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Universidad|Viernes, 9 de agosto de 2002
DISPUTA POLITICA EN LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Manotazo de los desplazados

Decanos y consejeros que apoyan al nuevo rector de la UBA sospechan que existe una campaña para desestabilizar la gestión.

Por Javier Lorca
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La sospecha recorre los espacios de poder de la UBA desde hace al menos dos semanas. Decanos y funcionarios la dieron por cierta en diálogo con Página/12, aunque todos admitieron que no hay pruebas, sólo indicios. Concretamente, la especie señala que estaría germinando un intento de desestabilizar a las nuevas autoridades de la universidad. La primera expresión de ese movimiento opositor sería la crisis interna que atraviesan varias facultades: Ciencias Económicas, Filosofía y Letras, Ingeniería y Medicina. Los que observan esa suerte de campaña miran con desconfianza a los sectores del radicalismo universitario, surgidos en Franja Morada, que perdieron poder y margen de maniobra desde la asunción de Guillermo Jaim Etcheverry como rector, en el lugar que monopolizó Oscar Shuberoff durante 16 años.
Tras pedir reserva de su nombre, como las demás autoridades que aceptaron hablar del tema, uno de los decanos que promovió la asunción de Jaim Etcheverry describió así la situación: “Hay un grupo de dirigentes radicales que, después de la salida de Shuberoff y de la caída de De la Rúa, está haciendo acciones para recuperar lo único que les queda a su alcance: la universidad. Si pueden cambiar el signo de tres o cuatro decanos de facultades, lograrían cambiar el sentido de las votaciones en el Consejo Superior”, explicó. “Lo que quieren es modificar las nuevas relaciones de poder en la universidad –agregó otro decano–. Los que están atrás de esto son los que quedaron desplazados, los que integraban la mesa negra de Shuberoff. Algunos hicieron una autocrítica y quieren una inserción diferente. Pero otros añoran el poder y lo quieren restaurar sin respetar ninguna regla.”
Cambiar la composición política del Consejo Superior, el órgano colegiado que gobierna a la UBA, sería la aspiración de máxima de esos grupos: un objetivo de mínima sería pintar un clima de ingobernabilidad en la universidad donde estudian 250 mil alumnos. En ese contexto, cabe recordar que en octubre debería sesionar una asamblea universitaria, la máxima autoridad de la universidad, para reformar el estatuto de la UBA.
El detalle de los casos virtualmente enhebrados por esa “campaña de desestabilización” empieza por la facultad más poblada de América latina, la de Ciencias Económicas. Allí hay un fuerte enfrentamiento entre el decano Carlos Degrossi y sectores del radicalismo y de Franja que el año pasado votaron su reelección. El consejo directivo de la facultad está dividido y, en varias votaciones, ha tenido que desempatar el propio
Degrossi, uno de los decanos radicales que en la asamblea universitaria se volcó por Jaim Etcheverry.
También hay sospechas en la Facultad de Ingeniería. Uno de los funcionarios que acompaña la gestión del decano Bruno Cernuschi Frías comentó: “Hay mucha gente que está preocupada porque se le acabó la posibilidad de hacer negocios. Y se están resistiendo cómo pueden. Están trabando todo lo que quiere hacer el decano. Es parte de una campaña que hay en toda la universidad”, redundó. Al margen de si existe o no un plan opositor global, en Ingeniería se rompió parte del apoyo que el decano tenía en el consejo directivo. Uno de los consejeros que lo votó hace pocos meses dijo: “Lo apoyé porque pensé que iba a corregir lo que se venía haciendo mal en la facultad. Pero no reconoce nada de lo bueno que había. Ve corruptos por todos lados y esto es Ingeniería, no Económicas”, distinguió.
Las críticas contra la conducción de Filosofía y Letras, encabezada por el decano Félix Schuster, se centran en la contratación como empleado de la facultad de Roberto Felicetti, un integrante del MTP que participó del ataque al Regimiento de La Tablada y que tenía autorización judicial para dejar el penal y trabajar. “Los ataques vinieron desde los sectores más de derecha de la sociedad y la facultad –estimó un consejero oficialista–. Pero es obvio que la Franja aprovechó y actuó como informante y como ecode esos ataques.” El mismo consejero razonó: “La base de la UCR fue siempre la Capital y, en la ciudad, la base fue siempre la universidad. Por eso hoy está trabajando el aparato del partido para recuperarse. Esa lógica global se articula con las particularidades de cada facultad”.
El caso de Medicina es difícil reducirlo a una antinomia, porque los dos sectores que se disputan la conducción tienen o tuvieron relación con la UCR y apoyaron al nuevo rector de la UBA, un hombre de la casa. La facultad entró en crisis este año cuando se partió el bloque mayoritario que sustentaba la gestión del decano Salomón Muchnik. Lo que era la Franja se independizó del partido y se bautizó QRS, enfrentándose con el resto de la agrupación y con los graduados y profesores radicales.
“Es demasiada coincidencia que gente de la misma cantera política se esté moviendo en un sentido similar, buscando cambiar el mando en las facultades”, insistió, suspicaz, uno de los decanos ya citados. Un funcionario del rectorado opinó que “existen focos de terrorismo interno, pero no un plan opositor coordinado”. Los diversos grupos que apoyan al rector Jaim Etcheverry se propusieron, como única estrategia de defensa, “no cometer errores y reagrupar a toda las personas con interés de renovar la universidad”.

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