ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: TIPO DE CAMBIO

Hacia dónde va a ir el dólar

Kiper propone apuntalar el esquema cambiario de los últimos años y mantener tipos de cambio diferenciados mediante las retenciones. Castiñeira, en cambio, sostiene que la devaluación es difícil de evitar, sobre todo si se profundiza la fuga de capitales.

Producción: Tomás Lukin


La tercera posición

Por Esteban Kiper *

Las demandas de las cámaras empresariales con relación al tipo de cambio y las paritarias guardan siempre delicadas ambigüedades, y más aún cuando tienen lugar en un contexto de crisis global. La ambigüedad reside en la propia dualidad de la estructura productiva argentina o la heterogeneidad estructural. Mientras que la apelación a la necesidad de un tipo de cambio real más alto (que es lo que resultaría de una devaluación combinada con el congelamiento salarial) expresa la verdadera situación de los sectores más rezagados de la economía, oculta al mismo tiempo la aspiración de la elite empresaria de aprovechar el río revuelto para incrementar sus márgenes de ganancia.

El grupo compuesto por los sectores más rezagados, que en general son los más intensivos en el uso de mano de obra, con los niveles de costos y tipo de cambio actuales, obtiene una tasa de rentabilidad reducida que pone en jaque la continuidad de esas actividades productivas. La elite empresaria, que opera en sectores como la agroindustria, algunos rubros de la siderurgia o la producción de oleaginosas, aún hoy tiene elevados márgenes de ganancia producto de la explotación de ventajas competitivas estáticas, mercados monopólicos, condiciones favorables de los mercados externos, etcétera.

La devaluación del tipo de cambio, al inducir un aumento de los precios, permitiría incrementar los márgenes de ganancia de ambos grupos. Los más rezagados podrían así restablecer tasas de rentabilidad razonables y se evitaría de ese modo la retracción de los niveles de producción y empleo. Ahora, esa misma devaluación derivaría en un incremento aún mayor de los márgenes de ganancia que hoy perciben los sectores privilegiados, provocando un deterioro del poder de compra de los salarios y así de la demanda agregada. Cabe señalar que esos mayores márgenes en un contexto de retracción de la demanda mundial no resolverían los problemas que hoy enfrentan los sectores privilegiados, ya que éstos resultan no de la reducción de sus márgenes sino de la caída en las ventas derivada de la crisis internacional.

Entonces, ¿por cuál alternativa optar? ¿Elevar fuertemente el tipo de cambio real para preservar el empleo en los sectores más vulnerables, aun a costa de la depresión salarial y la transferencia de ingresos a la elite empresaria? ¿O mantener la actual paridad y preservar los salarios a costa de un mayor desempleo?

Afortunadamente existe una tercera alternativa que permite conciliar ambos objetivos y constituye la columna vertebral del exitoso modelo macroeconómico que se ha ido consolidando desde la salida de la convertibilidad. Esta alternativa se basa en la instrumentación de un esquema de tipos de cambio efectivos múltiples (tipo de cambio neto de retenciones y compensaciones), que tiene como principio otorgarle a cada sector un tipo de cambio adecuado a sus necesidades.

¿Cómo se llevó a la práctica este esquema?

La instrumentación de una estrategia cambiaria de estas características consistió en sostener un tipo de cambio real intermedio, que es inferior al que necesitan los sectores más atrasados y superior al que deberían percibir los más dinámicos; y luego redistribuir sectorialmente las rentas extraordinarias que genera el tipo de cambio alto mediante el manejo de las alícuotas de retenciones (a las exportaciones de petróleo, productos agropecuarios y sus derivados), las compensaciones, los acuerdos de precios y la administración de las tarifas de servicios públicos. De esta manera han sido viables una gran diversidad de actividades productivas y, al mismo tiempo, el nivel de precios de los bienes básicos ha crecido menos que los salarios nominales, dando lugar a mejoras sostenidas del salario real. Esta dinámica de mayor empleo y mejores salarios, a su vez, ha revitalizado el mercado interno.

En el contexto actual, en el que muchos de nuestros socios comerciales han devaluado sus monedas, resulta imprescindible apuntalar el esquema cambiario que tan buenos resultados ha dado. Sin embargo, los reclamos del agro, que demandan la eliminación de las retenciones, así como la desaceleración de la recaudación, que limita el alcance del esquema de compensaciones, imponen ciertos límites a este objetivo. Superar estas dificultades, ya sea mediante una mayor audacia y creatividad en la gestión de la política económica como por un mayor compromiso de los actores beneficiados por este modelo, resulta fundamental. Si se logra preservar y profundizar el esquema de tipos de cambio diferenciados, el reacomodamiento de la paridad cambiaria tendrá un impacto muy reducido sobre los precios de los bie-nes-salario y los insumos básicos. En consecuencia, los aumentos salariales necesarios para preservar el poder adquisitivo de los trabajadores serían menores, evitando así la aceleración de la inflación en un contexto contractivo. Finalmente, la preservación del salario real así como el sostenimiento de la producción nacional resultarán fundamentales para mantener la pujanza del mercado interno, más aún en un contexto en el que la salida exportadora no tiene mucho para aportar.

* Economista.


Sin prisa, pero sin pausa

Por Ramiro Castiñeira *

La crisis financiera mundial hizo desaparecer el contexto externo que tanto favorecía a la Argentina. La falta de los dólares que traían la soja y el petróleo se hará sentir con fuerza este año, reduciendo sensiblemente el saldo comercial, que pasaría de 13.200 millones de dólares en 2008 a menos de la mitad este año, arrastrando consigo el resultado fiscal ante el menor ingreso por retenciones a las exportaciones y el menor nivel de actividad.

Para atenuar el impacto fiscal, el Gobierno recurrió a la eliminación de las AFJP, captando cerca de 12 mil millones de pesos en aportes, como también a la eliminación de la mayor parte de los subsidios al consumo de energía, recortando gastos por otros siete mil millones de dólares. Estas medidas permitirían atenuar significativamente el impacto fiscal, manteniendo relativamente estable el superávit primario en 2,9 por ciento del PBI.

Los números ponen en evidencia que el Gobierno está lejos de llevar una política fiscal expansiva, no porque no quiera, sino porque no puede. El Gobierno no dispone de medios para financiarla, por lo menos no sin recurrir a la emisión monetaria, con los peligros que ello conlleva. El incremento en las inversiones difícilmente alcance la magnitud expresada oficialmente y el impulso del crédito se limita a un puñado de productos que su suerte no cambia el rumbo macroeconómico.

Existen muchas dificultades para llevar adelante una política fiscal expansiva con las cuentas ajustadas y sin acceso al financiamiento. En este escenario, queda en el Banco Central la responsabilidad de atenuar el impacto del contexto externo sobre el nivel de actividad y empleo. Por supuesto, además de sostener un nivel de tasas bajas, cuenta con la política cambiara para afrontar el nuevo escenario internacional, tal como lo hicieron la mayor parte de las economías emergentes, encabezado por Brasil, con una devaluación del real mayor al 40 por ciento. De hecho, la devaluación de todos los socios comerciales generó una pérdida de competitividad del peso del 20 por ciento. Esta situación causó una mayor presión sobre el mercado cambiario, algo que se observa en la fuerte salida de capitales.

La fuga de capitales del año pasado se financió en su mayor parte con los dólares del superávit comercial, mientras que para el resto se usaron las reservas internacionales de la autoridad monetaria. Para evitar reflejar una disminución de éstas la institución tomó deuda con el BIS casi por igual magnitud. Como resultado, el año pasado las reservas internacionales bajaron en 200 millones de dólares, pese a que la salida de capitales rondó los 20.000 millones de dólares.

En 2009, con el menor ingreso de dólares a la economía por reducción del saldo comercial, sumado a que el Gobierno sin acceso a los mercados tradicionales de crédito afronta compromisos del pago de deuda por seis mil millones de dólares, el Banco Central queda como principal proveedor de divisas para el pago de estas obligaciones. En esta situación, difícilmente logre enfrentar una salida de capitales como la del 2008 sin resentir su nivel de reservas.

Sea porque la autoridad monetaria asume que el tipo de cambio está nuevamente atrasado, lo que potencia los efectos adversos del contexto externo sobre el nivel de actividad y empleo, sea porque quiere recuperar la competitividad perdida los últimos meses, sea porque considera que la salida de capitales no frenará y pone un mayor precio a las reservas, sea porque reconoce que el sector privado no es oferente neto de dólares desde hace un año y medio, o sea porque quiere maximizar la recaudación por retenciones, lo cierto es que el Banco Central continúa aumentado lenta pero en forma sostenida el precio del dólar.

Las dificultadas para llevar adelante una política fiscal contracíclica dejan a la economía más expuesta a absorber el shock negativo directamente con el nivel de actividad económica, pérdida de reservas y devaluación. La combinación y en qué proporción se distribuirá el shock sobre cada una de estas variables dependerá del contexto externo, pero principalmente de la magnitud de la salida de capitales que se afronte en el curso del año. Por ello, la posibilidad de una devaluación del peso a mayor ritmo está latente y, en definitiva, depende de la magnitud de la salida de capitales.

* Economista de Econométrica.

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