La FIFA llevó los mundiales de fútbol a una nueva dimensión al darles la sede de 2018 a Rusia y la de 2022 a Qatar. “Entramos a nuevos territorios”, dijo Joseph Blatter, tras anunciar las dos candidatas victoriosas. Así, el Mundial llega por primera vez al país más grande del mundo, Rusia, para ir cuatro años más tarde al más pequeño que jamás lo haya albergado, Qatar, también el primer país musulmán en obtener la sede.

“Podemos prometer que nunca lo van a lamentar. ¡Hagamos historia juntos!”, señaló Igor Shuvalov, viceprimer ministro ruso, a los 22 miembros del comité ejecutivo reunidos en Zurich. “Gracias por darle a Qatar una posibilidad, por creer en el cambio. No los decepcionaremos”, prometió a Blatter el emir Mohammed bin Hamman al Thani, cabeza visible de la candidatura.

Los rusos se impusieron a España/Portugal, Bélgica/Holanda e Inglaterra, en tanto que Qatar dejó en el camino a Australia, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Tanto Rusia como Qatar deberán superar importantes desafíos. Las grandes distancias entre las trece sedes rusas son un problema, ya que las conexiones aéreas y ferroviarias no son buenas. De los 16 escenarios previstos, 13 deben ser construidos desde cero o renovados totalmente. El costo presupuestado es de 3820 millones de dólares.

El dinero no es un problema en el caso de Qatar. De las siete sedes en el pequeño emirato en el Golfo Pérsico hay cinco ubicadas en un radio de apenas 25 kilómetros. El Mundial se jugará en doce estadios y los costos presupuestados son de 2870 millones de dólares. Los jeques árabes aseguran que aprovecharán la energía solar para refrigerar los estadios en un país en el que las temperaturas pueden llegar a alcanzar los 50 grados.