ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: EL DESARROLLO DE CHINA Y SU IMPACTO EN EL PAíS

Un crecimiento que no es cuento

Hacia 1980, el PIB chino representaba tan sólo un 2 por ciento sobre el producto mundial; en 2009 alcanzó el 11 por ciento. Durante ese lapso, el PIB per cápita chino se incrementó de 310 a 3600 dólares. Cómo complementarse con la nueva locomotora de la economía mundial.

Producción: Tomás Lukin

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La locomotora

Por Juan Matías De Lucchi *

El acelerado y sostenido crecimiento de China ha modificado las condiciones estructurales de la economía mundial, pareciendo no ser un fenómeno transitorio. A diferencia de la proposición Prebisch-Singer, verificable en el pasado, a partir de la última década se ha observado un cambio en los términos de intercambio internacionales y en los parámetros de la competitividad global. Mientras que los precios de los commodities aumentaron significativamente, los costos de producción (y por ende, precios) de bienes industriales han disminuido. Si bien es cierto el alto componente especulativo en el boom de los commodities, no seria razonable minimizar el impacto de la demanda china sobre sus precios. No obstante, no caben dudas del impacto chino en el abaratamiento de los bienes industriales a nivel global.

Desde un abordaje clásico, el excedente está determinado por las condiciones técnicas de producción y los salarios de “subsistencia”. De tal forma, a pesar de los signos de “inmadurez” de la industria china (que refuerza su potencial), de sus salarios reales en aparente aumento y de su revaluación cambiaria nominal, la productividad industrial china es altísima. La investigación china está acelerando el desarrollo tecnológico y reduciendo la brecha de costos en bienes de “alto valor agregado”.

Este nuevo escenario internacional de aumento de los términos de intercambio sugiere un replanteo de las estrategias de industrialización en la periferia. Naturalmente, este cambio estructural relaja, en el corto plazo, los problemas estructurales de balanza de pagos en países de baja productividad industrial. Por ejemplo, en la comparación del balance comercial entre los quinquenios 1991-1995 y 2006-2010, la Argentina multiplicó sus exportaciones a China por 23,3 veces, y sus importaciones por solo 10,5 veces. Sin embargo, aun siendo un buen punto de partida, los costos industriales chinos que se imponen en el mundo plantean nuevos desafíos para el desarrollo periférico a fin de evitar una “primarización” de sus exportaciones.

El “viejo” estructuralismo latinoamericano estaba focalizado en el “catch-up” con países industriales maduros y de salarios “altos” (EE.UU. e Europa). Sin embargo, sería difícil hoy montar una estrategia de cara a una abierta competencia con el gigante asiático. La Argentina no debería renunciar al desarrollo industrial, pero debería ingeniárselas para complementar su industria (específica y localizada) al crecimiento asiático.

Bajo estas nuevas condiciones globales, exceptuando los sectores estratégicos del país que deben garantizarse aun socializando pérdidas, la promoción industrial argentina debería recaer sobre sectores con perspectivas reales de maduración para diversificar el perfil exportador (reducción de la brecha de costos). Asimismo, un ordenado proceso de sustitución de importaciones para reducir el coeficiente de importaciones contribuiría en el ahorro de divisas y en el pleno empleo. Combinando estos objetivos se podría lograr un crecimiento económico sostenido e inclusivo sin restricción externa y evitando los ciclos de “stop and go”.

La política cambiaria y monetaria es el punto de partida. Sostener un tipo de cambio real, competitivo, estable y múltiple con tasas de interés compatibles es posible. No obstante, la política económica no se puede detener allí. Es necesario un persistente gasto público en infraestructura, ciencia y tecnología y la consolidación de un mecanismo de financiamiento público de la inversión de largo plazo (Banco de Desarrollo).

A modo de reflexión final, China plantea la posibilidad de transformarse en una “locomotora” mundial de largo plazo. Una “locomotora” es aquella economía que determina la demanda efectiva mundial. Antes de la crisis internacional EE.UU. lo ha sido claramente, pues más allá de su incomparable tamaño la economía norteamericana es la única que puede financiar su déficit en cuenta corriente con endeudamiento “externo” ilimitado (sus títulos públicos tienen riesgo de default igual a cero por estar denominados en dólares, que por otro lado es la moneda de curso internacional).

China, aun careciendo de este privilegio, podría aumentar y diversificar considerablemente sus importaciones netas, incluso, eventualmente, a través de un crecimiento de su deuda publica. Sólo que, ¿tendría China el interés de “invitar” al mundo a crecer sin poseer el monopolio de la tasa de interés internacional? En su necesidad de acelerar el crecimiento del mercado interno tal vez esté la respuesta. Si es afirmativa, el desarrollo argentino la podrá aprovechar.

* Máster en Economía - Universidad Federal de Río de Janeiro. Investigador del Cefid-AR.


China no potencia

Por Ariel M. Slipak *

China se ha convertido en la segunda economía del mundo, el primer exportador de bienes, el quinto país emisor de Inversión Extranjera Directa (IED) y el principal acreedor de Estados Unidos. Hacia 1980, el PIB de este país representaba tan solo un 2 por ciento sobre el producto mundial; en 2009 alcanzó el 11 por ciento. Durante ese lapso, el PIB per cápita chino se incrementó de 310 a 3600 dólares. Desde el inicio del siglo XXI, notamos una creciente orientación de China a producir y exportar manufacturas con alto contenido tecnológico. La necesidad de obtener los insumos requeridos por la industria –en adición a una política explícita de mejorar gradualmente la alimentación de la población–, ha posicionado al país como un importante demandante mundial de productos básicos, entre ellos, carne vacuna, aves, madera, petróleo, soja, aceite de soja, harina de pescado, y fundamentalmente minerales.

Simultáneamente, podemos observar para la gran mayoría de los países de América latina una importante profundización de la integración regional, a partir del reconocimiento de mutuos intereses y el rechazo compartido a las políticas económicas neoliberales de los noventa, al Consenso de Washington y a la hegemonía de EE.UU. En este contexto, en septiembre de 2011 la Cancillería argentina enfatizó la necesidad de profundizar las relaciones comerciales bilaterales con China y la apertura hacia la IED de dicho origen.

En los últimos años, en Argentina prevalece un discurso orientado a profundizar el crecimiento económico con inclusión social. Podemos observar una especial relevancia en la incorporación creciente de nuevas etapas productivas y con mayor contenido tecnológico al interior de cada una de las cadenas de valor, con la intención de continuar incrementando el número de empleos y con mayores niveles de ingreso en el país. Durante la última década, Argentina redujo el peso de sus exportaciones de recursos naturales y manufacturas basadas en recursos naturales, a favor de manufacturas de mediano contenido tecnológico. Sin embargo, en la relación comercial con China sucede exactamente lo contrario. Hacia el año 2000, las exportaciones de recursos naturales y manufacturas basadas en recursos naturales a China representaban un 2,3 por ciento y un 0,15 por ciento sobre el total, respectivamente. Hacia 2008, dichos ratios alcanzan el 6,5 y 2,4 por ciento. Simultáneamente, para este período se puede observar un importante incremento del peso de las importaciones de manufacturas de mediano y alto contenido tecnológico provenientes de China.

El gobierno chino manifiesta un especial interés en profundizar sus relaciones con América latina sobre la base de las complementariedades de ambas economías, con especial atención en la riqueza natural de muchos de estos países. Según un informe sobre IED en América latina elaborado por Cepal en 2010, las inversiones de China en la región se orientan a asegurase para sí mismos la provisión de recursos estratégicos. Sus destinos son fundamentalmente actividades extractivas y, en segundo término, todo aquello que implique apoyo a éstas, como servicios financieros, logística u obras de infraestructura.

En el mismo informe se destaca una marcada tendencia hacia las fusiones y adquisiciones de empresas, con nulos niveles de transferencia tecnológica. En algunos casos, hasta se comienzan a exportar a China productos primarios que antes de la adquisición eran transformados en la región. En Argentina se destaca la compra del 50 por ciento del paquete accionario de Bridas por parte de la firma Cnooc. La primera –al ser dueña de Pan American Energy– posee la concesión por la explotación de Cerro Dragón (el principal yacimiento petrolífero de la Argentina). También figuran la cesión en Río Negro de 320.000 hectáreas al Beidahuang Group (que se destinarían a la siembra de soja) y la concesión del Belgrano Cargas.

En conclusión, considerando este breve análisis observamos que en cuanto al comercio bilateral con China, existe una tendencia a exportar productos con bajo contenido de valor agregado, y sucede lo contrario con las importaciones. Por otra parte, la IED localizada en la región se orienta al aseguramiento del abastecimiento de productos básicos para China con una tendencia a reprimarizar la economía, lo cual implica incluso una pérdida de control sobre los recursos naturales. Por lo tanto, postulamos que con respecto a los objetivos de mayor generación de valor agregado y soberanía nacional, la relación actual con China resulta no potenciadora.

* Economista y docente UBA. Miembro del Grupo de Estudios Críticos sobre Desarrollo.

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