Me enoja que no estés físicamente, te quiero, en las básicas, en los actos militantes, te quiero compartiendo momentos en familia. Te cuento que como siempre estamos todos juntos, en las buenas y en las malas. Claro, faltas vos. Ahora se incorporó Néstor Ricardo, mi nieto, seguro que desde ese lugar en donde estás le pediste a Dios que con él nos bendijera.
Sabes también cómo la gente te quiere. Tu recuerdo vive en el pueblo. Me siento como siempre orgullosa de vos, de tu entrega, de tu militancia, con la admiración que siempre te mereciste y que algunos lo reconocieron tardíamente. No quedan dudas de tu carácter de estadista, tampoco de que colocaste una bisagra en la historia Argentina a partir de la aplicación de medidas que nos sacaron del infierno. Tu impulso continuó hacia toda América, después de que dejaste la presidencia de la Nación, en la Unasur, en la Patria Grande.
Sin embargo, tu mérito más grande está con este Pueblo argentino, que volvió a creer, que volvió a comprometerse, que volvió a militar, que entiende que la política es la que debe regir los destinos del país y no las corporaciones locales o trasnacionales y sus voceros, esos que tienen como prioridad oponerse a todo lo que sea en beneficio del Pueblo.
Por eso tu figura, Néstor, -como hoy la de Cristina- son tan fuertes. Porque nos devolviste la confianza en nosotros mismos. Y no lo hiciste desde discursos vacíos (desde donde nada se logra), sino desde actos concretos, como construir Fuerzas Armadas democráticas, juzgar a los genocidas, liberarnos del Fondo Monetario Internacional, rechazar el plan del imperio para nuestra América Latina y definir autónomamente qué lugar queremos en el mundo.
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