ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: LAS ALIANZAS PARA ALCANZAR EL DESARROLLO ECONóMICO

Qué integración regional conviene

La cooperación aparece como una necesidad ante el escenario de elevada volatilidad e incertidumbre. Cuáles son los pasos que debería dar Argentina. El papel clave que podría cumplir el Banco del Sur.

Producción: Tomás Lukin

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Cambio de paradigma

Por Matías Kulfas *

El escenario internacional muestra, en los últimos años, la crisis de un paradigma económico y cambios de trascendencia. El crecimiento económico mundial es claramente liderado por los países menos desarrollados, los países desarrollados atraviesan por una importante crisis fiscal y lento crecimiento y se discute, por primera vez en mucho tiempo, el paradigma de la globalización financiera, la desregulación del sector y, más ampliamente, el funcionamiento del sistema monetario internacional.

En este contexto, la cooperación regional aparece como una necesidad ante el escenario de elevada volatilidad e incertidumbre. Es también la posibilidad de recuperar una vieja tradición del pensamiento latinoamericano que ha planteado a la integración regional ya no como una opción sino como un aspecto central en el camino hacia el desarrollo económico y social. La integración significa hacer más sólida la posición financiera de los países, ampliar escala y competitividad, complementación productiva y mayor comercio. El desafío que se plantea es el de hacer fuerte a la región y el de hacerse fuerte en la región.

El camino de la cooperación y la integración regional implica alterar el orden de causalidad del paradigma de la globalización financiera, para poner a las finanzas al servicio del desarrollo productivo y no al revés. Es posible observar que los países que apostaron a un mayor crecimiento de sus manufacturas y la industrialización de las materias primas presentan mayores tasas de crecimiento y una clara mejora en sus indicadores macro-financieros. Mientras los países más avanzados, y algunos de la Unión Europea en particular, presentan niveles explosivos de endeudamiento, los países en desarrollo se han desendeudado, tendencia verificable tanto en Asia como en América latina. El deterioro fiscal en los países más avanzados es notable: el déficit fiscal alcanzó el 7,2 por ciento del PIB en 2009, 6,3 en 2010 y se proyecta un 5,4 por ciento para 2011, destacando la compleja situación fiscal de EE.UU. La Unión Europea también muestra un escenario similar aunque de menor nivel, siendo su déficit de 4,4 por ciento del PIB en 2009, 4,1 en 2010 y un estimado de 2,3 por ciento para 2011. El peso de la deuda pública para 2011 alcanza el 103 por ciento del PIB para el promedio de los países desarrollados, 118 para los países del G7 y 82 por ciento para la Unión Europea.

Este paradigma en transición muestra entonces que el camino de la producción y el desendeudamiento es funcional a un mayor crecimiento y mayor protección ante el riesgo de volatilidad y contagio de factores de crisis en otras regiones. El desafío hacia una mayor profundización es alinear las regulaciones en función de este nuevo paradigma. El debate sobre las regulaciones de Basilea debe presentarse de manera diferenciada entre países avanzados y países en desarrollo, ello por cuanto la crisis no se generó en los países periféricos. No es aquí donde se debe desapalancar y reforzar la supervisión. En las economías sudamericanas es necesario aumentar el crédito y, fundamentalmente, direccionarlo hacia la producción, a los proyectos que amplíen los horizontes productivos y el uso del conocimiento, a la infraestructura que mejore la productividad sistémica y permita mejorar las condiciones de vida de los sectores populares.

Y en este punto aparece la cooperación financiera regional. Este debate sobre la arquitectura financiera regional tiene tres puntos centrales: a) la banca de desarrollo para financiar proyectos de inversión de alto impacto regional, infraestructuras y proyectos de complementación productiva; b) los fondos para prevenir ataques especulativos y desequilibrios externos; c) la coordinación macroeconómica, en particular a lo atinente a controles sobre movimientos de capitales de corto plazo.

El desafío es trabajar en una integración productiva que nos permita pasar de las plataformas exportadoras a las áreas de integración y complementación productiva. En esto tiene un papel fundamental la infraestructura que permita viabilizarla, las cadenas de valor que se pueden amplificar en el ámbito regional y las Pymes, que son centrales si queremos pensar en una integración virtuosa en términos de la articulación del tejido social y sus efectos territoriales y sobre la distribución del ingreso.

Una banca de desarrollo regional puede financiar las infraestructuras necesarias para garantizar la expansión del aparato productivo y también el avance hacia una nueva fase de industrialización regional, con mayor peso de las actividades innovativas y el peso del conocimiento en la producción.

El sueño de Néstor Kirchner, plasmado en la constitución de la Unasur, se enfrenta hoy al gran desafío de la integración productiva y financiera. El Banco del Sur hará honor a su esfuerzo, junto al de los presidentes sudamericanos, por una integración que favorezca el desarrollo, la industrialización, el pleno empleo y la erradicación de la pobreza.

* Economista. Director del Banco Nación y presidente de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA).


Un modelo en discusión

Por Julio C. Gambina *

El proceso bicentenario de lucha por la emancipación en nuestra América suponía el imaginario de la integración regional, más como territorio e identidad compartida que como relaciones entre naciones. Esta última es la historia del capitalismo vernáculo y el vínculo entre los países. Cada institucionalización integradora tuvo el sello del capitalismo de época ya sea la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI) o el reciente período neoliberal.

La crítica popular al libre comercio y al orden económico hegemónico, en el cambio de siglo, construyó la posibilidad de limitar la propuesta del ALCA, que se renueva con tratados bilaterales y multilaterales empujados por Europa o Estados Unidos. Por eso, no debemos confundirnos, y pensar que regionalmente se ha superado el ciclo de inserción mundial subordinada, funcional a la estrategia global de un grupo reducido de transnacionales.

¿Quién decidió que los países del Mercosur sean en conjunto el principal productor y proveedor mundial de soja? ¿Es resultado de una decisión planificada soberanamente o producto de la estrategia de un puñado de empresas transnacionales de la alimentación y la biotecnología que manejan el paquete tecnológico del actual modelo productivo?

Hablando del sector industrial, ¿qué significa que el grueso del intercambio de bienes intra-Mercosur esté constituido por productos de la industria automotriz? ¿A quién beneficia? ¿A los trabajadores de las autopartistas de la región que deben disminuir significativamente su producción porque a las ensambladoras les es más barato importar las piezas de cualquier lugar del mundo; o a 12 grandes terminales transnacionales que pagan la hora de ensamble en la región casi una tercera parte de lo que vale en el sudeste asiático y luego exportan a precio internacional? No sólo es el Mercosur. Puede verificarse el crecimiento de la integración de Argentina con Chile, siendo la minería un motivo compartido de entrega de recursos naturales a inversores con dimensión adecuada para una explotación a gran escala con riesgo cierto de contaminación.

La sojización, el privilegio a la megaminería a cielo abierto y el carácter de industria ensambladora están ligados a los fenómenos de subordinación al programa capitalista dominante. Son los intereses nacionales contradictorios, o mejor aún, los de las clases dominantes de cada país, las que obstaculizan una estrategia que asuma la perspectiva originaria de articulación de un proyecto regional autónomo, emancipado. La crisis mundial en curso nos devuelve los límites de la integración capitalista sostenida en el programa de la liberalización. Es el caso de Grecia, España o la periferia europea, países chantajeados por el poder del Banco Central de Europa, los bancos alemanes o franceses, el FMI, y la mediación de la burocracia política administradora del capitalismo en el viejo continente.

La hegemonía capitalista define en cada país y en cada región el curso de la acumulación, especialmente en época de crisis, donde el horizonte de preservar y restaurar ganancias se constituye en el objetivo principal. Es imprescindible la búsqueda de alternativas. No existe camino a imitar en las articulaciones integradoras hegemónicas. Lo que tampoco debemos olvidar es que, a contramano de lo que sucede en los países centrales, la periferia latinoamericana vive uno de sus mejores momentos en términos de los precios internacionales de sus productos de exportación. ¿Qué sucederá si termina esta favorable coyuntura con la acumulación de reservas soberanas, los superávit fiscales que financian la política social y sostienen los pagos de la deuda externa? ¿Por dónde ajustarán los gobiernos?

Por eso, hace falta ensayar un nuevo camino que reconstruya el imaginario originario en nuestra América. Una clave de ese camino puede derivarse del postergado Banco del Sur, si sirve para orientar otro modelo productivo, que afirme soberanía alimentaria, energética o ambiental, para una diferente ecuación de beneficiarios y perjudicados. Puede ser el camino de la generalización de intercambios en moneda local, incipiente entre Brasil y Argentina, y entre los socios del ALBA, hacia un debate por una moneda regional en la disputa por la independencia de la inserción regional en la división internacional del trabajo.

Se trata de observar la estrategia concreta de desarrollo de Petrocaribe, que involucra a 18 países de Centroamérica y el Caribe y supone, desde las importantes reservas venezolanas de hidrocarburos, la construcción de refinerías y plantas de almacenamiento localizadas en la región, con financiamiento a bajas tasas de interés y una factura petrolera a pagar en condiciones favorables para países dependientes de la dominación transnacional. La cooperación energética es importante en la promoción soberana de un proyecto autónomo, lo que significa recuperar soberanía sobre los recursos naturales y disponerlos en una lógica no mercantil.

La perspectiva de construir estrategia económica común en la Unasur, superando el carácter de foro político con exclusión de EE.UU., habilita a discutir los límites del orden capitalista en nuestros países, base imprescindible para pensar una integración alternativa.

* Doctor en Ciencias Sociales UBA. Presidente de Fisyp e integrante del Comité Directivo de Clacso.

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