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Yo me pregunto

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DROGAS

Entre fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, la terapia de ácido del alucinógeno doctor Oscar Janiger introdujo al LSD a diversas personalidades de Hollywood como Cary Grant y Jack Nicholson. La lista se completa con nombres como los de Anaïs Nin y James Coburn, que en esta nota hablan de los diversos beneficios que encontraron en viajar lejos, sin moverse demasiado y sin equipaje.


Una mañana de abril de 1962, Cary Grant tragó cuatro pequeñas píldoras azules de ácido lisérgico, LSD. Para el actor de 58 años se trataba, sorprendentemente, de su viaje de ácido número 72 bajo la supervisión de un psiquiatra. Grant se relajó en un sofá, tomando sorbos de café mientras la droga comenzaba a hacer efecto. Durante la sesión de cinco horas, sus continuos comentarios fueron registrados en un pequeño grabador para una posterior transcripción. “Estaba notando la creciente intensidad en la luz del cuarto y durante breves intervalos, cuando cerraba mis ojos, tuve ciertas visiones”, mencionó en determinado momento. “Parecía estar en un mundo de saludables y regordetas piernas de bebés y lleno de pañales impregnados en sangre, como si se estuviera desarrollando una especie de actividad menstrual generalizada. Sin embargo no me repelía como otros escenarios lo habían hecho antes”.

Puede que no suene como la clase de declaraciones asociadas a la estrella de Para atrapar un ladrón o Intriga internacional. Pero el avejentado ídolo cinematográfico -que ya había realizado antes declaraciones a favor de la droga experimental- siempre fue agradecido para con su terapia de LSD. De hecho, durante el transcurso de una década, Grant tomó ácido más de cien veces. Entre otros beneficios, Grant asegura que el LSD lo ayudó a controlar su alcoholismo así como a enfrentar ciertos conflictos pendientes con sus padres.

“Cuando comencé a experimentar, la droga parecía liberar los miedos más profundos, como un sueño que se transforma en una pesadilla”, comentó. “Tuve horribles experiencias como protagonista o como espectador, pero con cada sesión todo fue mejorando, tanto durante la ingestión de la droga como entre cada dosis. Pasé a sentirme mejor, y estoy convencido que hay cierto poder curativo en la droga en sí misma.”

Grant fue sólo uno de los cientos de ciudadanos de la región de Los Angeles que participaron -durante los años cincuenta y comienzos de los sesenta- de estudios académicos sin precedentes sobre el entonces flamante farmacéutico. En pocos años el LSD pasaría a ser un tabú químico, el “psicodélico hippie” vilipendiado por los medios, criminalizado en cada estado y prohibido en todo el mundo a través de un tratado internacional. Pero mucho antes de que la mayoría de los norteamericanos hubiesen oído hablar de algo llamado Lisergyc Acid Diethilamide, en Hollywood había estudiantes, profesionales, clérigos, escritores, artistas y celebridades que se entregaron con entusiasmo a la entonces incipiente experiencia lisérgica.

¿QUE PASA DOCTOR?

“Aquella era una época en que la experimentación científica con drogas psicodélicas era perfectamente aceptable”, recuerda el doctor Oscar Janiger, el psiquiatra que administró el LSD a Cary Grant y también a más de 900 pacientes durante el que vendría a ser el más vasto experimento con LSD sobre humanos en un medio no clínico. Su estudio es, además, una suerte de cápsula del tiempo hacia un momento único en la historia cultural de la Baja California. Mucho antes de que la escena ácida underground de San Francisco apareciera como la vanguardia del movimiento hippie, Los Angeles servía de guarida intelectual para la investigación psicodélica, y por sus salones de ácido se aventuraban personajes de todo tipo, desde Anaïs Nin hasta Jack Nicholson pasando por Aldous Huxley.

Cuando el gurú del ácido Timothy Leary conoció por primera vez a Janiger en 1962, describió a su mucho menos extravagante colega como una “usina” de “sólida construcción atlética, pelo gris, cara aguerrida y bronceada y ojos alegres”. Una descripción que se corresponde al Janiger que actualmente colabora con un grupo de guionistas de Hollywood en un guión sobre la historia social del LSD. Claro que los años han mellado su antigua construcción atlética hasta darle al decano de los experimentadores de ácido de L.A. un cierto aspecto de gnomo. Un gnomo que guarda en su casa en el cañón de Santa Mónica todos los apuntes de sus investigaciones.

“Mi logro fue simplemente descubrir qué es lo que el LSD le provoca a la gente bajo condiciones uniformes”, dice Janiger. “Especialmente cómo cambia la percepción y la personalidad”. Durante el transcurso de su década ácida, Janiger estudió todo tipo de asuntos relacionados con el LSD, incluyendo el efecto de la droga sobre la creatividad artística, algo en lo que también estuvo interesado su primo --oh, sorpresa-- el poeta beat Allen Ginsberg.

UN VIAJE DE VUELTA

Después de tomar LSD en la oficina de Janiger, la escritora Anaïs Nin desarrolló su propia teoría sobre el efecto de la droga sobre el impulso creativo. Después amplió esas notas iniciales -que Janiger guarda en sus archivos- en un capítulo incluido en su Diario. También, aunque nunca lo admitió públicamente, el acceso de Nina su propia vida interior fue dramáticamente aumentado por el LSD. De acuerdo con el autor y guionista Gavin Lambert --que fue presentado por Nin ante Janiger-- ella confesó en privado que su viaje de ácido había sido traumático. “Para Anaïs fue un desastre”, explica Lambert. “En ácido, a ella el mundo parecía aterrorizarla. Su vida era un malabarismo sin red caminando sobre delgadas mentiras. Tenía dos esposos, era bígama, y ninguno de ellos sabía de la existencia del otro. Y pienso que esa actitud se le hizo demasiado evidente bajo el LSD, y no lo pudo soportar. Anaïs era una criatura de demasiados artificios, y de pronto esos artificios desaparecieron”.

James Coburn tomó 200 miligramos de LSD en diciembre de 1959. Era su primer viaje. En el papeleo previo, escribió sus razones para ser voluntario: “Quiero medir mi conciencia presente (dónde estoy y dónde posiblemente voy a ir)”. Actualmente con 69 años y aún actuando, Coburn aún recuerda aquella sesión con Janiger. “Fue fenomenal, y me encantó. El LSD realmente me despertó y me permitió ver el mundo con cierta profunda objetividad”. Coburn también asegura que sus sesión de LSD lo ayudó laboralmente. “Una de las grandes cosas del LSD es que estimula tu imaginación. Y te libera de cierto tipo de miedos”.

Otra celebridad que probó el LSD como parte de los experimentos de Janiger fue un joven de 25 años llamado Jack Nicholson, que en el formulario previo escribió “actor” en el apartado reservado a su ocupación. Su primer viaje fue de 150 miligramos, en mayo del ‘62. Nicholson luego incorporó la experiencia a su guión para The Trip, un film de bajo presupuesto de 1967 sobre una intensa sesión de LSD, protagonizado por Peter Fonda y Dennis Hopper, otro voluntario para los experimentos de Janiger.

NO HAY VACANTES

La leyenda cuenta que poco después que Janiger abriera su oficina a los viajeros experimentales, la noticia corrió de boca en boca y terminó convocando una corriente continua de voluntarios. Muchos de ellos ya habían leído Las puertas de la percepción, el libro de Aldous Huxley que cuenta sus experiencias con otro alucinógeno, la mescalina. Muchos otros habían caído bajo el hechizo del proselitista del ácido Timothy Leary, que rápidamente se convirtió en su vocero más contundente, urgiendo a toda una nueva generación de hipsters a “conectarse, volar y darse vuelta”. Ciertos personajes, también, llegaban convencidos por la vibración positiva que los poetas beat les otorgaban a las drogas psicotrópicas. Y la comunidad del showbiz era atraída por el hecho de que la oficina de Janiger estaba donde estaba.

“Siempre fue un misterio para mí cómo la voz se propagó tan rápido”, dice Janiger. “La gente llamaba todo el tiempo. Desde cualquier lado. Aumentó geométricamente. Esa era la razón por la cual teníamos un amplio marco de voluntarios”. Los viajeros de Janiger eran asistidos por ayudantes que estaban al tanto de sus necesidades, como ir al baño por ejemplo. Durante sus primeros trips, por ejemplo, Cary Grant defecó en sus pantalones. La droga para los experimentos le era provista a Janiger gratuitamente por los laboratorios Sandoz, los descubridores del LSD. A cambio, el doctor debía proporcionarles informes regularmente. La experimentación se terminó cuando el LSD pasó a ser el enemigo público número uno, y se terminaron las muestras gratis. “Nunca vi mi trabajo como algo terapéutico” dice hoy Janiger. “Pero durante el transcurso de los estudios hicimos algunos descubrimientos”. Los mismos que, a tres décadas de aquella caza de brujas ácidas, están volviendo a ser investigados. Y, también, van a formar parte del ya mencionado guión que contará la historia del ácido según Hollywood. Una historia de visiones alucinatorias, rock and roll y prohibiciones gubernamentales. Los expedientes X del ácido. Lucy en el cielo con estrellas. De Hollywood, por supuesto.

Traducción y adaptación: Martín Pérez.