CONTRATAPA

Los cinco elementos

 Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona

AIRE Hubo un tiempo en que los dioses, los superhéroes o los científicos más o menos locos eran los únicos que accedían al privilegio de viajar por el aire, por ese espacio al que ahora se le cuelgan nuevos planetas como si se tratara de medallas. Aire limpio y azul y libre de agujeros de ozono o de basura espacial. Ahora viajamos nosotros. Y viajamos mal. Y una nueva versión de La metamorfosis comenzaría así: “Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregor Samsa se despertó convertido en una valija extraviada”. El aire de los aeropuertos cada vez más viciado. El aire de los aviones que es la versión artificial del aire. Aire que –dentro de muy poco, estoy seguro– incluirá en sus moléculas una dosis de partículas somníferas que impedirá que los pasajeros sientan ganas de aterrorizar o que ayudará a que no se aterroricen cuando los acontecimientos (y el avión que lleva a bordo a los acontecimientos) se precipiten. Mientras tanto, nuevas medidas de seguridad que incluyen –cuando saltan las alertas– la prohibición de llevar libros a bordo. ¿Qué haremos entonces aquellos que no podemos viajar si no es transportados por novelas o cuentos? Las películas de ahí arriba, ya se sabe: las buenas uno ya las vio, y las malas uno no quiere verlas. Una modesta proposición: que junto al inevitable U. S. Marshal de incógnito viaje, también, un escritor. Y que se pare en el pasillo y cuente lo suyo. Así, la azafata anunciaría: “Señores pasajeros, viaja con nosotros el escritor alemán Günter Grass y acaba de informarme que tiene algo para confesarnos. Por favor, ajústense los cinturones y enderecen el respaldo de sus asientos y óiganlo con mucha atención”.

FUEGO El fuego que –con la ayuda de pirómanos nocturnos que de día trabajan de bomberos– arrasó miles de hectáreas de Galicia. El PP y el PSOE no se ponen de acuerdo en la cantidad exacta de hectáreas. El PP y el PSOE nunca están de acuerdo en nada; pero supongo que es mejor que los rivales políticos estén en partidos diferentes en lugar de en el mismo partido. Cuestión de higiene, digamos. Una cosa sí es segura: Günter Grass no tuvo nada que ver, porque por esas fechas se lo vio en Dinamarca. Eso sí: se está estudiando su posible participación en el incendio del edificio del Reichstag del 27 de febrero de 1933. Y, sí: hubo un tiempo en que el fuego no existía aunque ya estaba. Algunos mitos explican que fue un mortal quien se lo robó a las divinidades de turno y que pagó cara su osadía. Es decir: el hombre no inventó el fuego, tan sólo se limita a encenderlo en momentos casi siempre inoportunos. Ejemplo de receta para hacer fuego: tómese una piedra de Israel y otra piedra del Líbano. Golpéeselas con fuerza, una contra otra, hasta que salte una chispa. No hace falta golpearlas durante mucho tiempo o muchas veces. Enseguida salta y quema y se abre el fuego.

TIERRA Y corre el fuego por la tierra por la que ruedan las piedras. ETA anunció que “el proceso de paz está en crisis”. El PP y el PSOE se pelean por una piscina –cárcel del agua en la tierra– que un concejal de los primeros construyó junto a su casa ignorando el carácter público de unos terrenitos. El PSOE exige que la piscina sea, por lo tanto, para uso del pueblo. El PP dice que no. John Cheever escribiría un gran cuento con todo esto. Pero lo que en realidad tiene indignados a los españoles es la suspensión de los dos conciertos de los Rolling Stones en la península. Los dos primeros se suspendieron porque Keith Richards se cayó de una palmera. Estos dos por una laringitis de Mick Jagger. Günter Grass preguntó si podía confesar algo al respecto, pero le aconsejaron que no y que mejor esperara a la edición de su libro en España. Los móviles noticieros se trasladaron a los escenarios súbitamente cancelados de losrecitales, desenfundaron micrófonos, y ahí nomás encontraron a alguien que aullaba: “¿Y ahora qué carajo hago con la entrada, me la meto en el orto?”. Siempre –incendio, maremoto, alud o nova– habrá un argentino cerca de una cámara. Es ley de la naturaleza.

AGUA Sobre las olas llegan las oleadas de africanos en busca de la hipotética tierra firme europea. En lo que va del año, cinco veces más que en todo el 2005. Mientras tanto, el cambio climático tropicaliza al Mediterráneo: invasión de medusas y de especies calientes y de tiburones y, si la cosa sigue así, los españoles ya no tendrán necesidad de viajar al Caribe. Pero lo que a mí me interesa ahora es la historia de esos pescadores mexicanos que se la pasaron nueve meses a la deriva alimentándose “de patos que cazábamos” y que declararon nunca perder la esperanza “porque siempre vimos barcos, no nos rescataban, pero siempre veíamos barcos”. Dos de ellos saltaron por la borda porque, supongo, no le gustaban los patos o se cansaron de ser avistados pero no recogidos. Una tercera posibilidad me da miedo así que, mejor, no la escribo. Uno de los sobrevivientes ya se había perdido de igual manera cuando tenía siete años. De ahí que su familia jamás haya perdido la fe. Algo parecido le pasó al pequeño Günter Grass, durante una excursión por el Rhin. Pero mejor no hablar de ciertas cosas.

MEMORIA Están los especialistas que aseguran que el quinto elemento es el yogurt que no se sabe a qué orden pertenece. Ese yogurt que se comen Chávez y Castro. Pero yo prefiero pensar que el quinto elemento es la memoria. La memoria que no es líquida ni ígnea ni sólida o aérea pero de la que, sin embargo, estamos hechos. La memoria que lamenta perder el replicante Nexus 6 Roy Batty al final de Blade Runner, la memoria de Shakespeare sobre la que Borges escribió un cuento y la memoria de Borges que María Kodama dice que es sólo suya. La memoria es un elemento complicado. “El don súbito de la memoria no es siempre sencillo” y “la memoria es como un obrero que trabaja para establecer cimientos duraderos en medio de las olas”, escribió Proust. Y lo que molesta de la confesión pública de Grass en cuanto a su paso por la Waffen SS –del que se haya acordado de acordarse– es que coincida con la publicación de su autobiografía. Una cosa es cierta: de haberlo ventilado antes, difícilmente le habrían dado el Nobel a Grass (a Borges no se lo dieron por mucho menos), quien ahora afirma que “esta culpa me ha pesado como una ignominia”. OK. De acuerdo. Error de juventud. Todo bien. Grass sigue siendo un grandísimo escritor. Pero, siendo también el autor de libros como El tambor de hojalata y Años de perro, la verdad que el tema podría haber surgido antes de que escribiese este Pelando la cebolla. Eso sí, por favor, que ahora no empiece a pedir perdón todo el tiempo. El perdón no es un elemento. El perdón es un derecho del que lo otorga y no un privilegio de quien lo pide.

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