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Escribí este cuentito, “Cosas que pegan, cosas que no pegan”, hace como diez años. Se publicó en mis relatos reunidos y creo que en algún otro lugar. El personaje era una vecina de una casa de veraneo y yo la escuchaba y no podía creer lo que oía. Cambiaba cada dos días de proyecto, o bien quería tener un hijo y miraba ropa de bebé. O, a los dos días siguientes, cambiaba y quería tener una alfombra de tigre. Etcétera. No paraba. Pero todo dicho con una convicción y un aire de sensatez que se imponían. No sé si el cuento me gusta ahora; entonces me limité a repetir lo que vi. Lo que sí es cierto es que, entonces como ahora, escucho bastante a la gente (a veces). Y miro también. Aunque no soy fisonomista. No reconozco al ochenta por ciento de la gente de mi edificio.
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