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Emir Kusturica canalla, una operación de la OCAL

La Organización Canalla para América latina, los hinchas más ingeniosos de Central, logró que el director de cine se calzara la camiseta del puntero del Clausura y la del Che Guevara.

Por Horacio Vargas
Desde Rosario

Uno espera transpirarla en los escenarios del mundo; el otro prometió usarla cuando juegue al golf en La Habana. A la distancia, el director de cine y músico de rock, Emir Kusturica, y el mítico amigo estudiante de Medicina del Che Guevara, Alberto Granados, comparten un símbolo de la liturgia de los hinchas de Central, líder del Clausura: las musculosas estampadas con la cara célebre del Che y el escudo canalla. Dos operaciones de alta inteligencia que sólo podían ser cumplidas, con éxito, por la Organización Canalla para América latina (OCAL), ex Organización Canalla Antileprosa.
En septiembre de 1997, la OCAL llegó a Cuba con el gol más festejado del mundo. No es una exageración. Hasta las autoridades del Libro Guinness de los records están evaluando seriamente en incorporar a su archivo la palomita de Aldo Pedro Poy, aquella del 19 de diciembre de 1971, cuando en la cancha de River, Central le ganó 1-0 a Newell’s y se clasificó para la final del Nacional, que ganaría algunos días después.
Allí estaban Poy y una numerosa comitiva de la OCAL, presidida por el Gran Lama, el médico Eduardo Ferrari del Sel, y el ministro de Información, el Colorado Vázquez. Llegar a Cuba fue más fácil de lo esperado: contaron con la colaboración de la periodista cubana Angela Zoto, quien de paso por Rosario –en plena elaboración de una biografía de Tamara, la guerrillera– llegó a la casa natal del Che de la mano de la OCAL. Allí se enteró de que el Che era un canalla.
“¿Cómo canalla?”, interrogó la colega. Respiró aliviada cuando le contaron el origen de la palabra, una “canallada de los jugadores de Central cuando faltaron, sin aviso, a jugar un partido contra los de Newell’s a favor de un leprosario”. El ministro de Información fue más allá, y le recordó que hasta Libertad Lamarque –todo un icono para la cultura popular en Cuba– era de Central. Entonces ella pidió ser “la madrina canalla”.
La OCAL llegó a La Habana con 700 camisetas de fútbol para los caribitos (los juveniles nuestros), cuadernos, lápices y partidas de nacimiento del Che, para regalar. Poy fue recibido como un embajador plenipotenciario.
El siguiente paso fue llegar hasta la casa del mejor amigo del Che. Granados los recibió con una amabilidad sorprendente. Uno de los integrantes de la OCAL le entregó la musculosa guevarista, el viejo se la puso y esperó con una sonrisa que la máquina de fotos disparara.
“Me viene bien para jugar al golf”, dijo Granados. Y luego contó una anécdota del “Pelado”, como le decía al Che: “El tenía adoración por el Chueco García, un wing izquierdo centralista... pero cuando lo vendieron a Racing (en 1936), le pregunté si ahora iba a cambiar de equipo”. “Yo voy a ser de Central hasta la muerte”, le contestó el Che.
El 4 de marzo pasado, el ministro de Información llamó por teléfono al organizador del concierto de Emir Kusturica en Rosario, a 48 horas de su presentación. La OCAL tenía preparado un “Kit Guevara” para el director de cine europeo.
“No hay problemas”, recibe como contestación del productor, que facilita todo en honor a su origen canalla. Y le recordó que ya tenía la camiseta oficial de Central, pedida expresamente a los directivos del club, con el número 10 estampado en la espalda, así como el apellido Kusturica.
El ministro preguntó –con cierta excitación– si se la iba a poner en el escenario del anfiteatro municipal, como hizo en La Trastienda con la de Excursionistas. El productor estuvo a punto de decirle que sí, pero después sus amigos ñulistas le rogaron que no cometiera semejante ofensa pública. Finalmente, la entrega se realizaría después del concierto.
Antes del show, el ministro de la OCAL volvió a contactarse con el organizador y acordaron una cita al borde del escenario. Faltan minutos para que Kusturica salga a tocar con The No Smoking Orchestra. El anfiteatro desborda de público, el calor es sofocante. El ministro llega a la cita con un sobre papel madera, en su interior está la partida denacimiento del Che, y la camiseta de la OCAL. “Suerte”, dice, extiende el material y se pierde entre el público.
Cuando el show termina, Kusturica se desploma en una silla, está tomando cerveza, su mirada se pierde en el río Paraná. El traductor se acerca sigilosamente con un pedido del organizador. Emir acepta, se levanta con pesadez, recorre unos metros y se para frente a ese rosarino que espera ansioso darle los obsequios. Cuando el traductor le explica entonces que Central está primero en la tabla, el hombre no resiste más y saca la camiseta oficial de una bolsa transparente, la extiende, y la ofrece.
Emir la toma con sus dos manos y la lleva hasta la altura del mentón, mira a su alrededor y sonríe. Después llega el kit del Che. Afloran partidas de nacimiento, una explicación sucinta de la casa donde nació, en Urquiza y Entre Ríos, y ahora sí, aparece la camiseta del Che. El talle no es muy grande para un cuerpo enorme, pero igual se la pone. Posa para la foto. Y vuelve a reír. Agradece, promete usarla en algún show fuera de la Argentina.

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Emir Kusturica, con la camiseta del Che Guevara.
 
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