La FIFA tiene desde ayer un nuevo presidente, pero no se sabe si una nueva política. Quizá con Gianni Infantino reaparezca otra vez Lampedusa y su célebre El Gatopardo. A este abogado suizo de 45 años, políglota y simpático por obligación, lo eligieron 115 congresales en segunda vuelta para que gobierne hasta 2019. Hicieron falta dos votaciones porque en la primera no consiguió los dos tercios necesarios sobre el jeque Salman Bin Ebrahim Al Khalif de Bahréin. La demorada elección fue la salida institucional que encontró la federación internacional para recobrar cierta estabilidad tras el escándalo por el pago de coimas. En clave regional, puede entenderse que su victoria también es de la Conmebol que lo apoyó. Luis Segura, el titular de la AFA, le deseó “una exitosa gestión” por medio de un comunicado.

En línea con esta afinidad mutua entre Infantino y el fútbol sudamericano –el más golpeado de todos por la corrupción–, el presidente de la Asociación Uruguaya (AUF), Wilmar Valdez, dijo una paparruchada. Justificó su satisfacción en que el suizo tiene “sangre latina” y “una forma de sentir parecida” a los dirigentes de nuestro continente. Como para pensar en afinidades, sí, pero de qué tipo. Diego Maradona (ver aparte), lo destrozó. Tenía sus fichas apostadas al príncipe jordano Ali bin al Hussein que no pasó de los 27 votos de la primera vuelta. Es más, en el escrutinio definitivo, muchos de sus apoyos fueron a parar a la candidatura de Infantino. Bajó su caudal electoral a 4 sufragios.

“Vamos a recuperar la credibilidad de la FIFA. Hemos emitido una señal democrática y quiero ser el presidente de todos ustedes, de las 209 federaciones. Quiero marcar una nueva era en el mundo del fútbol”, dijo el suizo en su discurso, apenas lo eligieron. Recibió un ramo de flores, saludó en cuatro idiomas, respiró profundo y se lanzó a hablar sobre la desprestigiada institución que conducirá durante los próximos cuatro años. Optimista, explicó que “necesitamos implementar las reformas por la transparencia. Vamos a recuperar el respeto y focalizarnos en este deporte. Esta es una nueva era en la FIFA, en la que podremos colocar al fútbol en el centro del escenario”.

Lo escuchaban en el Congreso extraordinario los mismos dirigentes que tantas veces habían aplaudido a Joseph Blatter y Michel Platini, hoy sancionados por corrupción. Entre ellos estaban el secretario general de la AFA Daniel Angelici y Víctor Blanco, el secretario de Selecciones Nacionales, quien votó en representación del fútbol argentino.

La votación que ungió a Infantino no se dio como se vaticinaba en los pronósticos. 273 días después de que estallara el FIFA Gate y que varios de sus principales directivos terminaran en la cárcel, con prisión domiciliaria o pedidos de extradición a Estados Unidos, el jeque de Bahréin no ratificó su favoritismo. Campañas y contracampañas donde se cruzaron denuncias entre partidarios de Infantino y Salman Bin Ebrahim Al Khalif, arrojaron más basura a la golpeada reputación de la federación.

Los primeros y ciertos medios que veían con simpatía un triunfo del bloque europeo representado por el suizo, se apoyaron en la política interna de Bahréin. Futbolistas locales denunciaron primero y suavizaron después, sus acusaciones sobre cárcel y torturas en el pequeño país petrolero ocurridas en 2011. La dinastía a la que pertenece el candidato perdedor fue responsable por esos hechos.

Sobre Infantino recayeron denuncias de otro orden. Por ejemplo, que como secretario general de la UEFA gastó 500 mil euros para moverse en avión a la búsqueda de votos. O que hizo demagogia con su promesa de subir la cantidad de 32 participantes a 40 a partir del Mundial de 2026. Además de una ofrenda no menor a las naciones afiliadas. Que la FIFA les coparticipará del 25 por ciento de las ganancias futuras. Una zanahoria acorde a lo que estaba en juego.

Como se ve, estas últimas críticas no surtieron efecto. Tampoco las duras declaraciones de Maradona contra él. Sin chances para la segunda vuelta, quedaron en el camino el príncipe jordano Ali bin al Hussein y el francés Jérome Champagne. El millonario sudafricano Tokyo Sexwale se había bajado antes de la elección.

Infantino no tendrá una tarea sencilla durante su mandato. Monitoreado a distancia por el FBI y el Departamento de Justicia de EE.UU., rodeado de sospechosos por corrupción que todavía siguen enquistados en la FIFA, con un poder condicionado por las nuevas modificaciones estatutarias y ganador en votación dividida, es un blanco fácil. La multinacional del fútbol que gobernará tiene una herencia pesada. Por algo el periodista británico Andrew Jennings le dedicó un libro que se titula Omertá. Es el principal especialista mundial en el tema.