CONTRATAPA › DIA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS DEL NIÑO

Tres casos

Por Alfredo Leuco

En Argentina los derechos del niño fueron incorporados a la nueva Constitución en 1994, pero se conocen muy poco y se respetan casi nada. Hay muchos que se llenan la boca con las palabras pero pocos, muy pocos, los llevan a la práctica. Para no caer en esa misma actitud retórica, voy a contar tres historias donde los derechos del niño, los más elementales de un ser humano, son violados reiteradamente. Son tres casos que seguro nos duelen a todos pero se van haciendo costumbre con el tiempo.

- El primer caso es el de Marita. Tiene apenas 12 años y trabaja en bares de morondanga con lamparitas rojas, donde vende su cuerpito de niña mujer por 20 pesos la hora. Nació en las montañas y ahora vive en Orán, en una pensión, con un atorrante de 25 que la regentea y la humilla cada vez que puede. Sin ir más lejos, cuando la semana pasada cumplió los 12, un cliente se conmovió y le regaló un osito rosa de peluche. Y una amiga de la noche, una veterana de 14, le regaló un disco compacto del grupo Yerba buena. Marita estaba feliz con el disco y el osito, hasta que la vio el energúmeno, doblado por el vino fácil y le hizo una escena de celos. “¿Quién te lo regaló?”, gritaba con su aliento a miseria de alcohol mientras tiraba el osito y el disco a la calle. Marita es una niña aunque tenga mirada de vieja. Marita tiene una pollera así de cortita, anda en ojotas y muestra su ombligo como si fuera Graciela Alfano. Marita es una niña. Bien podría preguntarse, ¿de qué derechos me hablan?

- El segundo caso es el de Antonio. Todavía no cumplió los diez años y trabaja al compás de un semáforo sobre la ruta 21 a la altura de González Catán. Tiene un balde sucio como sus rodillas peladas y un trapo para pasar por los parabrisas. Pide chirolas. Se apura a mojar el vidrio antes de que el chofer le diga que no con la cabeza. Antonio es de Boca y dice que la hinchada lo da vuelta pero se droga aspirando un pegamento que le electriza el corazón y le patea el cerebro. Antonio duerme en los andenes y come una vez por día en el comedor del padre Luis. Antonio es uno de los chicos pobres de una Argentina donde la mayoría de los chicos son pobres, y donde la mayoría de los 14 millones de pobres son chicos. Antonio pasa hambre en un país que produce alimentos para 300 millones de personas. Antonio todavía no cumplió los 10 años y nadie cree que sea un chico. Tiene todo el derecho del mundo de preguntar, ¿de qué derechos me hablan?

- El tercer caso es el de Javier. Tiene 7 años. Muere por ver los dibujitos en el cartoon network. Tiene rollers que usa en las veredas de Liniers, una computadora nuevita y una bandera de Vélez colgada al lado de la ventana. Pobre Javier. Se hace pis en la cama y vive nervioso en la escuela. La seño no sabe por qué. No sabe qué le pasa. A Javier le da vergüenza decir que su padre, un profesional exitoso, le pega con una violencia terrible. Hace 15 días la brutalidad del castigo le fracturó una pierna. Pobre Javier. El solito dijo en el sanatorio que se había caído jugando al fútbol. Pobre Javier. El dolor de la pierna rota, el dolor de la vergüenza. No hay Power ranger ni Parque de la Ciudad que lo consuele. Javier bien puede preguntarse, ¿de qué derechos me hablan?

En Orán, en González Catán o en Liniers no se respetan los derechos de Marita, de Antonio ni de Javier. Y hay miles de chicos como ellos que son obligados a prostituirse, a participar en sesiones de pornografía infantil, que son abusados sexualmente en gran porcentaje por sus familiares, que no tienen un techo para dormir ni comida para comer, ni escuela para aprender o que son maltratados como esclavos por sus propios padres.
Hoy es el Día Internacional de los Derechos del Niño y casualmente también es el día de la soberanía nacional. Y eso es mucho más que una coincidencia. Por lo menos para los que creen que la soberanía y la patria son los chicos. El territorio de sus hijos. Esa es la soberanía que hay que defender. Esa es la tierra que hay que sembrar. La mente y el corazón de los chicos. Si no, estaremos condenados a escandalizarnos cada vez que en Tucumán o en Formosa o aquí a la vuelta aparezcan chicos fantasmas, panzones y arrugaditos, que creíamos que nacían solamente en Biafra. Ellos son los condenados. Porque van a ser más chiquitos, más débiles, más desnutridos y con menos capacidad intelectual y de aprendizaje.
Hoy es el día de los Derechos del Niño. Las maestras los recitarán uno por uno. Alguna dirá que los derechos de los chicos no son más chicos que los derechos de los grandes. O que los chicos tienen grandes derechos. Otros se acordarán de Marita, de Antonio y de Javiercito. Y de los millones de chiquilines que por las noches, carasucias de angelitos con bluyín, salen a vender sus vergüenzas. Incluso el Día Internacional de los Derechos del Niño.

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