CONTRATAPA › ALVARO YUNQUE

123 años y poca memoria

 Por Mempo Giardinelli

Hoy se cumplen 123 años del nacimiento de Alvaro Yunque, uno de los escritores más representativos de la literatura argentina del siglo XX.

Desde ya que no son esos números los que inspiran esta nota, sino el olvido en que hoy parece sumido, injusto por donde se lo mire. Porque Yunque (nacido en 1889 en La Plata como Arístides Gandolfi Herrero) se crió en una familia de inmigrantes italianos de buena posición y temperamento artístico y llegó a ser protagonista fundamental de la vida cultural argentina, pero por causas bastante inexplicables es hoy casi un desconocido para las nuevas generaciones.

Su padre, milanés, fue el constructor, entre otras obras, de la catedral de Mar del Plata, entonces llamada iglesia parroquial de San Pedro. Y él, de muchacho, se trasladó a la Capital y estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires, y luego en la Facultad de Arquitectura, carrera que abandonó apenas antes de recibirse para dedicarse al periodismo y la literatura.

De ideas anarquistas en su juventud, marxista después, practicó siempre una literatura realista plena de inquietudes sociales y reconocimiento a los trabajadores, los desposeídos y los niños, y seguramente por eso adoptó ese férreo seudónimo, que registró como propiedad intelectual en 1934. Fundador del Grupo Boedo junto a Elías Castelnuovo, Roberto Mariani, Nicolás Olivari, Leónidas Barletta y otros escritores nucleados en la revista Claridad, su obra, tanto poética como narrativa, sobresalía porque no sólo practicaba la literatura social sino que también hacía gala de una imaginación notable y sus cuentos fantásticos delataban la influencia de Chéjov, Tolstoi y Gorki a la vez que de poetas como Baudelaire y el intransigente y polémico Almafuerte, asimismo radicado en La Plata.

También dramaturgo, historiador y ensayista, Alvaro Yunque dejó un centenar de títulos, sólo la mitad de ellos publicados, que hoy atesora su hija Alba.

Su labor periodística, combativa y militante quedó plasmada en medios que en estos tiempos se llamarían alternativos pero que tuvieron fuerte influencia por décadas: La Protesta, La Vanguardia, Rumbo, Campana de palo, Los pensadores. Y llegaron a ser tan grandes su fama y predicamento, que también lo invitaron a escribir los grandes medios de su época, como La Nación, Crítica y Caras y Caretas.

La vasta cultura, elegancia textual y honestidad intelectual de Alvaro Yunque llegaron a ser paradigmáticas, y entre los años ’20 y ’50 fue un activo protagonista de múltiples peñas, cafés y encuentros literarios porteños, donde frecuentó a colegas como Horacio Quiroga, Roberto Arlt, César Tiempo, Alfonsina Storni y Cátulo Castillo, entre otros. Su popularidad llegó a ser emblemática de la ciudad, tanto por sus obras como por su figura, su melena y la bicicleta negra en la que se desplazaba por todo Buenos Aires.

En mi opinión, algunos de sus libros deberían ser hoy de lectura obligatoria para chicos y jóvenes. No sé qué pasa que cuesta tanto encontrar sus Versos de la calle (1924), o Zancadillas, su primer libro de cuentos (1925), o Barcos de papel (1926), con el que obtuvo el Premio Municipal y llegó a ser el más popular autor de libros infantiles y juveniles de su tiempo, con sus personajes dickensnianos, muchas veces niños humildes, hijos de obreros, sujetos a las vicisitudes de la explotación y la marginación.

Después del golpe nacionalista de 1943, claramente simpatizante del llamado Eje Berlín-Roma-Tokio, debió exiliarse en Montevideo, donde fue docente de matemáticas y escribió ensayos notables, como Alem, el hombre de la multitud (1946), Calfucurá. La conquista de las pampas (1956); Síntesis histórica de la literatura argentina (1957) y hasta una Historia de los argentinos (1968).

Multipremiado en sus años veteranos, fue sin embargo nuevamente prohibido y censurado en 1976, y la saña de la dictadura hizo que incluso se prohibiera su participación en la Feria del Libro de 1977, cuando Yunque tenía ya 88 años.

Murió en Tandil en enero de 1982, a la edad de 93 años, y después de su muerte se publicaron Laberinto Infantil, Las Alas de la Mariposa, Animalía, Cuentos con chicos y otros.

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