CULTURA

Seguir extrañando

Por Horacio Gonzalez *

Sartre escribió sobre el compromiso, y esa palabra cruzó de punta a punta una época. La época de Sartre. Todos creímos saber de qué se trataba. Había que comprometerse. Mucho después, con sabia tardanza, leímos las refutaciones. La de un Theodor Adorno, por ejemplo, que oponía el carácter enigmático de las obras de arte a lo que sería una teoría del compromiso. Adorno criticaba una teoría que supondría una entrega comunicacional hacia el mundo, portadora de una finalidad social o histórica. Esa palabra reciente, “comunicacional”, no le molestaba a Sartre. En ¿Qué es la literatura?, hacia 1948, Sartre traza las dimensiones de un gran debate nunca enteramente realizado. Pensaba una escisión entre la poesía y la prosa, casi en los moldes de lo que ya era la famosa distinción entre significante y significado, que había alumbrado la filosofía del siglo XX y que tuviera tanta repercusión en el estructuralismo.
El estructuralismo examinaba las precondiciones del pensar a través de la búsqueda de una lógica inherente al mundo que por imperio del mito había extraviado sus conexiones con la razón práctica. Del mismo modo, Heidegger había dicho que pensar era el equivalente de hacer armarios, es decir, lo que señalaba la sustracción de lo indescifrado para reconciliar el mundo con la materia práctica. Al revés de Sartre, sólo la poesía establecía el signo de la praxis, descubriendo a la mano como órgano del pensar.
Sartre ya se oponía a la poética del utensilio de la mano, pues él precisaba de la historia para decir lo que era pensar, no la poesía del signo indescifrado ni la apología mística de los payasos en Adorno. Sartre rechazaba la igualación sagrada entre mano y poesía. Al contrario, decía que “el lenguaje es nuestro caparazón, nuestras antenas, una prolongación de nuestros sentidos”. Si el lenguaje era acción y no cosa, pues al nombrarlas les quita inocencia, sólo el compromiso podía dirigir la literatura hacia la historia. Triunfaron luego poéticas de lo sagrado para hablar de la historia. Pero lo extrañamos a Sartre.

* Sociólogo. Subdirector de la Biblioteca Nacional.

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