La inauguración del gasoducto Néstor Kirchner permite abordar al mismo tiempo hechos, datos corroborables, debates serios sobre el futuro nacional sin privarse de enfocar un ojo en la campaña. Aleluya, por una vez. El gasoducto existe, funcionará. Lo construyó el peronismo gobernante.

Desde 1983 el peronismo le saca kilómetros de ventaja en materia de obra pública a la derecha autóctona y al radicalismo (cuando existía como partido nacional). Los números impresionan. El expresidente Mauricio Macri rezonga y se arroga paternidad de la obra que no empezó. Macanea… los fierros no son su fuerte, a diferencia del bridge. Durante su mandato se construyeron pocos kilómetros acaso solo suficientes para abastecer a dos cocinas y preparar tres pizzas. Una excelente nota del periodista Sebastián Lacunza en Diario Ar ayuda a enfocar la política energética sin alineamientos políticos clásicos.

El crecimiento consiguiente de la producción de gas abre un debate acerca de qué hacer en adelante. Un eje, acaso esquemático, sería si exportar la materia prima como está para conseguir divisas velozmente. O si volcarla preponderantemente al mercado interno para promover un desarrollo industrial sustentable. Y en un estadio ulterior producir bienes exportables con mayor valor agregado, generando nuevas fuentes de trabajo. Debate no teórico contando con el fluido para darle sentido.

El acto empoderó al candidato Sergio Massa, elogiado de cuerpo presente por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Los halagos, el espaldarazo público saltearon hasta físicamente al presidente Alberto Fernández, ubicado en medio de ambos. La omisión llama la atención de los iniciados, seguramente no interesa a la mayoría de la gente común.

Massa se muestra como hacedor, hombre de gestión, candidato con ansia de ganar. El autorretrato conforta a la dirigencia peronista, que lo ve parecido.

Juan Grabois competirá en las PASO; todos dan por sentado que quedará segundo a buena distancia y contendrá a votantes propios disconformes con el perfil de Massa. Las cúpulas peronistas suponen que los votos acompañarán a Massa en las elecciones generales de octubre. Grabois participó en el acto, sentado en las primeras filas. Hasta acá hay competencia en las PASO pero sin el espíritu autodestructivo que destartaló al gobierno de AF y a la coalición Frente de Todos desde 2019. Tampoco la lucha en el barro que enfrenta a la exministra Patricia Bullrich y al jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta cuyas secuelas post PASO constituyen un enigma que se develará a partir de la segunda quincena de agosto.

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Setenta halcones y ninguna flor: El gobernador Gerardo Morales culmina su segundo mandato reprimiendo a miles de jujeños, encarcelando personas sin condena (su marca original de fábrica). La policía provincial viola la autonomía universitaria, entra de prepo, agrede. Cual un déspota del realismo mágico Morales desautoriza a sus subordinados, “de boquilla” aunque sin aplicarles los métodos que reserva para la ciudadanía díscola. Too much, hasta algunos sectores del radicalismo lo cuestionan. Una cosa es apalear pueblos originarios o dirigentes sindicales y otra violar la santidad de los claustros. Poner un límite es mejor que consentir todo, vale… pero sería deseable más coherencia y menos discriminación.

La ornitología cambiemita atraviesa una crisis terminal. Morales era “paloma” como su compañero de fórmula Larreta. Altri tempi. “A mi derecha la pared” funciona como slogan conjunto. Mientras observa de reojo las peripecias y las supuestas fluctuaciones en encuestas de Javier Milei, Bullrich se esmera en mover la pared, todavía más. Su compañero de fórmula, Luis Petri, le reprocha a Morales blandura ante la protesta social. No es chiste, no hay remate.

Fueron arrestadas decenas de personas, gentes de pueblo, laburantes, abogados, se ignora el paradero de muchos. La parca comunicación oficial difunde número de documentos de las personas perseguidas: son DNI de argentinos, todos y todas. Sale mensaje para el xenófobo Miguel Pichetto y para el mismo Morales. No hay inmigrantes entre los revoltosos.

El furor intestino cambiemita se traslada, multiplicado, a las PASO en Santa Fe (ver asimismo nota parte en esta edición). La senadora Carolina Losada, precandidata a gobernadora, acusa a su competidor Maximiliano Pullaro de complicidad con el narcotráfico y anuncia que no lo acompañará si el sospechoso llegara a vencerla. Comparada con ella, Bullrich es cariñosa con HRL. “Pato” apadrina a Losada con quien cometió un video emulando a Javier Mascherano y el Chiquito Romero. “Horacio” rebanca a “Maxi” Pullaro. Los dos referentes nacionales tendrán un día de paseo en Santa Fe pero no estarán juntos en el festejo post escrutinio.

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Desafíos para el ministro candidato: El experimento de las internas “a finish” calcula (con voluntarismo y sin contar con precedentes comparables) que los votantes perdedores acompañarán al triunfador. Todos somos Rocky, ponele. Puede fallar, los electorados son un conjunto de personas con motivaciones múltiples. Engancharlos en una competencia plagada de descalificaciones e insultos genera riesgos. Los cambiemitas se cebaron porque piensan que ya ganaron, Habrá que ver.

En espejo invertido, la fórmula Massa-Agustín Rossi llegó cuando el peronismo advirtió que estaba al borde de la derrota irremisible. La relativa unidad, con Grabois adentro, fue un destello de lucidez. Mejoró la competitividad, subsiste el enigma acerca del resultado final.

La candidatura de un ministro de Economía constituye otro experimento. Desde 1983 ninguno llegó a presidente. Pueden dar Fe Domingo Cavallo, Ricardo López Murphy, Roberto Lavagna. El gobernador bonaerense Axel Kicillof es quien logró el mejor resultado en 2019.

Massa se maneja cómodo como candidato y rema como ministro. La suba del dólar blue nubla el horizonte. Las tratativas con el Fondo están trabadas, el ministro cuenta con de la dirigencia peronista y timonea al gobierno.

Aunque el discurso oficial habla de “baja de inflación” corresponde, en el mejor de los casos, llamarla desaceleración. Sigue trepando, superará el 100 por ciento anual, los ciudadanos lo saben y afrontan. En el otro asiento del sube y baja hacen fuerza los niveles de actividad y de empleo. El gobierno peronista los defendió como mejor pudo, con empeño y políticas públicas. Es una de sus diferencias con Juntos por el Cambio. Mucha gente tiene algo que perder si las circunstancias empeoran. He ahí una diferencia cualitativa con la crisis de 2001, a despecho de comparaciones perezosas tan de moda como la vulgaridad periodística.

El consultor Hugo Haime explica en el diario Perfil “para que el peronismo tenga posibilidad competitiva no sólo tiene que conseguir el voto de los que nada tienen, sino que necesita vencer dentro de los sectores sociales que luchan por no caer y tienen aspiraciones de vivir como los sectores medios y medios altos. Quien se gana a la clase media baja gana las elecciones y es a la que Massa le habló históricamente en 2013/2015/2017 (…) La clase media baja en su gran mayoría está en relación de dependencia o es autónomo, pero estar integrada al sistema no le garantiza no caer en la pobreza. Y allí el ministro tiene el problema de la inflación. Pero la ventaja es que hay trabajo y que es un electorado al cual no le agradan las propuestas del tipo ‘cambio todo y mientras resuelvo las cosas arréglate como puedas’”.

La furia privatista de Bullrich-Larreta, los cierres de empresas públicas, la cancelación de derechos adquiridos, por ahí, asustan. Al peronismo le queda convencer a potenciales perjudicados de que hay futuro y estabilidad por delante. Misión peliaguda, todavía no imposible.

Bullrich fantasea con adecentar su verbo a medida que pasen los comicios sucesivos. Macri se disfrazó así en 2015 y venció. Bullrich. en una de esas, ya se zarpó demasiado.

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La plaga judicial: Santa Fe fue pionera para instalar las PASO. Hoy se vota con boleta única de papel. “Única” es un modo de decir, hay una boleta grande por cada categoría a elegir. En Rosario, por ejemplo, serán cinco: gobernador, intendente, senadores provinciales, diputados ídem, concejales. Enormes, con casilleros chiquitos en los que el elector debe marcar sus elegidos. Un laburo complejo, agravado para miopes, fiacas, lectores lentos… La experiencia comprueba que a menudo no se llenan todos los casilleros, no siempre por voluntad de votar en blanco. Delicias de los instrumentos amados por las ONGs. No opacan las virtudes del federalismo, aunque las empiojan. El sistema electoral nacional sigue siendo superior, en buena hora.

La judicialización de la competencia electoral carece de mérito. La impulsan actores políticos, rebajando la actividad que practican. La intromisión de los tribunales en la secuencia de votaciones deteriora al sistema político.

El flamante fallo del Supremo Tribunal de Justicia porteño agrega una mancha al tigre. Cuatro jueces dibujan fundamentos para habilitar a Jorge Macri como precandidato de Jefe de Gobierno. Solo la jueza Alicia Ruiz se comporta como tal, los otros desvarían. Fariseos todos, con ropajes diversos. Otro día la seguimos, esperando que los jueces no intrusen más. No se trata de malos jueces sino de Poderes judiciales degradados en su mayoría.

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La sociedad no se rinde: En este carril cambiemos de eje. Un poco. En la semana que termina se conoció la sentencia sobre el asesinato de Lucas González cometido por policías de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fue un crimen a mansalva, que los autores intentaron ocultar culpabilizando a la víctima. Inventaron la clásica fábula del delincuente pescado en flagrante delito, del crimen en defensa propia. Contaron con la complicidad de comunicadores y medios que aceptaron y multiplicaron sin chequear esa versión falaz. Uniformados de distintos niveles cooperaron para maquillar la escena del crimen.

Los padres de Lucas, Héctor González y Cintia López, lucharon para desnudar la canallada. El pibe, adujeron y probaron, venía de jugar al fútbol, con amigos. La defensa consiguió que se quebrara la omertá entre policías, que alguno confesara el delito y el encubrimiento. Fueron condenados varios. Se explicó entonces, con candor o con mala fe, que los homicidas “no eran policías”. En una formidable columna publicada en Página/12 (“Radiografía del manzanero) el colega Horacio Cecchi refutó ese relato, que limpia a instituciones degradadas. Se evidenció un modus operandi para encubrir, casi un protocolo para esconder crímenes, una narrativa aupada por los medios dominantes. Una familia de gente sencilla hizo todo para por defender la memoria de su hijo, sin violencia ni vendetta. Encarnan una tradición argentina, enraizada en su sociedad civil. No agachar la cabeza, no rendirse, pedir justicia.

No hay motivos para lavarle la cara a instituciones corroídas como saben ser las fuerzas de seguridad o los tribunales. En la CABA o en otros territorios, desde ya,

Sobran motivos para enaltecer la movilización de los argentinos, su capacidad de resistencia, los apoyos que consiguen, el aprendizaje que concretan transidos por el dolor. La defensa de sus derechos, la protesta social, la capacidad popular para movilizarse, también estarán en juego en las próximas elecciones.

Hasta mañana, tras la jornada en Santa Fe,

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