Las altas expectativas por la cumbre presidencial de los países que conforman los BRICS en Johannesburgo, Sudáfrica, entre el 22 y el 24 de agosto se conjugan con una situación de asedio por parte de Estados Unidos y de las principales potencias occidentales, como nunca había sucedido en la historia de este bloque multilateral.
Los cinco países de los BRICS --Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-- cubren el 26 por ciento de la superficie del planeta y tienen una población combinada de 3240 millones de personas, o sea más del 40 por ciento de todo el mundo. El bloque contribuye con el 31,5 por ciento del PIB mundial, mientras que la participación del G7 ha caído al 30 por ciento.
El interés de Washington por lo que pueda suceder en los próximos días no es casual. Como si fuera poco, al encuentro han sido invitados alrededor de 70 jefes de Estado, entre los cuales no estarán los mandatarios de EE.UU. ni Reino Unido. Y desde el año pasado, 19 países han enviado pedidos de membrecía al bloque, lo que refleja su creciente importancia y su papel cada vez más importante en el mercado global. El gobierno argentino también espera señales positivas por lo que pueda definirse en la cumbre.
El despliegue generado por los BRICS en tan poco tiempo ha motivado la reacción negativa de las potencias occidentales, ya sea de manera directa o a través de entidades que responden a sus intereses, como es el caso de la Corte Penal Internacional (CPI), la que en marzo último acusó formalmente a Vladimir Putin como “criminal de guerra” por la supuesta deportación ilegal de niños de Ucrania a Rusia en medio del conflicto entre ambas naciones.
El resultado de la maniobra de la CPI sólo tuvo un éxito parcial. Si bien impidió el viaje del gobernante ahora a Sudáfrica, no consiguió abortar su participación en el cónclave: Rusia estará representada por su canciller, Serguéi Lavrov, pero Putin intervendrá por videoconferencia.
Con Rusia soportando el asedio de la OTAN en términos militares y económicos, China ha asumido el motor del bloque y ha delineado una estrategia expansiva por la que se estrecharán los vínculos entre los BRICS y su propia Iniciativa de la Franja y la Ruta, un gran mercado que atravesará Asia y que incluirá a África y buena parte de Europa Occidental.
La prueba de fuego para que China pudiera consolidar su proyecto económico hacia Occidente fue su aporte a la pacificación en las relaciones entre los principales gobiernos de Medio Oriente, Irán y Arabia Saudita, cuya rivalidad política fue explotada al máximo por los Estados Unidos para conservar sus posiciones y promover sus intereses en esta conflictiva región. De hecho, uno de los más relevantes ejes económico y político se está desarrollando ahora entre China y Arabia con una importante cooperación en tecnología, energía e infraestructura.
Más allá del obvio rechazo de Washington a la iniciativa de China amplificada por los BRICS --avanzando en territorios que hasta hace poco estaban bajo fuerte influencia norteamericana-- hay otro factor vinculado al bloque que genera una preocupación todavía mayor a la Casa Blanca: los países de los BRICS están comenzando a comercia entre ellos sin usar el dolar.
Bajo la idea de que EE.UU. utiliza su moneda como arma política e instrumento de presión económica para desestabilizar gobiernos y naciones, los BRICS avanzan en una política de desdolarización.
Por ahora, y además de monedas basadas en oro y en materias primas, utilizan el sistema digital “BRICS pay”. Y están trabajando en el “R5”, una canasta de todas las monedas BRICS que, casualmente, comienzan con “R”: renminbi (yuan), rublo, real, rupia y rand.
Pero el camino de la desdolarización no sólo incluye a los ejercicios comerciales y financieros globales: también apunta a generar un cambio profundo en el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) de los BRICS. Si bien las operaciones de esta entidad tienen respaldo en oro, dos tercios de sus préstamos fueron ejecutados en dólares por razones de liquidez, por lo que en medio de las sanciones aplicadas por EE.UU., se les dificultó el apoyo a Rusia en su conflicto con los países de la OTAN.
El Banco NBD tiene ocho miembros: además de los cinco originales del bloque, desde 2021 se han incorporado Bangladés, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, los que también están en lista de espera para sumarse a los BRICS. También el gobierno argentino ha expresado su interés en incorporarse a este heterogéneo conjunto de países, en búsqueda de un financiamiento alternativo al que ofrecen el FMI y otras entidades occidentales. Pese al crecimiento del NBD, Estados Unidos busca frenar la desdolarización, principalmente, obstaculizando el proyecto de creación de una moneda propia a nivel de los BRICS.
En el camino, también han aparecido algunos países que, en su búsqueda de alianzas e incorporaciones, han generado todo tipo de sospechas y suspicacias. En junio se conoció el interés del gobierno de Francia por participar de la cumbre en Johannesburgo en calidad de “observador”. El pedido se justificaría en el interés por comenzar a desdolarizar las transacciones internacionales.
Los antecedentes no son pocos. En marzo, para pagar un contrato de gas natural licuado con Emiratos Árabes Unidos, Francia utilizó yuanes. Y en abril Emmanuel Macron fortaleció su relación con China con una visita presidencial. A fines de junio, el mandatario presidió un encuentro internacional en París sobre desarrollo y medioambiente al que asistieron los presidentes Lula da Silva, Gustavo Petro y Miguel Díaz-Canel. Macron también es crítico de los intereses comerciales de EE.UU. en el conflicto en Ucrania.
Sin embargo, las pretensiones de Francia de asistir la cumbre fueron rechazadas en conjunto por su participación en la guerra contra Rusia y por la aplicación de sanciones unilaterales. Además, se percibió como negativa la intervención de una nación europea perteneciente a la OTAN y al G7, en un evento vinculado al Sur Global. Por último, no fueron pocos quienes temieron que la participación de Macron, como un nuevo Caballo de Troya, escondiese intereses ocultos.
Tal como seguramente ocurra en Johannesburgo en los próximos días, y aun frente al creciente asedio de las potencias occidentales, los BRICS conseguirán una vez más constituirse en un especial centro de atención dentro de un escenario geopolítico marcado por la decadencia de las tradicionales potencias, pero también por el ascenso del Sur Global y del multilateralismo. En tanto que, si concreta su incorporación a los BRICS, Argentina tendrá una valiosa oportunidad para evolucionar hacia un futuro promisorio y dejar atrás este presente tan incierto.