CONTRATAPA

¿La verdad sobre Malvinas?

Por Dalmiro Manuel Bustos*

El 2 de abril amaneció a pleno sol. Me sentía triste, irritado. Lo que debería ser un día de reflexión para todos los argentinos, fue reducido a un turístico fin de semana largo. Mi malestar se convirtió en una gripe 5 cruces. En un intervalo entre pacientes, salí a tomar un café. Entré al pequeño y acogedor bar que tiene un olorcito que con sólo aspirarlo uno aumenta dos kilos. Me siento, abro el diario y me sumerjo en las noticias con las defensas altas que nos permiten no asombrarnos de nada. La violencia económica era acompañada por la explícita guerra de Medio Oriente. Ambas orquestadas por la sádica sonrisa de Bush. En la mesa cercana, una muchacha de menos de 30 años desayunaba con su hijita, de menos de siete. Al ver los titulares, la nena le pregunta a su mamá: “Mamá ¿qué es Mal-vi-nas?”. La simpática y joven madre le contesta, con toda naturalidad: “Mirá, Luz, es complicado explicarte, pero resulta que en el año ‘78 le ganamos el Mundial a los ingleses (¿!). Ellos se quedaron con la sangre en el ojo y en el ‘82 nos quitaron las Islas Malvinas, que están en el Sur. Mataron a unos 30 mil muchachos (¿!). Y es por eso que las Madres se ponen un pañuelo blanco en la cabeza y marchan en Plaza de Mayo”.
Pagaron y se retiraron satisfechas. Yo quedé mudo, perplejo y desorientado. Pensé que a esta altura de lo absurdo que reina en el mundo, nada podría sorprenderme. Escuché muchas versiones, pero ésta era una invitación al delirio. Pero ya que soy un psiquiatra en un intervalo entre pacientes, acepté la invitación. Me deliré e imaginé las diferentes versiones que se le podían ofrecer a Luz.
Entró un soldado inglés y dijo: “Mirá, nena, para mí son las malditas islas Falklands. Yo ni sabía que existían. Margaret Thatcher, alta representante de la soberbia británica, nos mandó a la muerte para demostrar que ella era tan macho como Galtieri, Reagan, Churchill o la reina Isabel. Además, hacía mucho que no había una buena guerra y había que renovar el stock de armas. Fue terrible la guerra. Desgraciadamente los que ostentan el poder no son muy diferentes y todos terminan usando al pueblo. Yo también tuve que pasar el horror de enterrar a mis compañeros. No había siquiera una causa ‘noble’ que justificara esta guerra. Prefiero olvidar”.
Acto seguido entró un soldado argentino. Dijo así: “Yo tenía unos diez años más que vos. Jamás elegí ser soldado, quería ser abogado, aunque en realidad quería ser músico, o actor. De las islas sólo sabía que: ‘Lasmalvinasonargentinas’, de la misma manera que decía: ‘Feboasomayasusrayos’. Aguanté el servicio militar yendo a comprar facturas y lustrando las botas de los suboficiales. De pronto me pusieron un fusil en las manos y me dijeron: ‘Peleá’. Tuve hambre, miedo. La muerte y el frío me cercaban, la sinrazón de toda esa locura me llenaba de odio. De pronto nos llevaron de vuelta. Fui a las islas con 18 años, volví con cansados 50. Se escuchaba el silencio que decía: ‘Fue un error’. Y recibimos la consigna de guardar silencio. Amargamente se grabó en mi alma el rechazo a toda forma de violencia. Pero también aprendí que jamás se debe ejercer el poder mandando al frente al otro. Esa cobardía no la admitiré nunca más”.
Luz lo miraba perpleja y con los ojitos llenos de lágrimas. Entonces yo mismo ocupé el lugar. Dije así: “Yo tampoco ubicaba a las Malvinas en el mapa emocional de la Argentina. Había tantas luchas que merecían nuestro esfuerzo que ésa no era una prioridad para mí. Pero mi hijo, clase ‘62, hacía el servicio militar y lo llevaron a ese confín del mundo para entrar en la terrible opción entre matar o morir. Los padres de los muchachos nos reunimos para acompañarnos en nuestra angustia. Llegamos a ser 700 personas y fue una experiencia de solidaridad que no olvidaré jamás. No todos los soldados volvieron. Muchos quedaron allá. Otros volvieron heridos en cuerpo y alma. Muchos asimilaron la terrible experiencia y siguieron adelante frente a una comunidad que no sabía qué hacer conellos. Muchos muchachos, uno ya sería demasiado, decidieron poner fin a su vida. Fueron 265 chicos los que optaron por ese trágico camino. Todo el país parecía decir: ‘Bueno, al fin y al cabo yo no tengo nada que ver, yo no los mandé a la guerra’. Hoy, 20 años después, algo cambió. Cruces blancas fueron llevadas a la puerta de la casa de Galtieri, portadas con una fuerza y una dignidad que, al verlos, me puse a llorar. Una enorme bandera argentina fue llevada por cientos de ex combatientes con la potente voz de uno de ellos entonando ‘...es la bandera de la Patria mía...’. Detrás de ellos vi a las Madres de Plaza de Mayo, vi a los que marcharon sin violencia el 24 de marzo, diciendo: ‘Nunca más’, sin estridencias, pero con la profunda convicción de la verdad. También estaba allí la hermana Pelloni, liderando en silencio a los que clamaban justicia por el crimen de María Soledad. Y tantos otros... Como verás, a mí también se me mezcla la historia como a tu mamá, pero, si bien los elementos son los mismos, los resultados de esa mezcla difieren bastante”.
Todo esto, mi querida Luz, es Malvinas para mí.
* Médico psiquiatra.

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