenzhen, unas 1.600 empresas, alcanzaron pérdidas de 10 por ciento, variación máxima diaria que permite la normativa bursátil china. El motivo que parece haberlo provocado es el anuncio, esta mañana, por parte de la Oficina Nacional de Estadísticas, de que los beneficios de las principales firmas industriales chinas habían caído 0,3 por ciento interanual en junio, en fuerte contraste con el crecimiento de 0,6 por ciento que registraron en mayo.
El desplome también es atribuido a la enorme volatilidad del mercado chino, especialmente sensible a los rumores y al ánimo de sus 90 millones de inversores individuales, en su mayoría aficionados sin nociones financieras, que han volcado sus ahorros en la renta variable.
Dado que su actividad supone cuatro quintas partes del volumen de negocio diario de las bolsas chinas, la actitud de estos inversores fue clave en los siete meses de burbuja alcista que hubo desde 2014 y en su fuerte caída de junio y julio, que sólo pudo ser frenado con una fuerte intervención de las autoridades en los mercados.
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