La promesa de campaña de una dolarización de la economía se fue desdibujando con el pasar de los meses de la gestión Milei. La realidad de un Banco Central con escasas reservas internacionales, parece ser la razón fundamental para posponer el proyecto.

Sin embargo, la opinión en contra del FMI y de algunos grandes empresarios industriales con fuerte penetración en el gobierno, no debe ser subestimada en importancia. Para esos sectores, la dolarización deja a la economía Argentina con una extrema rigidez cambiaria, hecho que podría derivar en una fuerte pérdida de competitividad a mediano plazo.

Frente a esa situación, el gobierno lanza una propuesta más suave de “canasta de monedas”. Se trataría de modificar el código civil para que los argentinos puedan celebrar contratos en monedas extranjeras, además del peso. Este es un hecho que ya sucede de hecho en muchas operaciones inmobiliarias y bancarias y que ahora se extendería a los diversos sectores de la economía. La canasta de monedas junto a un blanqueo fiscal ilusiona al Gobierno con el arribo de parte de los 250 mil millones de dólares que los argentinos tienen fuera del sistema financiero.

Pero a diferencia de la dolarización, la canasta de monedas no tiene un impacto significativo sobre la inflación. Más allá de cierto refuerzo de la estabilidad cambiaria si lograra el cometido de que algún dólar fugado ingrese al sistema, la canasta de moneda no impide ni la devaluación del peso, ni rompe con la inercia inflacionaria que genera la indexación de gran parte de los contratos de la economía. La mayor parte de los argentinos que no pertenece a un grupo selecto que logra negociar su remuneración en dólares, seguirá viendo erosionar su poder adquisitivo mes a mes.

Cuba y Venezuela

La canasta de monedas se aplicó en Cuba durante el período especial y actualmente rige la economía de Venezuela. En el caso cubano, el derrumbe de la URSS la había dejado sin su principal comprador de azúcar y abastecedor de petróleo y productos industriales. Ello condujo a una brutal depreciación del peso cubano y una elevada inflación en los mercados negros.

Ante esa situación, la canasta de monedas, liberando el uso interno del dólar y otras divisas, fue una estrategia defensiva para intentar que las remesas de los exiliados cubanos en Miami oxigenen la economía de la isla. Sin embargo, para la mayoría de los cubanos que siguieron cobrando en pesos, no solucionó el problema de la devaluación de sus sueldos ni del encarecimiento de los precios fijados en divisas.

En el caso venezolano, la canasta de monedas se impuso de hecho tras la hiperinflación. La tremenda desvalorización del bolívar generó que el dólar extendiera su función de reserva de valor a la de unidad de cuenta y medio de transacción. Ante dicha situación, el gobierno terminó avalando esa situación permitiendo legalmente las operaciones en dólares, quedando el bolívar como moneda para el pago de sueldos estatales y de parte del sector privado, impuestos y transacciones menores. Para los venezolanos que siguen ganando en bolívares, la inflación continúa siendo una realidad cotidiana.