CIENCIA › JOSE LUIS LANATA, ANTROPOLOGO

En el principio

La dinámica de poblaciones estudia desde cómo se dispersa un grupo cuando entra a un espacio nuevo hasta cómo se dio hace 20 mil años el verdadero descubrimiento de América.

 Por Federico Kukso

Las primeras veces siempre son importantes. Pueden ser rústicas, vergonzosas o explosivas, como se dio cuando un grupo de anónimos valientes decidió hace 20 mil años dejar su hogar asiático y probar suerte en un nuevo continente cruzando lo que ahora es un estrecho. Había comenzado el poblamiento de América, su verdadero descubrimiento. “Hay estudios que sostienen que tuvieron que haber sido unas 80 o 100 personas las que hicieron el cruce”, explica el antropólogo José Luis Lanata, investigador independiente del Conicet, director del Departamento de Ciencias Naturales y Antropológicas del Cebbad-Conicet, y Fundación Félix de Azara, y profesor del Departamento de Ciencias Antropológicas de la UBA.

–Cuénteme qué investiga.

–Me centro básicamente en dinámica de poblaciones en el pasado. Hace un par de años estamos estudiando juntamente con investigadores del Conicet, la Facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Naturales y Exactas de la UBA y del Museo de la Universidad de La Plata cuál es la dinámica poblacional de la dispersión humana en América, con énfasis en Sudamérica. Lo que queremos comprender es qué ocurrió en ese momento inicial.

–¿Cuál momento inicial?

–Cuando poblaciones de Homo sapiens que habitaban Beringia (las tierras emergidas en lo que hoy es el estrecho de Bering) comenzaron a dispersase por Norte, Centro y Sudamérica.

–¿Con qué lapsos trabajan?

–La entrada por el estrecho de Bering, por la que se inició el poblamiento inicial de América, se dio hace 20 mil o 18 mil años, y tal vez antes. En América del Sur, los fechados más antiguo están en el orden de los 13 mil años en Patagonia continental y 11 mil en Tierra del Fuego.

–En esto hay muchos mitos y leyendas, como las que dicen que los primeros en llegar fueron los fenicios o los vikingos.

–¡O desde la Atlántida!

–Hasta Ameghino propuso que la especie humana surgió en la Pampa, con el Homo pampeanus.

–Fue más que nada un problema de comprender la formación de ese registro paleoantropológico en un momento en que en todo mundo se buscaba tener la cuna del origen del hombre. Para la misma época, finales del siglo XIX, también se dio el famoso fraude del hombre de Piltdown, donde los ingleses falsificaron un cráneo con la idea de decir “el hombre es inglés”, y contraponerse al descubrimiento de la mandíbula de Mauer de los Neanderthal en Alemania. Ameghino tuvo como detractor al antropólogo norteamericano Alex Hrdlika, quien destruyó sus argumentos de una manera muy cruel en 1912.

–¿Y qué se sabe de la entrada a América?

–Que hubo en un primer momento un cuello de botella poblacional. Actualmente, el estrecho de Bering es poco profundo (30-50 metros) y de 92 km de extensión. Cuando se producen las últimas glaciaciones, hace 18 mil años, el mar desciende y desde islas Aleutianas al mar Artico existió una tundra semejante a lo que hoy es la tundra siberiana. Cuando llegaron a Norteamérica, el paso estaba cerrado por la existencia de los hielos continentales, los glaciares Laurentino y Cordillerano, de cientos de metros de altura. Así se produjo un cuello de botella poblacional, permitiendo sólo el paso a través de la costa del océano Pacífico. Según las simulaciones que hemos desarrollado, podrían haber entrado al sur de esa barrera glaciar hace 16.500 años, quizás un poco antes.

–¿A la zona de América del Sur cuándo llegaron?

–Una vez que entraron al continente se fueron dispersando y llegaron a América del Sur, hace 15 mil años o antes. Lo que vemos es que la zona del Amazonas se pobló muy rápidamente. De estos modelos que hacemos salen problemas que tienen que ver con la diversidad genética: hay mayor variabilidad en las poblaciones amazónicas que en las poblaciones andinas.

–¿Por qué?

–Tiene que ver con las características de los hábitat a los que entraron, la densidad de la población y las características culturales y sociales. No es lo mismo una población que entra a un ambiente rico y diverso, donde se puede mantener con poco esfuerzo una buena y alta capacidad de reproducción, que ambientes más difíciles, como los Andes o los semidesérticos de Patagonia. Los datos genéticos con los que se cuenta avalan los modelos que estamos produciendo. Hoy se sabe que hubo dos poblaciones: una andina y otra amazónica (paleoindios y amerindios). En la zona que hoy es Argentina se dio una mezcla, una población que fue quedando, con una mayor aproximación a los grupos andinos.

–¿Qué ocurrió en las islas?

–Por su aislamiento tienen una dinámica poblacional distinta. Las especies generan variabilidad a partir de la población que está en la isla, la fuente del cambio es, en mayor medida, esa misma población. Para el caso de nuestra especie, Rapa Nui (isla de Pascua) es un ejemplo: entraron y por alguna razón desaparecieron, dejando los moaíes y deforestando la isla. Es la Galápagos humana, como sostiene el arqueólogo Carl Lipo.

–¿Qué es lo que más se encuentra en una excavación?

–Artefactos como puntas de flecha, raspadores, restos de vasijas de cerámica, etc. Actualmente obtenemos más información que hace veinte años y no necesitamos excavar tanto, ya que el avance de otras ciencias nos permite acceder a datos o huellas casi invisibles: “microvestigios”, información que va desde lo genético hasta por ejemplo conocer la dieta de una población o ver cómo fue su movilidad. Para eso se hacen análisis con estroncio 86-87, un elemento químico que está en los suelos y rocas. Cada región tiene una señal isotópica, una firma o huella digital, y si se estudian los huesos tanto de humanos como de otros animales se puede conocer si el rango de movilidad era alto o bajo. En esto es interesante el “caso de Otzi”, aquel hombre de los hielos de hace unos cinco mil años hallado congelado en los Alpes. Se conservó tan bien que sabemos cuál fue su última comida. Y que tenía un rango de acción reducido. Es una especie de cápsula del tiempo.

–¿Hallar un Otzi americano lo deja sin sueño?

–La verdad que no. Personalmente, me interesan las preguntas que abarcan rangos temporales y espaciales más amplios: ¿cuál es la dinámica de una población cuando entra a un espacio nuevo? ¿Cómo se originó el hombre y cómo se dispersó? ¿Qué hay de semejante y de diferente entre la dispersión en América y en la India, por ejemplo? La nuestra es una de las pocas especies de mamíferos que está en todas partes del mundo. La primera dispersión fue fuera de Africa, hay otra en América, otra superó la barrera de los mares poblando las islas de océano Pacífico. Y desde hace cincuenta años estamos rompiendo la barrera del espacio.

–¿Es difícil cambiar en las escuelas primarias y los colegios secundarios la idea de que América estaba vacía cuando llegó Colón?

–Cuesta mucho hacer entender que “nuestra” historia no comienza con la llegada de los conquistadores. ¡Incluso para muchos la historia del país recién comienza en 1810! Y en realidad había un continente habitado hace quizá 20 mil años o en nuestro caso hace unos 13 mil años o más. Pasa lo mismo con la mal llamada “conquista del desierto”. Eran épocas en las que, aunque se dijera que se quería incorporar y civilizar a los pueblos originarios americanos, se justificaban simultáneamente los crímenes de lesa humanidad que se cometían en base a la idea de “enemigos externos”. Porque sabemos que hubo genocidio, que hubo campos de concentración indígenas durante y después de la “campaña del desierto”, aunque varios historiadores sostengan que el genocidio se da a partir de la Segunda Guerra Mundial. Si analizás nuestra historia, te percatarás de que se construyó la nación Argentina en gran parte con la idea de colonizar un espacio que estaba desierto, que no había nadie. Y eso nunca fue así. Desde hace por lo menos 13 mil años que no era así.

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