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Jueves 10 de Junio de 1999
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Iván Noble cuenta sus días

de fama: dónde, cómo,

cuándo, ¡cuánto!

5 x 1

El cantante de los Caballeros de la Quema repasa, a veces amargamente, otras con una sonrisa, el tiempo en que vivió en peligro. Dólares que iban y venían por una foto suya, planes para una futura “carrera”, cuestionamientos de la ortodoxia rockero-barrial y el pecado de haber nacido en hogar de
clase media, todo tiene
su respuesta.

ESTEBAN PINTOS
FOTOS: NORA LEZANO

Ivan Noble¿Vieron esa publicidad del Banco Provincia en donde un tipo se para en la cola para entrar al cine, detrás de una muy llamativa mujer y, como al pasar, comenta “linda cola ¿no?”? ¿Vieron que aparece un tipo y le dice “che, con mi novia no te metas”? Bueno, el novio enojado podría haber sido Iván Noble, y por varios (30) miles de dólares. Pero no quiso. Ese el colmo entre todos los colmos que traen consigo las anécdotas que ha vivido el cantante de los Caballeros de la Quema desde que pasó eso. Eso, que debería dividirse en dos partes: por un lado, affaire con superestrella de televisión, uruguaya y muñeca brava. Por el otro, canción –”Avanti morocha”– que suena por todos lados y que resulta en ventas (La paciencia de la araña) que superan las 100.000 copias. O sea que: al síndrome “canción de banda de rock, del palo, que salta el charco del rock” (chequear casos Divididos-Attaque 77-Los Piojos) debe sumarse el “rockero galantea a estrella de televisión” (no hay antecedentes, a no ser que lo pueda emparentar, lejanamente, con el caso Spinetta-Peleritti. Y sin comparaciones, eh...).
“Fue una montaña rusa y el tren fantasma, todo junto”, dice hoy el protagonista. Y asegura: “¿Sabés las cosas que me ofrecieron hacer en estos meses? Y por cada lugar en donde aparecí, hubo cinco en donde no fuí ni de casualidad...”
Noble, ahora que sabe que la fama no es puro cuento (por un rato fue “el rockero que le robó la novia a Pablo Echarri”, ja), describe su estancia en la cúpula con variedad de detalles: miles de dólares hasta ¡una casa! para quien fuera el agraciado reportero gráfico que poseyera una foto de aquella relación, otros miles (20) para el ignoto encargado de filmar el video del casamiento en donde se conocieron, 500 verdes por una foto de él “con cualquier mina”. En el medio de todo y mientras las ventas del disco se superaban día tras día, el promedio de shows de su banda subía como espuma y su figura se proyectaba hacia ámbitos insospechados, cierta ortodoxia rockera pregunta: “Este pibe, ¿será de verdad? Canta sobre lo que canta, pero ¿ha vivido eso que canta? ¿No se pasa con el lunfa y esa pose de “soy del barrio ¿y vos?” Y lo que no es ortodoxia rockera comenta con sorna cada paso mediático (apariciones, que luego se comprueban apócrifas, en Caras y demás, por ejemplo), mientras no falta el iluminado que propone investigaciones “a la Eddie Vedder” (nota de tapa de Rolling Stone Estados Unidos sobre el cantante de Pearl Jam, en donde se probaba que no había tenido infancia ni adolescencia conflictuada, ni nada) para desenmascar al gran farsante del rock barrial.
El provocador de toda esta pequeña revolución dentro del más pequeño aún ámbito del rock en Buenos Aires, que tiene a su favor un buen background intelectual que lo hace salir del paso con cierta altura (“el consumo cultural en Argentina permite estas cosas ahora”, reflexiona en un tramo de la conversación), no tiene ganas de pedir perdón porque, no sin razón, piensa que no hizo nada para pedir perdón. Habla de “daños colaterales” -al estilo OTAN– de su repentina masividad y dice “cretinos” de los que piensan que estuvo (¿está?), donde siempre quiso. Dice que los que lo critican son “talibanismo rockero” (explicación: fundamentalistas musulmanes que ostentan el poder en Afganistán). “Me gustaría saber quién escribió ese Corán rockero”, desafía ilustrado. Y, salvo silbidos casi folklóricos cuando empiezan con esa canción, nadie más tiene cosas para decirle. El dice “los pibes, ¿qué pibes? Algunos me saludan, otros me dicen bien, fiera, vos sí que la hiciste, otros me gritan que me vendí... Y gente que nunca hubiera soñado se me acerca para que le firme un autógrafo para su sobrino. Todo ha sido una mezcla muy rara de masividades. Así estamos...” Así está.

–¿Pero vos no querías ser famoso?
–No... No en el sentido estricto de la palabra “famoso”. Lo que quería, y quiero, es que la mayor cantidad de gente compre los discos y la mayor cantidad de gente vaya a los shows. El que diga otra cosa miente. Lo que pasa es todo parte de un sueño no muy soñado. Cuando armamos la banda nosabíamos que iba a pasar todo esto. Y ahora que pasa, y que te preguntan ‘¿Y cómo te llevás con el éxito?’, lo más notable es que tenemos shows todos los fines de semana. Nos creció el laburo, y eso es para agradecer.

–Es inevitable vincular las dos situaciones, y preguntar: ¿vos creés que te volviste “famoso” por la canción o por lo de Natalia Oreiro?
–No sé cuánto de eso y cuánto de lo otro... Pero son dos cosas distintas. El quilombo de mi affaire lo que hizo fue ponerme en boca de un montón de gente que en su puta vida había escuchado a la banda. Pero esa gente... Lucho Avilés no fue a comprar el disco. Y no creo que la popularidad de la canción haya tenido que ver con lo otro. No es que al segundo día de aparecer en “Rumores”, los programadores de las radios empezaron a poner la canción todo el tiempo. Sí creo que es de mala leche que vendimos 100.000 discos porque yo salí con Natalia Oreiro. Tenemos un sostén artístico, bueno, malo, regular, lo que quieras, que existe desde antes. Nadie de mi compañía discográfica me dijo hace seis meses ‘Mirá, queremos que cantes en una banda y además que te transes una famosa’

–Pero en tu compañía discográfica les debe haber gustado que salieras en la tapa de Gente...
–Supongo que a algunos sí, y a otros no tanto. Pero, ojo que no son tan boludos, y saben que eso es un arma de doble filo. Por ejemplo, hace unos meses alguien apareció diciendo que Mateyko quería que fuéramos a tocar a su programa, que había una guita importante. Pero nos dijo: ‘Si quieren mi opinión, yo creo que no deberían ir. Porque vas ahí, y vendés 20.000 discos al otro día, pero ¿y después? Y ellos lo saben, no es que se trate de filántropos.


–¿Y si alguien pensó en vos con un futuro de solista “rockero melódico suburbano”?
–No lo veo ahora, pero es probable que haga un disco solista. Lo de “rockero melódico” me suena despectivo y ésas son las intenciones de la compañía, tengo malas noticias para ellos. No soy un “rockero melódico”, que quiere decir ¿que me van a poner un saco blanco, arremangado y así voy a salir a cantar? Todo será responsabilidad mía, no de la compañía. Hay que ver si soy tan pelotudo para terminar haciendo eso. ¿Que yo sea el próximo Diego Torres? ¿Te parece que yo puedo sentarme a escribir canciones como las de Diego Torres? ¿Te parece que lo haría mejor?


–Sí, tal vez...
–Yo también.
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El cierre del capítulo “Avanti morocha” es visual. El video que ilustra la canción chorrea jugo de clishé rockero-barrial-futbolero. Parece demasiado que, al final de la bonita página, llueva y eso moje la remera ajustada de nuestro héroe, una botella de cerveza Quilmes esté por ahí como al descuido, niños pasen pateando una pelota.


–¿Era necesario?
–Jamás pensamos nuestros videos. Vienen, nos muestran el laburo de la gente que lo va a hacer. Eso pasó, el tipo vino y nos dijo: ‘¿Viste “Una noche en la tierra?” Bueno, la idea es que haya una morocha manejando un taxi y pasen cosas mientras yira por la ciudad Ok, ¿a qué hora hay que estar? Y fuimos, y lo hicimos. No nos interesa, preguntale a Chizzo, preguntale a Andrés... No nos gusta, no nos interesa. Para el próximo video, les pedimos ‘Por favor, vayan a Obras y graben el show.
––––––––––––––––––––––––-


–En todo este tiempo de sobreexposición, pasaron cosas curiosas también. ¿Hubo problemas porque tu compañía decidió colocar gigantografías tuyas (solo) para promocionar el disco de la banda?
–Hubo problemas, míos y de mis compañeros con la compañía. Por eso duraron poquísimo en las disquerías. Es más: el primero que vio eso y les avisó a mis compañeros fui yo. Y aunque la banda hubiese dicho que estaba todo bien, yo me enojé mucho. Fue el primer cortocircuito grande con la compañía, y ojo que de estas cosas la gente nunca se entera... A nosotros,internamente, nos queda la satisfacción de haber pedido una reunión por eso, en el medio de la alegría por cómo vendía el disco. Y nos dijeron ‘nos equivocamos, la próxima vez lo consultamos...’ No sé si nos van a consultar o no, pero por lo menos nos dijeron eso. Todas estas cosas pasan cuando vendes muchos discos, y eso lo vas aprendiendo a medida que sucede todo. Lo más complicado de este quilombo es que por un lado estás contento porque te avisan un lunes que el disco va 30.000 y al jueves va 40.000, pero también aparecés en un poster de Tv y novelas del otro lado de Cheyenne. Y yo no me saqué ninguna foto para un poster, es lo más fácil de hacer con cualquier foto tuya... El problema es: ¿qué hago con eso? ¿Le hago juicio a Gente, a Caras, me peleo con todo el mundo? No, paro la pelota contra el banderín del corner y pienso en cómo empezó todo esto: haciendo canciones. Y sigo en ésa, porque el pacto entre los músicos y la gente no debería ir mucho más allá de las canciones y de los shows.


–Y volviendo atrás. ¿Hay algo de lo que te arrepentís?
–Y, seguro que le erré en algo o fui a un lugar equivocado. Son torpezas que tuvieron que ver con mi desconocimiento. Me ofrecieron festejar mi cumpleaños en el Hard Rock Café, estábamos lo de la banda, cuatro amigos y la más famosa que había era Celeste Carballo. Alguien sacó fotos y, a los dos días, apareció en un diario “Iván Noble no festeja más su cumpleaños en Castelar, ahora los festeja en la Recoleta”. Eso es mala leche de pobre gente que hace, de buscar chimentos, su oficio.


–Que hayas estudiado en la facultad y que vengas de una familia de clase media...
–Sí, clase media. No soy clase proletaria, ni yo ni ninguno de la banda. Y creo que de los músicos de las “bandas barriales”, si hay uno de clase obrera, me parece que es mucho. Cada uno sabrá de dónde viene. Siempre dije que era de clase media, hijo de doctor y de psicóloga social.


–Iba a que a veces no se te perdona eso, que cantes sobre las cosas que no “viviste” por tu educación universitaria o tu origen social...
–¿Y qué, debo hacer canciones sobre universitarios? La verdad, no sé cuáles son las canciones que yo he escrito desde ese lugar y de las cuáles no podría escribir, porque supuestamente no las viví. Ojo, que yo salgo muy seguido a la esquina de mi casa, y tomo el tren muy seguido, hoy por ejemplo, para venir hasta acá. Y no lo digo como mérito artístico “tomar el tren”... Una banda de rock me parece un muy buen lugar para sacar fotos. Yo jamás me vestí de pobre, ni de obrero, porque no lo soy. Pero no quiere decir que yo no pueda escribir canción que diga “caras curtidas, rabia de esperar, seis de la tarde, estación Liniers”, porque estuve una bocha de veces a las seis de la tarde en la estación Liniers. Que no venía de ningún lado de los que venían ellos, seguro. Que no venía de laburar, no, no venía de laburar. O sí, venía de ensayar. Claro que los tipos venían con su bolsito, bolsito que yo nunca llevé. No termino de entender por qué viene esto, pero sí sé que pasa, sólo me gustaría que me digan cuál canción prueba esa acusación. Yo jamás me declamé el Lenin del rock ni mucho menos, porque además nuestro público no es proletario. No sé si existe el público proletario del rock, el que tiene doce mangos para pagar una entrada no es proletario.


La casualidad

Ivan con el Chicho SernaEl azar y dos cuestiones periodísticas diferentes (el rockero que posa para suplemento joven, el futbolista que también lo hace, pero para revista deportiva) juntó a dos de los vecinos más notorios de Castelar. Seis cuadras separan los domicilios de Iván Noble y de Mauricio “Chicho” Serna, el idolatrado volante central de bicampeón argentino, pero ellos no lo supieron hasta que alguien le dijo al oído del pequeño colombiano: “Este es el que canta la canción de la morocha...” Saludos, breve conversación sobre el barrio, promesa de regalo de todos los cd de los Caballeros de la Quema para Chicho y una consecuencia obvia: Noble, que es Boca y está feliz (como todos los de Boca, claro), que se quiso sacar una foto con el jugador. Y aquí está.