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Seamos francos: la actitud desnuda de ofrecerle a Marcelo Bielsa la renovación de su cargo al frente de la Selección Argentina es loable. Porque en el fondo campea la determinación de priorizar el proyecto por sobre los resultados, de valorar una ética del trabajo por encima de la locura timbera que promueve la persecución del éxito. Si esto es realmente así, bienvenido sea, aunque sigamos desconfiando de la actitud bielsística de jerarquizar las funciones en detrimento de los futbolistas.
Pero la verdad es que la frase noticiosa “El Comité Ejecutivo de la AFA facultó a Julio Grondona para que le ofrezca el cargo a Bielsa...” con que se despacharon ayer los medios no puede menos que causar un atisbo de gracia. ¿Que el CE hizo qué? ¿A Grondona? Los que desandan habitualmente el laberinto de pasillos de la calle Viamonte saben que ésa es una broma, porque (a) no es la manera en que estila manejarse el poder en la entidad madre y (b) la conversación entre Grondona y Bielsa ya tenía para entonces 48 horas de antigüedad.
En última instancia, lo que está en juego es otra cosa; una vez más, el debate quedó inconcluso. No puede decirse que no lo haya habido: las múltiples encuestas que se realizaron sobre el tema siempre mostraban a Bielsa prendido entre otros candidatos como Bianchi y Pekerman, claro indicador de que los hinchas valoraron el plan del técnico y relativizaron la pobre campaña del Mundial. La gimnasia de la mano alzada en el Comité -todos, salvo Chacarita, a favor del rosarino– puede ser interpretada, forzando más o menos el intelecto, como una discusión sobre méritos, proyectos e identidades. Que casualmente haya desembocado en la dirección que estimaba Grondona no debe sorprender a nadie.
Así que, si Bielsa acepta, enfrentaremos otro período de dinámica vertiginosa y pelotazos que, Eliminatorias mediante, volverá a jugarse la vida en los tres partidos de la fase inicial de Alemania 2006. Pero queda una esperanza: que la experiencia no haya caído en saco roto. Que Bielsa haya aprendido algo de ella. Que no elija, otra vez, morir con la suya. “Ustedes tienen revancha, yo no” cuentan que lloraba en los vestuarios de Miyagi, dirigiéndose a los jugadores, después de la eliminación. Ahora tiene revancha, Marcelo. No la desaproveche.