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En un partido que no dio respiro, River fue más porque tuvo a Salas

El resultado y la clasificación estuvieron siempre abiertos, pero el chileno tuvo activa participación en los cuatro goles.

 Por Adrián De Benedictis

Se la jugó Astrada metiendo a Marcelo Salas como titular desde el arranque, reservando a Sand y armando una formación casi que con tres delanteros, teniendo en cuenta la posición de Montenegro. Y el chileno pagó con creces, interviniendo en los cuatro goles aunque solo marcara uno, el primero, de lujo. Una vez que el delantero se fue ovacionado, el segundo tiempo disfrutó del condimento de la incertidumbre del resultado, con los hinchas haciendo el cálculo de los goles, preguntando a partir de cuándo los goles de visitante valían doble...
La Liga Universitaria de Quito pretendió jugar en bloque desde el arranque, achicando hacia adelante y tratando de controlar la pelota. Pero le duró muy poco el entusiasmo, frente al desborde de optimismo que puso River en la cancha, con jugadores como Farías o Montenegro que, ante el paso adelante de la última línea visitante insistían con la personal, o con los pelotazos cruzados de Sambueza o Mascherano para la entrada sorpresiva de los volantes o del mismo Salas.
El delantero sorprendió cuando no se habían jugado siete minutos siquiera. El pelotazo llegó desde la izquierda, lanzado por Sambueza; fuera del área, Salas la paró con el pie derecho, en el aire, y antes de que tocara el piso, le pegó un zurdazo de volea sensacional, que pasó por delante del arquero Mora y se coló en un ángulo del segundo palo. Un gol tremendo que infundió de más ánimo, si era necesario, al equipo local.
Frente a tan repentina desventaja, el equipo ecuatoriano se desorientó. Ya había perdido a uno de sus delanteros, Murillo, lesionado al minuto, y sintió el cachetazo. Tanto lo sintió que pronto encajó el segundo. Pelota corta de Diogo a Montenegro a espalda de la defensa, habilitación a Salas, toque del chileno hacia el arco vacío y Reasco, tratando de rechazar, termina de hundir la pelota en su propio arco. El 2-0 alcanzaba ya para pasar a los cuartos de final.
Así que River se relajó, se retrasó y explotó el contragolpe. De esa manera tuvo varias veces el gol, un par de veces zanjado sobre la línea. Porque controlaba tan férreamente el partido fue que sorprendió muchísimo el zapatazo del Chorri Palacios a los 11 segundos del complemento, un bombazo que tomó desprevenido a Costanzo. El partido se ponía 2-1, y la cara de desconcierto de Astrada lo decía todo. Pero Salas forzó, poco después y una vez más, el desnivel. Centro de Diogo, cabezazo de Domínguez, carga del chileno sobre la raya y el zaguero Espínola, tapado por el delantero, la cabeceó en contra de su arco. Al ratito pegó un tiro en el travesaño.
Con el 4-1 sellado –una pelota que Salas aguantó en el punto del penal, de espaldas al arco, para que Lucho González la clavara en un ángulo bajo–, Astrada decidió resguardar al delantero, que había cumplido con creces su labor. Por eso lo extrañaron los hinchas cuando Espínola aprovechó un quedo de la defensa para meter, de cabeza, otro descuento. Porque River no fue el mismo sin su bravura. Afloraron las calculadoras: con ese resultado se clasificaba River, pero el que hiciera un gol más, pasaba... En cuartos de final espera Banfield.

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Marcelo Salas saca el zurdazo de volea que será el primer gol.
 
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