CULTURA

“Aquí hay una reserva antropológica gallega”

El periodista Anxo Lugilde presentó Argentina. El drama de la quinta provincia gallega, un libro que retrata cómo afectó la crisis a su comunidad y a los argentinos que eligieron el éxodo español.

Por Angel Berlanga

Cuando a comienzos de 2001 las colas se estiraban primero y se perpetuaban después frente al consulado de España, Anxo Lugilde rogó a su jefe del diario La Voz de Galicia que lo enviara a la Argentina para cubrir el comienzo del éxodo frenético: miles de hijos y nietos de quienes habían venido aquí con el deseo de torcer un destino desgraciado hacían el viaje a la inversa con ese mismo deseo. A esa altura la convertibilidad ya olía mucho a podrido, y entonces se reactivó aquella definición de Castelao, el poeta y patriarca nacionalista que exiliado del franquismo pasó varios años: “El gallego no protesta, emigra”. Eso hicieron muchos, pero otros ya no podían: la primera crónica que Lugilde envió desde aquí daba cuenta de un grupo de jubilados que debían optar entre pagarse los remedios y comer, lo que ponía en evidencia la catástrofe argentina y las fallas en la promocionada asistencia social española a sus emigrantes.
Las historias que Lugilde escribió desde aquí impactaron tanto en Galicia que el diario terminó enviándolo varias veces, y también editándole un libro, Argentina. El drama de la quinta provincia gallega, que vendió allí, dice, 20.000 ejemplares, y que acaba de presentar aquí, en el Centro Gallego. La obra recorre la continua y nutrida presencia de gallegos por estas tierras, desde el batallón que peleó contra los ingleses en las invasiones hasta los más renombrados y/o anónimos descendientes: el carpintero, Bernardino Rivadavia, Raúl Alfonsín, el mozo al que el bombardeo de Plaza de Mayo del ’55 sorprendió con una bandeja en la mano, Manolito el de Quino, Gastón Gaudio, el empresario que vuelve en avión particular a su tierra natal, el auge de los chistes de Pepe Muleiro en los ’90, el laburante jubilado al que le da vergüenza recibir un subsidio, el estafador Ríos Seoane, el que vio cómo sus hijos terminaron convirtiéndose, como él, en emigrantes. Escrito originalmente para aquellos lectores, el libro gana cuando enfoca en las historias de los gallegos y, a veces, trastabilla a la hora de descifrar y definir coyunturas socio-políticas; conviven, además, el agradecimiento y cierta mirada de superioridad, “europea”. Más allá de esto, Lugilde da cuenta de un fenómeno de tránsitos inversos: si en 1914 vivían en la Argentina 840.000 españoles, si sólo en Buenos Aires había 150.000 gallegos (en La Coruña, la provincia gallega más habitada de las cuatro, por entonces solo vivían 60.000), en Galicia es ahora común que el mozo sea argentino. En proporción a la población, medio siglo atrás Galicia era tres veces más pobre que la Argentina, y hoy es cuatro veces más rica, dice Lugilde.
–Los medios españoles empezaron a contar la crisis desde la óptica de las empresas con inversiones aquí, y usted se centró en las historias.
–Sí, en los diarios siempre aparecía “La bolsa se hunde por culpa de Argentina”, “Telefónica arrastrada por Argentina”; y había una gran preocupación del gobierno por las empresas. Eso producía mucho enojo. Un dato fresco, el de las votaciones del Parlamento Europeo, marca que de los 260.000 gallegos que votaron en todo el mundo, 78.000 lo hicieron desde Argentina. Era enorme la cantidad de afectados, pero Aznar siempre hacía declaraciones sobre la pesificación de las tarifas y defendiendo a las multinacionales. Lo que yo quería era contar cómo estaban aquí los gallegos, contar sus historias.
–¿Cuáles fueron las historias que más lo impactaron?
–Uf, muchísimas. La de Eugenio, de Muxia, un hombre de 70 años que descargaba sacos de cemento para poder pagarse la medicina. O la de Carmen Cornes, que vino a Buenos Aires a trabajar como sirvienta y tenía tres horas libres cada dos semanas, y acabó de activista política porque a su hijo lo metieron en la cárcel durante la dictadura de Onganía. O la de otra mujer detenida durante el Proceso, en cuya condena se le reprochaba que fuera extranjera. Me sorprendió lo genuinos que son: aquí hay una reserva antropológica gallega, son más auténticos que los de allá. Encontré señoras que hacían luto por sus maridos dos o tres años: eso allá no se encuentra más.
–¿Por qué el gallego tiende tradicionalmente a emigrar?
–Ahora está volviendo mucha gente, sobre todo hijos de gallegos. En principio la emigración se dio por atraso económico. Pero también está vinculado al carácter individualista del gallego, que si tiene un problema busca una solución: y la solución era irse. Creo que el individualismo argentino proviene de lo gallego en la Argentina.
–¿Bajó últimamente la emigración argentina a España?
–Ahora vuelve más gente que la que se va. Aunque a algunos les fue bien: a los plomeros, a los electricistas. Pero lo que sobran allá son licenciados. Eso sí: hay muchos camareros argentinos. Hay mucha presencia argentina allí: todo el tiempo se los oye por las calles.

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Anxo Lugilde abordó el ida y vuelta de los gallegos.
 
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