“Cuando tomé el tren para ir a trabajar por primera vez de puta, no quería que nadie me viera. Me daba vergüenza y culpa. No quería que me vea ningún vecino, ningún amigo de mis hermanos, ni que se enteraran de lo que iba a hacer. En ese momento repetía y sostenía que prefería ir presa a que mi familia se enterara” dice Georgina Orellano recordando su primera vez como trabajadora sexual a los 19 años. Hoy con 35, lejos del pánico moral que aún sigue merodeando por todos lados, tiene en sus manos su primer libro: Puta Feminista, publicado por Sudamericana y agotado apenas dos meses después de estar en librerías.

Para quien no conozca absolutamente nada del mundo de las trabajadoras sexuales, el libro puede ser una cantera para curiosear. Para los feminismos, un hilo más del que tirar en un debate histórico. Para las trabajadoras sexuales, una historia inimaginable. ¿Quién podría imaginar a una puta escribiendo un libro? “Ni yo misma” dice Georgina. Cuando le llegó la propuesta para escribir un libro biográfico dijo que sí, sin embargo en ese momento no sabía muy bien cómo iba a hacerlo. No solo por una cuestión de tiempo sino también porque su deseo era priorizar un “nosotras” biográfico y no la historia de la referente y secretaria general de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina).

La escritura del libro estuvo interrumpida por la pandemia, durante el ASPO trabajaron desde la organización para poder sostener la vida sin sus trabajos, había que parar la olla, hacer colectas y tramitar subsidios. La escritura quedó rezagada y recién pudo retomarla el año pasado. Como una espigadora de las esquinas comenzó a tomar apuntes sobre lo que a ella y a sus compañeras las interpelaban como trabajadoras sexuales: la estigmatización, la violencia policial, la solidaridad y también las fricciones en el lugar de trabajo: la calle.

No fue la primera vez que Georgina Orellano se entregó a la práctica de la escritura: “A mí siempre me gustó escribir, mucho antes de ser trabajadora sexual. Cuando me mandaba una cagada en mi casa y mi mamá no me dejaba salir a bailar yo me quedaba escribiendo”.

¿Por qué escribiste este libro, Georgina?

--Cuando me llegó la propuesta en 2018 sabía que si escribía una biografía no podía ser otra cosa que una biografía colectiva. Y me costó encontrar ese camino, hay muchas personas que tienen una opinión con respecto al trabajo sexual pero nunca han escuchado a las trabajadoras sexuales.

Vos sos una trabajadora sexual pero también sos feminista, sindicalista, referente…

--A mí me costó entender cuáles iban a hacer la responsabilidades de ser la voz de un colectivo que está estigmatizado y criminalizado, al que le cuesta generar estrategias con el Estado y tener un respeto dentro de los espacios feministas. Todo lo que hemos logrado es porque le pusimos el cuerpo y además estamos convencidas de que tenemos que tener derechos laborales y eso se logra a través de la organización colectiva. Es verdad que yo tengo algunas ventajas, ser trabajadora sexual y que tu familia respete ese trabajo es una excepción, no es lo que pasa. Yo tengo esa ventaja, entre muchas otras.

En uno de los capítulos contas que sufriste una violación por parte de la policía a pocos meses de empezar a ejercer el trabajo sexual. ¿Dudaste a la hora de incluirlo en el libro?

--Sí, dudé mucho. Y lo primero que hice fue preguntarle a la compañera con la que había atravesado esa situación. Ella me dijo que lo escribiera y que después se lo compartiera. Cuando se lo mostré me dijo que para ella era muy fuerte recordar todo, pero  le parecía importante que eso que habíamos pasado y transitado tan en silencio, hoy se pudiera leer como una consecuencia de la clandestinidad del trabajo sexual.

¿Alguna vez lo habías contado públicamente?

--No, no lo conté nunca. Incluso me llevó mucho tiempo poder contárselo a mis compañeras del sindicato. Cuando entré al sindicato había una lucha muy fuerte en contra de la policía que sigue hasta el día de hoy. El discurso es: a la policía nada, con la policía no se negocia, a la policía se la combate.  Entonces yo no encontraba manera de decir lo que me había pasado con la policía y que en ese momento no había tenido herramientas para combatir. Me daba vergüenza decir que en ese momento no supe como defenderme ni poner límites frente a esa situación.

¿Qué te dijeron tus compañeras trabajadoras sexuales cuando leyeron “Puta Feminista”?

--Tuve una muy buena recepción por parte de las trabajadoras sexuales, apenas tuve ejemplares se los hice llegar puntualmente a las compañeras que aparecen en el libro, que son muchas. Con ellas hemos compartido  la esquina y militancia en AMMAR. Me dijeron que el libro las había atrapado muy rápido. Estamos hablando de un colectivo en el que leer libros no es parte de la cotidianeidad y mucho menos leer en primera persona la voz de una trabajadora sexual.

¿Tuviste alguna devolución que te haya conmovido?

--Sí, la de la hija de un cliente con el que compartí una relación y muchos fines de semana a lo largo de años. Cuando su familia se enteró de que yo era trabajadora sexual, me negó el saludo. La hija de mi cliente leyó el libro y me agradeció que haya contado la historia y que haya respetado mantener su anonimato. También me dijo que para ella se habían caído muchísimos prejuicios con respecto al trabajo sexual.

Esa relación amorosa en el libro la contás intentando desarmar la fantasía sobre la trabajadora sexual y el cliente que se enamoran desde una perspectiva de la salvación.

--El amor romántico es una narrativa que llega también a nuestro trabajo. Se construye eso de que hay gente que te va salvar de lo terrible que es ser trabajadora sexual. La verdad es que a mí no me salvó ningún cliente ni ninguna feminista, a mí me salvó la organización, la lucha sindical y encontrarme con mis compañeras de AMMAR.

Hace algunos meses utilizaste tu cuenta de Instagram para contar cómo eran tus días de trabajo. Hiciste historias con clientes, hablaste de las tarifas, de cómo es parar en la esquina ¿Cuál fue tu objetivo en ese momento?

--Hacer uso de de las herramientas que tengo a mi alcance -este caso fueron las redes sociales- para poder contar mi trabajo en primera persona y desde una perspectiva laboral. Yo veía que podía servir para mostrar cómo era para pararme en una esquina, generar estrategias nuevas de cuidado por la pandemia, como le avisaba a mis compañeras cuando llegaba a casa. ¿Qué hacen las trabajadoras sexuales mientras llegan sus clientes? Hablamos de nuestras vidas, nos contamos de nuestros hijxs. También subí conversaciones con los clientes para sacar esa mirada victimizante de que el cliente llega y hace cualquier cosa. El cliente viene y tiene que respetar las condiciones que yo le voy a poner. Dentro del trabajo sexual hay un entramado de relaciones, no es todo cliente, plata, sexo y la trabajadora sexual no habla o esta en un lugar de sumisión.

Te han dicho muchas veces que romantizas el trabajo sexual ¿que respondes a eso?

--Que todo lo contrario, en el libro cuento las malas condiciones que atravesamos, y lejos de romantizar digo que es un trabajo que tiene que ser reconocido y que tiene que haber un Estado presente.

Y por otro lado, también está la idea de que es el peor de los trabajos..

--Dentro del capitalismo y en todos los trabajos hay explotación y malas condiciones laborales. Hay acoso y violencia. Este es un trabajo más dentro de la economía popular, que está atravesado por un montón de condiciones indignas laborales y es por eso que nosotras nos organizamos. Yo pienso mi trabajo dentro de la economía popular, siempre lo hemos pensado así. Abandonando la idea de que hay trabajos dignos y trabajos indignos. La mayoría de los trabajos que hay son trabajos de mierda, hoy en día tener un trabajo registrado en Argentina no te garantiza que puedas vivir dignamente y que te alcance para pagar un alquiler. Cuando a nosotras nos dicen “a las putas hay que darles un trabajo digno” yo digo “decime cual”.

Después de dos años sin Encuentro Plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries, aparece la disputa sobre el nombre, quienes están adentro y quienes afuera. Con los talleres de trabajo sexual ustedes vivieron en primera persona esta disputa y ese relato también esta en el libro. ¿Cuál es para vos el camino para saldar esta discusión?

--El camino es que el Encuentro somos todas. Es el que tomamos en el 2016 en la ciudad de Rosario cuando nos reunimos con la Comisión Organizadora que frente al pedido de reapertura del taller de trabajadoras sexuales, primero nos convocó a nosotras para escuchar cuál era nuestra propuesta, y después se reunieron y decidieron por consenso que se de nuevamente la apertura del taller de trabajo sexual. Así como tienen su taller las compañeras que abrazan una perspectiva abolicionista sobre la prostitución, también tienen que estar las compañeras que se autoperciben como trabajadoras sexuales y que abrazan la idea de que quieren tener derechos laborales, es decir, se tienen que escuchar a unas y a las otras y sobre todo que todas tengamos espacio.

La última vez que estuvimos en el Encuentro fue en La Plata y hubo un consenso con el cambio de nombre que era: Plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries. Hubo dos años en los que no tuvimos los encuentros por la pandemia y hay quienes quieren hacer rancho aparte desconociendo ese consenso.

Como referente de las trabajadoras sexuales, ¿tenés diálogos y discusiones con compañeras que no están a favor del trabajo sexual?

--En el territorio sí, hablo con compañeras que han tenido otras experiencias en torno al trabajo sexual y lo que demandan es otro tipo de trabajo. Nunca nos cerramos a la idea de que todas estamos a favor del trabajo sexual, sobre todo porque hay que ser muy respetuosa de las historias, de las experiencias y de la diversidad de trayectos vitales que tienen las personas en el mercado sexual. Y de hecho hoy tenemos compañeras que están en la Casa Roja o en los merenderos estudiando para terminar la secundaria y que elegirían otro trabajo. Pero no nos tienen a las trabajadoras sexuales como enemigas. En el territorio se discute otra cosa, no se discute abolicionismo o que marco jurídico tiene que llevar adelante el Estado, se discute supervivencia y sobrevivencia, el poder trabajar tranquila sin que la policía te persiga o poder llegar a fin de mes para poder pagar tu habitación en el hotel.

Tenés un hijo de 14 años. ¿Leyó el libro?

--Santino lo está leyendo ahora, va por la mitad creo. Me ha llenado de preguntas

¿Qué te preguntó?

--Lo primero que me pregunto fue: “¿Mamá por qué no denunciaste a la policía por lo que te pasó? No le llegué a responder porque lo hizo él solo: “Ah no, cierto que la policía fue la que te hizo eso"

¿Consideras que "Puta Feminista" tiene un contenido pedagógico?

--Creo que las putas todo el tiempo hacemos pedagogía, nuestra militancia es poner todo el tiempo en palabra el como nombrarnos, diferenciar trata de trabajo sexual, dar cuenta de que no todos los feminismos son abolicionistas, que las putas también somos feministas y que atravesamos todo un proceso para reconocernos como tales. Y me parece que el libro intenta hacer un acercamiento a un mundo que es totalmente desconocido para muchas personas que por ejemplo dan por sentado que nosotras vendemos nuestro cuerpo, la verdad es que yo no vendo mi cuerpo, ofrezco un servicio.

¿Qué ves cuando ves a la Georgina de 19 años en el tren yendo a ejercer el trabajo sexual con culpa y vergüenza y la de ahora con su libro publicado?

--Algo inimaginable. Nunca pensé que podría ejercer el trabajo sexual, estar sindicalizada, ser visible y mucho menos, haber escrito un libro.