CULTURA › HISTORIAS DE LA ARGENTINA, DE RUDY

El crisol de razzias

Hoy se publica la segunda parte de la historia nacional según el humorista, que esta vez se la toma con el siglo XX, de Roca a De la Rúa. Un adelanto exclusivo del imperdible y cómico esfuerzo por entender “el gran misterio nacional”.

Por Rudy

El siglo XX fue polémico desde sus mismos inicios. Hay quienes dicen que empezó en el 1900, otros sostienen que el primer año del siglo fue el 1901. En la Argentina, por supuesto, se formaron dos nuevos bandos irreconciliables, que se sumaban a la extensa lista existente. También se discutían cuestiones más trascendentes, como el modelo de país: ¿agroexportador (vendedor de granos y carnes), ogroexportador (vendedor de dictadores y generales especializados en campañas al desierto u otros exterminios) o quemeimportador?
Por iniciativa del presidente Roca, las estrofas del himno a ser cantadas en las fiestas patrias se redujeron a los primeros cuatro versos, los últimos cuatro, y el estribillo. La idea era quitar los versos en que se hablaba mal de España (que eran la mayoría) porque ahora era nuestra madre patria, y como madre había que respetarla. El himno original tenía setenta y dos versos; quedaron ocho: más o menos como las demás riquezas del país. Los españoles ya no era unos tiranos sangrientos que no querían saber de nada con que nos liberásemos de su yugo. Incluso el 25 de mayo de 1810 podría interpretarse como “una jornada de protesta contra Francia, que tenía prisionero al rey Fernando VII”, mientras el ejército patriota se encargaba de mantener el ecosistema en buenas condiciones. Además, se buscaba quitar lo que de “revolución” pudo haber en 1810, porque ahora, en el 1900, Roca y Pellegrini eran la ley, y los revolucionarios eran Yrigoyen, los anarquistas, etc. Entonces, los “malos” tenían que ser los revolucionarios, y los “buenos”, los que gobernaban. Los criollos no eran los rebeldes de 1810, sino la ley; los rebeldes eran los españoles. Con un poco de imaginación, se podrían haber creado también otros “mitos fundantes”.
–Colón era argentino: de chiquito lo llevaron a Génova. Pero el truco del huevo parado lo había aprendido acá, con un gaucho.
–Alejandro Magno conquistó todo el mundo, menos nuestras tierras, ya que no se animó. Tampoco se animaron Aníbal, el Cid Campeador, César, Napoleón. Todos temían los efectos mortíferos de las boleadoras, el mate y el fraude.
–Las pirámides de Keops y Tutankamón las construyeron unos ingenieros argentinos. La prueba es que costaron mucho más dinero de lo esperado.
–La Argentina fue el único país del mundo en el que no hubo Diluvio Universal, porque o fue necesario: cayeron unas pocas gotas y se inundó todo.
–La Maja Desnuda tenía una sobrina que estaba casada con un argentino.
Se declaró “baile nacional” al pericón, que nadie bailaba desde hacía décadas, y quizá por eso representaba tan bien al país: como la industria, la correcta administración y los proyectos viables y sensatos, el pericón también era algo poco puesto en práctica. La zamba y el tango, en cambio, se descartaron por ser demasiado representativos.
Cuando el presidente del Brasil, Campos Salles, viajó a Buenos Aires, fue recibido con un golpe de calor (y no, afortunadamente, por un golpe de Estado, que suele producir más víctimas) para que no extrañara. La visita fue filmada, y la película se estrenó como “primera película nacional”, pero recibió duras críticas, pues a muchos no les gustaba que el protagonista fuera extranjero: “¿No podían haber contratado a un actor nacional para hacer de presidente de Brasil?”
Como recién empezaba el siglo, empezaron también otras cosas:
–Se fundó Saporiti, la primera agencia de noticias argentina. Esto significa que el país, además de vacas, ovejas y negociados, ya era capaz de producir noticias.
–Se realizó la primera exhibición de box, en el Colegio Carlos Pellegrini: los contendientes recibieron aplausos de la concurrencia y cinco amonestaciones de parte del preceptor. A los alumnos les aconsejaron: “No hagan esto en sus casas”.
–Se fundó el Club Hípico, aunque no había muchos hippies para asociarse.–Se dispuso que el tránsito circulara por la izquierda, como en Inglaterra, y que los gobiernos fueran de derecha, también como en Inglaterra.
En política internacional, se restablecieron los vínculos con el Vaticano, uno de los países con los que no había problemas limítrofes, al menos terrenales. No se firmó, sin embargo, ningún tratado comercial por el cual el país pudiera vender hostias y a cambio recibir indulgencia por los negociados.
Una medida tomada en el extranjero provocó un desastre nacional: Inglaterra prohibió las carnes argentinas, por la aftosa. El documento “After aftosa never more churrasco” fue categórico. “Habrá que buscar otro país que sepa valorar el exquisito sabor de las aftas argentinas.” Para compensar, al año siguiente Inglaterra compró caballos argentinos para la guerra contra los bóers, en Africa: se ve que los caballos nunca se contagian la aftosa y/o son más fáciles de montar o más rápidos que las vacas. “El bóer solo bien se lame”, afirman los ingleses.
En cuanto a la vida deportiva, el English High Club ganó el campeonato de fútbol. Su hard bar (barrabrava) gritaba: “¡Pongan eggs!” cada vez que el equipo declinaba, y al final le cantaban emocionados: “¡El inglish es un filing, no puedo paraaar...!”, mientras los jugadores intercambiaban sombreros con los contrarios.
La situación de los obreros distaba mucho de ser buena, ya que era pésima. Así y todo, era mejor que la de los desocupados. Que así y todo, era mejor que la de los “sin techo ni oficio”, que así y todo era mejor que la de los sin techo, ni oficio, y con catorce bocas que alimentar, que así y todo era mejor que la de los sin techo ni oficio, con catorce bocas que alimentar y problemas de salud. Como se ve, no se podía decir que tooodos los de clase baja vivieran igualmente mal, si bien es innegable que los regímenes de trabajo, para quienes tenían trabajo, eran realmente abusivos:
–Se trabajaba de sol a sol: si el día estaba nublado o lluvioso, la patronal decidía cuándo salía el sol y cuándo se ponía. Los patrones decían “acá ya está oscuro pero en Europa sigue siendo de día”, para obligar a sus obreros de origen europeo a seguir trabajando.
–Se podía trabajar muchas horas extras, pero no cobrarlas.
–Los estibadores cargaban bolsas de más de setenta kilos; cuando estaban llenas, las bolsas pesaban más todavía.
–Los niños no sufrían tan terribles condiciones, salvo los que trabajaban.
–Si un obrero se enfermaba, tenía que avisar a la empresa con anticipación, cosa un tanto complicada porque nadie sabe cuándo se va a enfermar.
–Los obreros debían turnarse para descansar, comer o enfermarse.
–Se les cobraba multas a los empleados, con lo cual algunos terminaban “pagando por trabajar”. Peor aún era para las mujeres, a las que se les cobraban multas por llegar “fuera de ovario”.
En 1901, se estableció el servicio militar obligatorio, basado en el derecho constitucional que asiste a todos los varones, nativos o naturalizados, a tener la “obligación de armarse en defensa de la patria”. Puede sonar extraño eso de tener derecho a una obligación, pero era sólo una contradicción más, y quizá no la mayor, en un país que invitaba a “todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino, invocando la protección de Dios”, para luego, en forma tal vez coherente pero no consecuente, dejarlos justamente librados a la sola ayuda de Dios.
Entre otras normas, la ley 4.031 establecía:
–Los jefes, oficiales e incluso soldados no podían ejercer sus derechos electorales, ni tener participación política (artículo 6). En situaciones de golpe de Estado, los civiles se opondrían valerosamente al putsch gritando: “¡Artículo seis, artículo seis, que lo respetéis!”, y losmilitares responderían: “¡Artículo seis, artículo seis, donde os lo metéis, ya lo sabéis!”.
–Los ciudadanos que tuvieran buena puntería quedaban eximidos de parte de la instrucción (artículo 8). Pero no se eximía de la instrucción a los ciudadanos que ya supieran obedecer órdenes absurdas, los que utilizasen sus conocimientos de inglés o de computación para pelar papas, etc.
–Se exceptuaba del servicio militar (artículo 100) a los inútiles (¿cómo se demuestra eso?), al hijo de madre viuda o padre septuagenario (¿un hijo de madre viuda y padre septuagenario se salvaba dos veces?), a los miembros de los poderes públicos (hay muchísimos ministros y jueces de 20 años), y a los miembros del clero (claro, hacer salto rana en sotana no debe ser muy cómodo, aunque rime).
–Todo ciudadano exceptuado del servicio debía pagar durante 25 años (de los 20 a los 45) la “tasa militar”, también conocida como “impuesto al birrete”, al solo efecto de que no sintiera que zafó así nomás. Los que fueran exceptuados de esa tasa, también pagarían un impuesto, en este caso, a la excepción de la excepción, en cumplimiento del lema patriótico igualitario “Acá jodemos a todos, sin distinción”.
El proyecto de englobar toda la deuda argentina en un solo emprestitazononón, con garantía de las rentas de la Aduana porteña, produjo un escandalozononón. Roca vetó el proyecto, contra la idea de Pellegrini. Después de veinte años de fructífera sociedad, Roca y Pellegrini terminaron enemistados por lo único que suele enfrentar a dos antiguos amigos: una Aduana.
Muchos panaderos eran anarquistas, y se burlaban de las instituciones bautizando a sus productos con nombres como: “sacramento”, “bola de fraile” (o “suspiro de monja”), “vigilante”, “cañón”, “pionono” (por Pío Nono, el Papa), “bomba” de crema, etc., nombres que siguen vigentes hoy en día. Otros nombres posibles no prosperaron, o bien nunca existieron:
–Empréstito: El panadero, su mujer y todos los empleados la muerden antes de venderla, con lo cual lo que entregan es más chiquito que lo que ofrecen.
–Título de la deuda argentino: Medialuna que de lejos parece apetitosa, pero cuando querés comerla, se ve que es puro aire.
–Docena argentina: Pedís doce facturas, te dan diez y te cobran veinticinco.
–Bula: Engorda per saecula saeculorum.
–Pan burgués: Pan con grasa de chancho.
–Demograsa: Uno la pide, y el panadero le dice: “¡Usted ya comió!”.

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