DIALOGOS › PAUL ROGERS, EXPERTO BRITANICO EN TERRORISMO, DESMENUZA LA SITUACION CREADA POR ESTADO ISLAMICO

“Lo que más quiere el EI es ser atacado por Occidente”

Después de la masacre de Charlie Hebdo, este investigador y académico de la Universidad de Bradford (Reino Unido) analiza uno de sus interrogantes: el grupo Estado Islámico, famoso por la difusión en las redes sociales de sus decapitaciones. Aquí explica su origen y desarrollo, los mitos creados a su alrededor y el desafío que representa para Occidente.

 Por Marcelo Justo

Desde Londres

Entre los numerosos interrogantes que ha generado la masacre de Charlie Hebdo, uno que desconcertó a analistas es que los dos militantes que ejecutaron la acción en la revista en nombre de Al Qaida coordinaron su acción con Amady Coulibally, responsable de la toma del supermercado judío en París y de la muerte de una policía francesa, que reivindicó su pertenencia al Estado Islámico (EI). EI es un desprendimiento de Al Qaida que comparte su ideología ultrapuritana y su deseo de crear un califato –en lo posible mundial– gobernado por la Sharia o ley islámica, con similares dosis de segregación femenina, lapidación de adúlteros y homofobia, pero que están enfrentados a sus ex mentores en la lucha por convertirse en los únicos representantes de la Jihad. De ambos grupos, Al Qaida es el más conocido: una suerte de paraguas o sello que usan en distintas partes del mundo para llevar adelante la Jihad. Desde la muerte de Osama bin Laden en 2011, Al Qaida perdió terreno y el Estado Islámico saltó a la primera plana. A mediados del año pasado su avance en Irak pareció incontenible y las decapitaciones de rehenes occidentales, difundidas ampliamente por las redes sociales, lo convirtieron en el enemigo número uno de Estados Unidos. Paul Rogers, un especialista británico en seguridad y violencia política, analiza para Página/12 los orígenes de ese avance y explica cuáles pueden ser sus consecuencias.

–¿Cómo es su análisis de la masacre de Charlie Hebdo?

–Hay temas que reaparecen siempre cuando ocurre este tipo de hechos, como el debate sobre la libertad de expresión, la sátira, el derecho y el peligro de la ofensa y la provocación. La pregunta es por qué ha sucedido esto. Es una pregunta que se ha hecho en cada uno de los grandes atentados de los últimos 14 años, desde el 11 de septiembre, al de Madrid en 2004 y Londres en 2005. La respuesta es compleja, pero hay un contexto que unifica las distintas tramas en juego. El primer ministro francés Manuel Valls lo dijo cuando declaró que Francia y sus aliados estaban ahora en guerra con los islamistas. El “ahora” es significativo, porque para los islamistas la guerra lleva años. Es cierto que Francia no estuvo muy involucrada en Afganistán y no participó en la guerra de Irak en 2003, pero estuvo al frente del derrocamiento de Khadafi en Libia en 2011 y lideró la guerra contra Ansar Dine y otros militantes islamistas en Mali, Africa, el año pasado. Lo mismo ha sucedido con su participación en la guerra contra el Estado Islámico. Francia ha desplegado el portaaviones con carga nuclear Charles de Gaulle en el Golfo y está usando sus aviones de combate Super Etendard y Rafael. Justo el día previo a Charlie Hebdo, por pura coincidencia, el Pentágono hizo un recuento de la marcha de su intervención en Irak. En los cinco meses desde que comenzaron los bombardeos en Irak se ha arrojado un total de 5886 bombas y misiles contra 1900 objetivos. No hay un conteo de víctimas, pero con sólo pensar una persona por cada bomba dadas las ine-vitables víctimas civiles, podemos ver el argumento que ha circulado en las redes sociales islamistas que retratan a Charlie Hebdo como una represalia. Tanto Al Qaida como el Estado Islámico se benefician enormemente con la creciente tensión intercomunitaria en Francia, Alemania, el Reino Unido o Suecia. Cuanto más amenazados se sienten los musulmanes jóvenes, más gente está dispuesta a sumarse a la causa. Más aún si se ve la respuesta que dieron los grupos de derecha antiinmigración al estilo de Marine Le Pen en Francia o Nigel Farage en el Reino Unido.

–Una representación mediática occidental de Al Qaida y el Estado Islámico es que son grupos medievales y barbáricos que buscan destruir todo vestigio de modernidad en el mundo islámico. Las decapitaciones del Estado Islámico publicitadas por Internet han sido el símbolo más eficaz de esta visión. ¿Tiene algo que ver con la realidad?

–Hablar de medievalismo es peligroso. Hay muchos estados que en los últimos 30 años –ni qué hablar en los últimos cien– han tenido conductas espantosas. Ni siquiera hay que retrotraerse mucho: basta ver lo que está pasando en México. Y, sin embargo, no se habla con la misma ligereza de medievalismo. Se pueden describir ciertas prácticas y metodologías como medievales, pero si se quiere entender qué está en juego hay que tener en cuenta que esos métodos tienen un propósito. Son indudablemente despiadados cuando capturan prisioneros, sean iraquíes o sirios a los que ejecutan o decapitan, pero esta forma de terrorismo tiene un objetivo concreto con respecto al enemigo, que es minar su voluntad de combate y provocar deserciones masivas. O sea, por más que sea brutal, no es irracional, que es el concepto subyacente en los medios cuando se habla de medievalismo. La decapitación de rehenes occidentales también tiene un propósito, porque el Estado Islámico necesita reclutar combatientes, y la mejor manera de reclutarlos es ser atacado por los países occidentales. De esa manera se pueden presentar como los defensores del Islam contra sus enemigos y pueden señalar las intervenciones en Afganistán, Libia, Yemen, Somalia y otros países como prueba de que es Occidente el que ataca al Islam y no al revés. No es un argumento que atrae a la mayoría de los musulmanes, pero sí a algunos que terminan acercándose a sus filas.

–El Estado Islámico es un desprendimiento de Al Qaida. ¿Se puede decir que está reemplazándolo?

–La realidad es que no queda mucho de Al Qaida, aunque su idea y presencia se noten en movimientos como el de Boko Haram en Nigeria. En cambio, el Estado Islámico tiene una presencia creciente. Por eso hay una competencia en términos de representación de la Jihad islámica. Pero esta competencia tiene mucho menos valor en Europa, donde los islamistas se vinculan al Estado Islámico o Al Qaida dependiendo de los contactos que tengan, la inserción territorial o la organización.

–Visto desde el punto de vista de la racionalidad, el creciente éxito del Estado Islámico se puede comparar con la racionalidad eficiente de una empresa moderna, capaz de financiarse con la venta ilegal de petróleo y oro, con un buen aparato administrativo y uno excelente de propaganda, que utiliza a la perfección ese símbolo de comunicación hipermoderna que son las redes sociales.

–Exactamente. No cabe duda de que tienen un manejo bastante sofisticado de lo económico y, sobre todo, de la comunicación. Para los políticos occidentales es conveniente pensar que son irracionales, pero desde la perspectiva misma del Estado Islámico tienen un planteo perfectamente racional a nivel operativo y en el desarrollo de la organización. El problema que están enfrentando es que a medida que ganan más territorio tienen las responsabilidades de cualquier gobierno. Hoy tienen entre 4 y 6 millones de personas a su cargo. Necesitan, si no la lealtad de sus gobernados, al menos que no se les opongan. Cuando otro grupo fundamentalista, los talibán, ganó el poder en la mayor parte de Afganistán a mediados de los ’90, el pueblo los recibió como los que traían paz, orden y estabilidad. En unos dos o tres años la rigidez de su gobierno empezó a generar oposición. Y para 2000 ya eran muy poco populares y se mantenían en el poder gracias a un Estado superrepresivo. El problema de la gobernabilidad puede ser el talón de Aquiles del Estado Islámico. No en lo inmediato, pero sí en un par de años.

–En todo caso es una imponente fuerza militar. A partir de 2012, gracias a la guerra civil en Siria, el Estado Islámico comenzó a crecer y hoy domina territorio no sólo en Siria sino en Irak y aspira a la formación de un califato. ¿Quiénes lo componen?

–El Estado Islámico está constituido de cuatro elementos que, por el momento, funcionan de manera bastante compacta y homogénea. Está el núcleo, que es el más religioso, el islamismo salafí, que se origina en el Wahabi, similar a Al Qaida. Hay un segundo nivel que es el elemento militar, en el que predominan de manera desproporcionada los iraquíes que estaban en el corazón del movimiento de Al Qaida, que operaba en Irak hace unos seis o siete años y que combatieron contras las fuerzas estadounidenses y británicas en lo que era en la práctica una lucha clandestina. No son necesariamente religiosos, pero quieren recuperar terreno y rechazan la presencia extranjera, en especial de estadounidenses y británicos. Hay un tercer grupo que son fuerzas vinculadas al Partido Baatista del régimen de Saddam Hussein, que ha formado alianzas con el Estado Islámico. Y, por último, están los grupos que pertenecen a la minoría sunita iraquí, que estaba en franca oposición al gobierno central del chiita Nuri Almarki, un gobierno que continuamente marginalizó a los sunitas. El núcleo central es el elemento islámico revolucionario, pero si el Estado Islámico pierde cualquiera de los otros tres elementos, su futuro quedaría comprometido.

–¿Hay señales de contradicciones internas entre estos cuatro grupos que, a pesar de que se han mantenido unidos, son bien distintos?

–El núcleo, que está sobre todo en Siria junto a la parte militar, es muy compacto y se mantendrá unido a la larga. El elemento más débil son los grupos étnicos sunitas. Si el nuevo primer ministro iraquí Al Abadi tiene éxito en hacer un gobierno más inclusivo que tome en cuenta a los sunitas tanto como a la mayoría chiita y a los kurdos, entonces la alianza de estas etnias sunitas con el Estado Islámico puede debilitarse. Eso podría generar problemas para el Estado Islámico en Irak. No en Siria. En Siria, el Estado Islámico más bien puede extender el territorio que domina y no está bajo mucha presión del régimen de Assad, que se está concentrando más en los elementos no fundamentalistas de la insurgencia.

–¿Qué tan importantes son los llamados combatientes extranjeros?

–Tenemos estimaciones. Según la inteligencia estadounidense, cada mes van unos mil combatientes extranjeros a luchar en Siria, la mayoría de Medio Oriente, pero muchos de Occidente. Según este cálculo habría unos 16 mil combatientes extranjeros. De éstos, unos 500 serían británicos. Es interesante que los occidentales que se integran a las filas del Estado Islámico se de-silusionan muy rápidamente. Pero no todos. Algunos se quedan. En todo caso, los países que más han contribuido con combatientes son los de Medio Oriente, países como Arabia Saudita, Yemen, Túnez. Si bien estos combatientes extranjeros son importantes, no forman parte del liderazgo del Estado Islámico. El liderazgo está conformado por los de Siria e Irak. Pero estos combatientes extranjeros participan con frecuencia en acciones que exigen una alta dosis de coraje, como los ataques suicidas. Son muy importantes para mantener la presión militar porque recientemente el Estado Islámico ha sido neutralizado en su avance y hasta se ha visto obligado a replegarse un poco.

–¿A qué se debe este repliegue? Porque la intervención de Occidente, con los bombardeos aéreos que comenzaron en agosto, ha sido muy criticada y el mismo Barack Obama reconoció en un momento que no tenía una estrategia clara.

–A fines de octubre, las fuerzas de la coalición lideradas por Estados Unidos habían realizado más de 600 operaciones aéreas contra objetivos del Estado Islámico en Irak y Siria. El objetivo era limitar el avance del Estado Islámico en el noroeste de Irak para permitir que la fuerzas militares en el territorio del ejército iraquí y el kurdo se reagruparan. Pero en la consecución de este objetivo han sido más importantes los iraníes y las milicias chiítas. Por lo que sabemos, hay unidades de elite de la Guardia Revolucionaria iraní que han detenido este avance del Estado Islámico. En cuanto a Estados Unidos, el problema es que Obama es muy reticente a enviar efectivos militares en el terreno y el poder aéreo tiene límites. Las fuerzas irregulares del Estado Islámico, en especial las que lucharon contra la presencia estadounidense luego de la caída de Saddam Hussein, tienen mucha experiencia en la lucha y saben cómo eludir el bombardeo aéreo.

–Es decir que desde el punto de vista militar sólo se puede hacer un avance significativo con tropas en el terreno y eso Estados Unidos no lo quiere hacer, por lo que apuestan a la alianza con Irán y el entrenamiento de las fuerzas iraquíes, con la esperanza de que ellos mismos puedan derrotar al Estado Islámico.

–Exactamente. El problema es que el bombardeo aéreo y mucho más una intervención terrestre es lo que más quiere el Estado Islámico porque le resultaría invalorable como arma de propaganda, ya que le permitiría presentarse ante los musulmanes como un nuevo ejemplo de la defensa ante la cruzada de los invasores. Así las cosas, las opciones son continuar con el bombardeo aéreo y el entrenamiento de las fuerzas iraquíes con la esperanza de que derroten al Estado Islámico en Irak o impedir una expansión mayor del Estado Islámico, reduciendo sus fuentes de financiamiento, de manera que pierda el apoyo de la gente que intenta gobernar. Esta opción, que tomaría unos tres o cuatro años, tiene más posibilidades de éxito, pero no es la estrategia actual. El problema adicional es que, más allá de la estrategia que adopte en Irak, queda todavía Siria, donde el Estado Islámico no va a ser derrotado simplemente con bombardeos aéreos. Una intervención terrestre en Siria sería todavía mucho más costosa que en Irak.

–Estados Unidos cambió su posición frente a Irán a raíz de este conflicto. ¿Puede ser que termine cambiando su posición con Siria y el gobierno de Al Assad de la misma manera que con Irán?

–Es posible. Si uno mira la región en conjunto, puede decir que el mejoramiento de la relación entre Estados Unidos e Irán es positiva para la región, ya que va a generar más estabilidad y va a disminuir la posibilidad de conflicto. Esto preocupa tanto a Arabia Saudita como a Israel, que siempre han estado pendientes de lo que pasa en Irán. Un tema dominante de la campaña electoral en Israel será la amenaza iraní, pero la realidad es que el gobierno de Obama está decidido a mantener una buena relación con Irán. Esto abre un interrogante sobre su actitud futura con el gobierno de Al Assad en Siria, que cuenta con un fuerte apoyo de los iraníes y, también, de Rusia. Obama está apostando a contener al Estado Islámico para que, con el tiempo, termine descomponiéndose internamente. El problema es precisamente el tiempo. En ese tiempo, Estados Unidos espera entrenar a las fuerzas iraquíes como para que puedan hacer frente al Estado Islámico, pero al mismo tiempo la campaña aérea le sirve enormemente a Estado Islámico como arma de propaganda.

–Irak siempre fue una entidad inestable. Saddam Hussein la mantuvo unida con una dictadura, pero la realidad es que entre la mayoría chiíta, los sunnitas y los kurdos en el norte parece haber más divisiones que posible unidad. ¿Cómo ve el futuro de Irak?

–En Irak, la mayoría chiíta y los kurdos fueron marginados durante el período de Saddam Hussein. A su caída, con el gobierno chiíta de Nouri Al-Maliki, se marginó a la minoría sunnita. Con Al-Maliki el futuro era negro. Creo que ahora, con el primer ministro Al-Abadi, tiene más posibilidades de estabilidad porque parece que está intentando formar un gobierno de unidad mucho más compacto e inclusivo. Hay que recordar que Irak es un país potencialmente rico. Tiene casi el 10 por ciento del petróleo del mundo. Si se logra un gobierno inclusivo puede que haya posibilidades de que se pueda controlar al Estado Islámico.

–Medio Oriente parece hoy en una disyuntiva entre lo que queda de la Primavera Arabe, el fundamentalismo y los gobiernos autocráticos. ¿Cómo ve el futuro de la región?

–Hace casi cuatro años desde que aquel joven tunecino se prendió fuego y desató la llamada Primavera Arabe. El movimiento tuvo un lado fuertemente secular, en Túnez, y todavía más en Egipto. En los primeros cuatro o cinco meses estaba claro que, si podía haber un avance hacia un gobierno de transición basado en los derechos humanos, eso sería muy mala noticia para los fundamentalistas porque profundizaría una búsqueda de mejores gobiernos de manera democrática. Cuatro años más tarde ha habido algún progreso, como la transición en Túnez y un proceso de reforma en Marruecos, pero en el resto de la región se ha visto un regreso a la autocracia. Como no se ha avanzado hacia una mejor forma de gobierno, más democrática y con mayor respeto de los derechos humanos, movimientos como el Estado Islámico han renacido. Hay que recordar además que la Primavera Arabe comenzó como un levantamiento contra las autocracias y por los derechos humanos, pero también como un movimiento contra las fuertes divisiones socioeconómicas en países que no tienen petróleo. Y ésa sigue siendo la situación. Túnez, que es el país donde más se ha progresado en esta transición, es también uno de los que más combatientes extranjeros suministra al Estado Islámico. Y en gran medida la razón de fondo es el desempleo y la marginalización que afecta al país y a muchos otros en la región.

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