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Jueves 03 de Agosto de 2000

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convivir con virus

MARTA DILLON

Un sol de otoño me toca la cara. Tengo un abrigo nuevo, regalo de cumpleaños. Dos palomas hacen un nido sobre la chimenea de la parrilla. Es un lugar calentito que se enciende cuando vienen los amigos. Hay unas pocas cosas a mi alrededor, cosas que nombro para apropiármelas. Es lo que tengo ahora, dos o tres cosas, no puedo con más. Mientras vea la luz sobre el césped siempre voy a poder caminar. Y es lo que hago. Invento el camino de nuevo, no es la primera vez; no será la última. Un pensamiento circular sobre el valor del tiempo me confunde. A veces me parece que todas son la última oportunidad. Después me doy cuenta que mis planes son a largo plazo, que he vivido toda la vida en un día y que no se pierde eso que habita en mi corazón. Por ahora la belleza tiene un filo oculto, es como si hubiera vidrios en el pasto que piso descalza. Me estoy recuperando y me duele lo perdido como miembros fantasmas a los que no puedo aliviar. Ya sé que si pongo mi dolor en perspectiva sólo puedo callar, pero el amor no entiende de esas cosas. Hay que explicarle despacio, hay que volverlo a su cauce, hay que devolverle los ojos que quemó la pasión. Amor, el amor es otra cosa. Es, creo, atravesar las grandes aguas y aun así no soltarnos las manos. Los manotazos de ahogado no ayudan a sobrevivir y ya no tengo voluntad de echar botellas al mar. Ahora nombro unas pocas cosas: mi hija, mis amigas, mis amigos. Alguien que llama porque cree que puedo ayudarlo. No sé si puedo, pero ese llamado me rescata, me ayuda, me recuerda que al fin y al cabo sólo se puede transitar esta vida si nos podemos dar una mano unos a otros. Si no, qué.
Sólo tengo que seguir adelante. Quitarme de encima lo que me hace daño, espantar su recuerdo (la sed de su boca) como a moscas en verano. La primavera sigue al invierno, qué duda cabe. Y voy a florecer otra vez cuando sea el momento, a pesar de los años, los golpes, la lipodistrofia y el virus. Lo que soy no tiene que ver con esas anécdotas: late con su propia música y es capaz de acunar a sus amores. Hay demasiadas razones para seguir peleando como para detenerme ahora, puedo ver a través de mis lágrimas, puedo hablar aun cuando esté llorando. Sobre todo porque estoy entera y todavía puedo recoger la carpa de mis ilusiones y cargarla en la espalda como buena caminante. Cuido mi luz porque todavía tiene mucho que alumbrar y ya sé que a este invierno también le seguirá la primavera.

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