Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus
BoleteríaCerrado
Abierto

Ediciones anteriores

 Fmérides Truchas  

Jueves 20 de Julio de 2000
tapa
tapa del no

convivir con virus

MARTA DILLON y RAQUEL ROBLES

Quiero decir, lo más difícil es seguir viva. Porque la vida, en definitiva, es poco más que una sucesión de días iguales en la que algunas satisfacciones brillan como estrellas. La mayor parte del tiempo caminamos por el paño negro de la noche cumpliendo los mismos ritos, peleando por las mismas cosas. Y lo difícil, quiero decir, es seguir vivo aun entonces, cuando todo parece plano y la materia de los sueños es tan escasa que se conforma con un tiempo sin sobresaltos. Y aun así hay que encontrar la belleza. La belleza de estar en el mundo y respirar y sentir que alguna vez, por un instante, una luz desgarrará el paño y por ese instante el sentido será nítido y perfecto. ¿Y qué es esa luz? ¿El amor? ¿El arte? ¿La solidaridad? ¿Cómo saberlo ahora que apenas siento mi latido como un eco ahogado bajo una almohada? Del paño de mi noche éste es uno de esos momentos en que todo parece irse absorbido por algún agujero negro. No estoy sola en este pozo en el que aprendo a respirar a bocanadas, ahorrando las pocas cosas que me dan aire para que duren hasta que otra vez pueda ver más allá de la urgencia. Aunque tal vez todo sea esta urgencia, este ardor por encender pequeñas velas. No ya como premio consuelo, no como aquello que nos queda después de que tanta agua apagó tanto fuego sino como verdaderos actos de resistencia. Donde todo se pretende oscuro, donde lo oscuro pretende ser un todo absoluto, raspar la piedra contra la piedra hasta encender la chispa. A veces pareciera que todo a nuestro alrededor es desierto. La noche cerrada, el viento inclemente, la soledad absoluta. Sin embargo, algo de cierto hay en eso de que “Dios los cría y el viento los amontona”. Como hojas empujadas sin orden ni caso, nos juntamos como sin querer. Tal vez porque nos atrae ese ruidito que hacen al frotarse una piedra contra la otra. Y cuando nos queremos dar cuenta, somos unos cuantos en esta ronda tratando de hacer crecer el fuego. Somos pocos, podrá decirse. Estamos desorganizados, podrá decirse también. Pero cuando cantamos esa canción cualquiera que cantamos para darnos ánimo, para no acalambrarnos de tanto insistir en la chispa, el coro, desafinado, a destiempo, pobre incluso, se nos torna tan conmovedor como es seguramente el rugir de miles. Lo que quiero decir, lo que hace rato trato de hilvanar y se me enreda entre los dedos, es que lo que nos toca ahora es resistir. Estar vivos cuando nos quisieron tan muertos, estar juntos cuando nos quisieron tan dispersos. Crear cuando se nos suponía apáticos, alzar la cabeza cuando se supone que tenemos que andar con el rabo entre las piernas. Y eso es difícil porque parece que no tiene brillo, porque no hay lugar para héroes cuando todo lo que intentamos es mantener viva una llama que a veces parece apenas un rescoldo, pero que sigue alumbrando. Que sigue alumbrando.