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El cuento por su autor
La ciudad de mi vida es Buenos Aires. Pero mi río preferido, mi río predilecto, es el río Paraná. ¿Qué podía hacer, entonces, ante el pedido que recibí hace unos meses de escribir un cuento sobre una ciudad y su río? ¿Escribirlo con mi parte rosarina, esa parte por completo imaginaria que cultivo desde hace años, cuando intento fantasear con una vida y una identidad distintas (pero no tan distintas) de las que efectivamente tuve? ¿O escribirlo como el porteño que soy, pero para narrar una ausencia de río?
Opté por la segunda variante. Claro que no en referencia a la manera en que, según se dice, “le damos la espalda al río” (o creemos que no se la damos, cuando vamos a Puerto Madero, aunque lo que estamos viendo no es el río en sentido estricto, sino su enjaulamiento en los diques). Opté por la segunda variante para contar una bajante extrema, un completo retirarse del Río de la Plata.
El cuento se tradujo al inglés y se publicó lejos de acá, donde nadie habrá podido leer, según presumo, en la historia de un cruce al Uruguay, mi modesto homenaje a Amalia, de Mármol, El aire de Sergio Chejfec, El Dock de Matilde Sánchez, esos libros que tanto admiro.
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