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Universidad|Martes, 31 de julio de 2007
ANALISIS DE LAS PROTESTAS EN LAS UNIVERSIDADES

“Hay una crisis de autonomía”

Los cambios desde la Reforma, la masificación y la caída de Franja son algunos de los factores que, según los intelectuales consultados, explicarían las repetidas protestas contra la elección de rectores.

Por Julián Bruschtein
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En la UBA, los estudiantes frustraron cinco asambleas. Finalmente, se eligió rector en el Congreso.

Los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires abrieron el fuego hace poco más de un año y, después, la escena se fue repitiendo, casi calcada, en otras universidades nacionales: bajo el reclamo de “democratización” de los estatutos y las denuncias de poca “legitimidad” de las autoridades académicas, sectores estudiantiles –en su mayoría de izquierda–- bloquearon o intentaron bloquear las elecciones de rectores. Además de la UBA, las casas de estudios de Córdoba y La Plata sufrieron protestas similares. También las de Rosario y el Comahue, en las que aún perdura el conflicto y no se pudo designar rectores (ver aparte). ¿Qué factores explican el surgimiento y la continuidad de estos reclamos y las formas que asumieron? Página/12 les transmitió la pregunta a intelectuales y dirigentes estudiantiles.

“Hay una crisis de la autonomía orgánica –explicó a Página/12 Francisco Naishtat, doctor en Filosofía y profesor en la carrera de Ciencias Políticas (UBA)–. Porque, por un lado, el gobierno colegiado que caracterizó a la universidad a partir de la Reforma del ’18 había sido pensado para una institución diferente. Hay un deterioro de la vida universitaria por la masificación estudiantil, pero también por la masificación de docentes con dedicación simple. Pero esto no es una mera crisis de sectores no representados. Aquí existe una crisis del demos, de la comunidad universitaria.”

La desarticulación de la Franja Morada como sector hegemónico estudiantil –desde que la democracia se instaló nuevamente en 1983– es un punto fundamental para explicar la crisis, según el sociólogo Mario Toer. Si en los ’70 fue la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y en los ’80 y ’90 el radicalismo de Franja, la llegada del kirchnerismo al poder nacional abrió una incógnita en la universidad. A partir de la crisis del 2001 –dijo– “las universidades son tomadas por sorpresa por una escena política nacional que se construye de otra manera: viene del frío, de los márgenes hacia el centro. No hay en las estructuras universitarias ninguna variante que se haya desarrollado para acompañar el nuevo proceso político y generar un ida y vuelta”.

Naishtat plantea un cambio en el eje de la disputa. “La pelea contra un frente externo –la violación de la autonomía, por ejemplo– planteaba una unidad de todos los actores de la comunidad. Pero después del 2002, cuando el radicalismo se desarticuló, quedó un vacío de poder. Esto generó una apertura al movimiento estudiantil de izquierda que plantea formas de gobierno no colegiadas, sino el ‘un hombre igual a un voto’, que entra en colisión con la Reforma del ’18, donde se planteaba una democracia corporativa, para que no prime un claustro sobre otro.”

En la visión de los dirigentes de la FUBA, organización gremial de los estudiantes de la UBA, la situación está marcada por los núcleos cerrados que conducen a la universidad. “Uno de los nudos del problema pasa por los graduados, sobre todo los radicales. Su idea es controlar la universidad y lo están haciendo. No quieren ceder poder en una reforma”, dijo Martín Bustamante (PCR), copresidente de la federación. Para su par María Damasseno (MST), el conflicto “muestra la necesidad de avanzar realmente en la construcción de una universidad distinta que tiene que venir de la mano de la democratización. Pero no de una democratización pactada por arriba, que es sólo un intento de modificar algo para que nada cambie”. Desde la Federación Universitaria Argentina (FUA), Mariano Marquínez (Franja), plantea otra mirada: “Hay que generar consensos dentro de la comunidad universitaria. Nosotros abonamos el camino de la construcción de acuerdos. No estamos en contra de la movilización y de las tomas, pero hoy lo vemos enfrentado con esta necesaria búsqueda de consenso que hace falta”.

Sobre la postura de la izquierda Toer opina que “es cierto que existen sectores corporativos que se reproducen a sí mismos, pasa en todas las instituciones. Y uno los puede cuestionar cuando elabora un proyecto alternativo, pero este proceso de elaboración está ausente o recién está empezando a madurar”.

¿Por qué la protesta asumió la forma del bloqueo y la toma? “Frente a tanto escepticismo, grupos pequeños que en las elecciones no llegan al 1 por ciento, con un acierto por su insistencia y su capacidad militante ocupan un espacio bastante vacío. Pero no se puede hablar ni siquiera de un activo estudiantil como existía en otros tiempos, que era representativo de un cuerpo más extendido. Tienen esta capacidad de generar una gravitación un tanto espectacular porque el resto de la escena está en estado de semiparálisis.” Toer concluye que, en realidad, “los estudiantes no están cuestionando masivamente esta universidad. Lo que predomina es en todo caso un desconcierto, pero no una impugnación. En vez de facilitar que se constituyan escenas para el debate, donde se respeten los procesos de maduración y de recuperación de la iniciativa por parte del estudiante común, estas situaciones generan una idea de necesidad urgente”. En ese sentido, Naishtat cree que “hay una enorme cuota de estrategia que lleva implícita una gran irresponsabilidad sobre la institución. Se busca lograr notoriedad e impacto sin tener en cuenta el daño que se produce”. Y, no obstante, rescató que, en el caso de la UBA, “la izquierda cambió en parte su postura y se integró a las comisiones donde se discutió sobre la reforma del estatuto. No hay otro camino que el del debate”.

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