CULTURA › MURIO MODESTO EDERRA (102),
CREADOR DE EDICIONES ACME AGENCY

La aventura, modestamente

Desde los años ’40, colecciones como Robin Hood, Rastros y Pistas hicieron de Acme una editorial mítica.

 Por Juan Sasturain

El cable de Télam anunció el Día de los Inocentes que el 23 de diciembre –cinco días atrás– había muerto el editor Modesto Ederra. ¿Quién sería? No era un chiste, seguro. Sin embargo, el hombre tenía algo que ver con la inocencia. Un dato es que tenía nada menos que 102 años y el otro que fue el creador de Acme Agency, un sello editorial que publicó, desde comienzos de los años ‘40, algunas de las colecciones de literatura popular más importantes de la Argentina: Robin Hood, Rastros, Pistas y otras lecturas fundantes precisamente durante “la edad de la inocencia”. Como se puede ver –y sobre todo recordar–, un empeño editorial modesto como el tal Ederra ha dejado una huella increíble. El legado de Acme es poderoso tanto por el volumen de autores que difundió –con predominio del área aventurera y de género– como por la originalidad de los diseños, muy novedosos para su época.
La Colección Robin Hood, ya se sabe, era –y es todavía hoy, renga y fea– “la de tapas amarillas”. Ahí estaban los clásicos de la aventura tradicional para los varones y las novelas sentimentales de las chicas. Buffalo Bill y Mujercitas; Robinson Crusoe y Azabache. Todos los que fuimos pibes en los años ’50 –y algunos un poco más grandes– ligábamos un par de títulos por cumpleaños. Si teníamos suerte, nos tocaba uno de la serie de El Príncipe Valiente, con los dibujos extraordinarios de Harold Foster que traían un castillo medieval o un mapa en la doble página de apertura, una aventura de Bomba, especie de joven Tarzán más moderno que escribía un ignoto Roy Rockwood, o una de las de piratas de Salgari: Sandokán, El Corsario Negro, cualquiera. Porque a los iletrados había cosas más arduas o profusas de texto, como los Dickens o algún Stevenson, que nos costaba remontar.
Sin embargo, fuera London, Mark Twain, Dumas o Verne el responsable de los contenidos aventureros no siempre debidamente adaptados –había cortes, algo que fue empeorando con los años–, lo que nos seducía era, sin duda, las unánimes tapas de Pablo Pereyra.
El talentoso “Indio” Pablo Pereyra, dibujante y diseñador que arrancó prácticamente con el proyecto en 1942, es el responsable –acaso a medias con el fallecido Ederra– de que en términos gráficos la Robin Hood fuera lo que fue: inolvidable. Hasta, como dice un compañero, por el olor... El formato, la tapa dura con sobrecubierta, el amarillo fuerte característico, la tipografía cómoda, y sobre todo los dibujos grandes de las portadas, tan modernas en contraste con el logotipo clásico del héroe que robaba para repartir hicieron la diferencia respecto de todo lo que había hasta entonces para chicos y jóvenes. Y no sólo en la Robin Hood se hizo sentir Pereyra, sino que su mano y su impronta fueron determinantes en las series de pocket books –novedad de la época, libros de kiosco– sobre todo en la pequeña, barata y originalísima Rastros, de literatura policial, con su logo de huellas, pisadas al pie. Rastros contrastaba en viva imagen y en autores –con su predominio de norteamericanos– con la contemporánea El Séptimo Círculo, de Emecé, más británica en todo sentido.
Simultáneamente, al catálogo de Acme y a su colección Centauro –dedicada a narrativa moderna en general, con predominio de narradores de la vuelta del siglo– se debe también la difusión masiva de algunos autores que fueron auténticos clásicos populares, best sellers de la época antes de que la categoría se impusiera como calificación. Tal el caso del excelente y nunca debidamente rescatado William Somerset Maugham, de Daphne Du Maurier y del prolífico Rider Haggard, de cuyas aventuras exóticas Acme publicó decenas de títulos.
Con los años ’50, mientras crecían en volumen Rastros y Robin Hood aunque los textos resultaban –por necesidad o desidia– a veces mutilados, Acme introdujo el modelo del magazine policial con una nueva publicación periódica, Pistas, y luego adhirió a la moda de la ciencia ficción con Pistas del espacio. La salida de Pablo Pereyra de la dirección artística –en la segunda mitad de los ’50 diseñó las revistas de historietas de Editorial Frontera, junto a Oesterheld–, y sobre todo de su dibujo en las tapas, se hizo sentir más que las variaciones del catálogo. Para los años ’60, lo mejor de Acme y de sus colecciones emblemáticas había pasado.
Lo notable es la supervivencia extraordinaria del mito. Tal vez porque sus libros se asocian –desde un lugar propio, original– con la época de oro de la edición en la Argentina. Con la muerte del longevo Modesto Ederra se va un artífice y testigo excepcional de tiempos –al menos en ese aspecto- mejores.

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Harold Foster, Chandler, Somerset Maugham, Rider Haggard
 
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